La distimia (del griego clásico δυσθυμία ‘mal humor’), también llamada trastorno distímico, es un trastorno afectivo de carácter depresivo crónico, caracterizado por la baja autoestima y aparición de un estado de ánimo melancólico, triste y apesadumbrado, pero que no cumple con todos los patrones diagnósticos de la depresión. Se cree que su origen es de tipo genético-hereditario y que en su desarrollo influirían factores psicosociales como el desarraigo, la falta de estímulos y premios en la infancia, entre otras causas. Ciertamente, la tristeza o pena están asimismo presentes en la distimia. Ahora bien, éstas se hallan de distinta manera.
La distimia es un trastorno menos estudiado y abordado que la depresión y tiende a iniciarse de forma insidiosa, lo cual hace todavía más difícil su percepción y detección.
A diferencia del trastorno depresivo, el rasgo principal de la distimia yace en una serie de síntomas más leves, menos graves, pero crónicos, es decir sostenidos durante el tiempo; concretamente durante un lapso mínimo de 2 años.
La sintomatología más característica de una persona distímica es:
Estado de ánimo triste a diario, acompañado por 2 o más de los siguientes síntomas de tipo motor, físico y cognitivo:
- Sentimientos de desesperanza, desencanto con la vida y el futuro
- Dificultades para tomar decisiones y concentrarse.
- Ansiedad.
- Falta de energía, y apatía; pudiendo no obstante, afrontar las demandas básicas de la vida cotidiana.
- Baja autoestima y autovaloración.
- No suele haber ideación suicida, aunque sí ideas de muerte que no pasan a la acción.
- Puede darse insomnio inicial, es decir dificultades para conciliar el sueño, y despertares durante la noche.
- Suele haber variaciones diurnas, con mejoras matutinas.
- Propensión ya sea a un aumento o bien disminución del apetito.
- Otros síntomas son: sentimientos de incapacidad, pesimismo, pérdida general de interés o placer, retraimiento social, sentimiento de culpa o tristeza sobre hechos pasados.
Otro de los criterios básicos para el diagnóstico descansa sobre el hecho que la persona no haya padecido un episodio depresivo mayor en los dos primeros años y unido a la persistencia ininterrumpida de tales síntomas durante 2 meses.
Como observamos, la sintomatología distímica es muy similar a la depresiva. Aunque pueda parecer una compleja tarea distinguir ambos cuadros, podemos hallar un rasgo diferenciador. La singularidad de la distimia recae en la intensidad de la misma, es decir su levedad. Los afectados por distimia alternan días de mejora con días de cansancio, tristeza, apatía. De tal manera, los días con humor deprimido superan las jornadas estables y llevaderas. En síntesis, los pacientes distímicos guardan la sensación de estar siempre tristes y abatidos, ya que pueden presentar tal cuadro durante años y de forma continuada.
La distimia afecta más a mujeres, a grupos de mayor edad y suele iniciarse en edades tempranas, especialmente en la veintena. Por lo que respecta a la evolución, muy frecuentemente la distimia se agrava hasta configurar un trastorno depresivo mayor, quedando ambos trastornos solapados con unos síntomas más graves e intensos.
Si bien menor (se habla de una epidemiología del 3%), el porcentaje de población afectada por esta patología merece una especial atención, en especial niños y adolescentes, en los cuales el humor depresivo se manifiesta y expresa a través de la irritabilidad. Asimismo, es conveniente mencionar la diferencia con las reacciones de duelo normales. Durante un duelo, se presentan unos síntomas similares de tipo motor, físico y emocional, pero su interferencia en la vida cotidiana así como su duración es menor. No obstante, si el duelo persiste durante un tiempo y se agravan los síntomas, podemos hablar de duelo patológico, donde la depresión es predominante y de mayor gravedad.
Aunque la depresión mayor, la distimia y el duelo presentan síntomas similares, son estados diferenciados:
Por último, merecen una mención especial aquellas personas con enfermedades físicas de tipo somáticas y con dolor, las cuales presentan con un porcentaje elevado un trastorno distímico o depresivo. La depresión en general es un factor que influye tanto en el origen, evolución y mantenimiento de distintas patologías físicas. Algunos de los síntomas que puede provocar en nuestro organismo van desde dolores de cabeza, mareos, vértigos u hormigueos en cuanto al sistema nervioso, y cansancio, tensión o dolor muscular en el sistema osteomuscular.
Al igual que con la depresión mayor, la prevención es la clave imprescindible, creando ciertas rutinas diarias de cuidado personal y social.
Recomendamos el libro “Be Happy (sé feliz)”, de Monica Sheehan, el cual ofrece una serie de consejos y frases muy básicos y llanos acompañados de divertidas ilustraciones, para personas con un estado de ánimo deprimido, recordándonos especialmente aquellas cosas sencillas que favorecen nuestro bienestar anímico.
seryhumano.com / Eva Pastor González
Fuente: actualpsico.com