Mi decisión médica. Así tituló The New York Times la columna de opinión en la que la actriz norteamericana Angelina Jolie dio a conocer que se había sometido a una cirugía en la que se le extirparon ambas mamas para reducir su riesgo de desarrollar en un futuro cáncer de mama. El peso emocional de que su madre había muerto en manos de esa enfermedad la llevó a tomar las riendas de su salud y someterse a estudios genéticos que determinaron que, efectivamente, Angelina poseía un riesgo elevado de padecer cáncer de mama.
La noticia la emplazó en la encrucijada, le planteó un dilema vital -uno de los tantos que abundan hoy en la medicina moderna, pero que también pueden presentarse en otras situaciones de la vida-. Podía recurrir a una cirugía para minimizar el riesgo, pero también podía optar por una rutina de periódicos controles médicos para que, en caso de que la enfermedad aparezca, tratarla en forma precoz.
En ambos casos, vale aclarar, el riesgo ya no de enfermar sino de morir por cáncer es el mismo. Decidir por una cirugía preventiva en un estado de plena salud o por una rutina de estudios diagnósticos y un eventual tratamiento no cambiaría en nada su riesgo de morir de cáncer: ambos tratamientos lo reducen en igual medida.
Pero Angelina no quería enfermar. Y así como en otras ocasiones fue ella (junto a su pareja, Brad Pitt) quien tomó decisiones tan vitales como adoptar hijos, esta vez nuevamente fue ella quien eligió qué camino seguir para salir de la encrucijada que le planteaba el temor a que sus hijos perdieran a su madre en manos del cáncer. Y no eligió el camino más amable, sí seguramente el que se le representaba como solución a su crisis.
«Cuando una persona toma decisiones de este tipo, contundentes, es la respuesta a estar atravesando una situación de crisis, que en el caso de Jolie se encargó de relatarlo con mucha claridad que estaba ligada a la muerte de su madre. Enfrentada ya no a la posibilidad de un proceso de sufrimiento, sino a la posibilidad de morir, las ganas de vivir, ese deseo vital la llevó a tomar la decisión de operarse», comenta el psicólogo Marcelo Gatto, del Hospital Municipal de Oncología Marie Curie.
«Lo que caracteriza a personas que se enfrentan a la posibilidad de una mastectomía bilateral preventiva [la cirugía que se le realizó a la actriz] es el alto nivel de sufrimiento que les provoca la posibilidad de tener un contacto muy cercano con la muerte», agrega el médico psiquiatra Adrián Helien, que ha acompañado terapéuticamente a mujeres que han tomado la misma decisión que Angelina.
«El saber que se tiene un riesgo elevado de que en cada control médico aparezca el diagnóstico de cáncer genera una situación de angustia muy difícil -agrega Helien-. Las experiencias de las que he participado de mujeres que en forma autónoma e informada toman la decisión de operarse mostraron que para sus casos particulares fue la mejor decisión.»
Helien, que también coordina el Grupo de Atención a Personas Transexuales del hospital Durand, destaca otra situación de crisis vital en la que hoy la persona puede, tomar la autonomía de su cuerpo, superar encrucijadas vitales que antes no tenían resolución. «Quienes se someten a un tratamiento de reasignación de sexo o readecuación genital están realmente tomando una decisión vital. Se trata de personas que atraviesan una experiencia de incomodidad con su propio cuerpo, que sienten que no las representa, y que un día atraviesan un umbral a partir del cual la convivencia con su propio cuerpo se les torna intolerable.»
Cambiar de sexo, mediante cirugía, no es un proceso sencillo. «Pero aquí también nuestra experiencia muestra que en el 100% de los casos quienes necesitan operarse y toman la decisión en forma autónoma sienten que la cirugía les devuelve una armonía entre cuerpo y mente, y si tuvieran que volver a elegir entre operarse o no operarse, volverían a tomar la misma decisión», asegura Helien.
Los asuntos de la salud y la enfermedad no son el único motivo de todas las encrucijadas que nos enfrentan ante la necesidad de tomar una decisión que pueda llevarnos a recalcular el camino por el que transitamos la vida. «Vivimos dentro de etapas vitales que hay que pensarlas como los escalones de una escalera. Nuestra vida transcurre subiendo esos escalones, es como un juego en el que uno debe superar el dilema que le ofrece cada etapa para poder pasar a la siguiente», comenta el psiquiatra y psicoterapeuta Enrique De Rosa.
«De lo que se trata es de rearmar todo un nuevo esquema de vida, porque el anterior ya no sirve», agrega De Rosa, que advierte que toda decisión vital que se toma para superar una encrucijada implica una pérdida, y con ella un duelo. Pero si la decisión tomada responde a una necesidad que ha sido elaborada antes de ser llevada a la acción, las chances de que la contrapartida sea positiva son mayores.
Lo casos como el de Angelina Jolie permiten arrojar algo de luz sobre el hecho de que a las inevitables encrucijadas que plantea la vida -dejar la niñez, la adolescencia, formar familia o no, envejecer-, hoy se le suman otras situaciones en las que la persona puede tomar una decisión vital: aceptar o no el género que su cuerpo propone, decidir sobre cómo transitar la salud, la enfermedad, e incluso elegir sobre cómo morir. Estas (y otras) son instancias en las que hoy la decisión está en nuestras manos.
No hay garantías de que la decisión que tomemos nos conduzca al destino que aspiramos, todo lo que tenemos es la autonomía para informarnos y actuar según nuestros propios deseos y necesidades.
seryhumano.com / Sebastián A. Ríos
Fuente: La Nación