“Una pieza deslumbrante del romanticismo dieciochesco.” – Boris Schwarz
Giuseppe Tartini (1692-1770) es legendario como violinista, compositor y maestro de herederos tan eminentes como Pietro Nardini. Su obra más famosa tiene cierto olorcillo a azufre.
La historia es bien conocida: Tartini afirmó haber soñado con la visita del diablo, quien, al pasarle el compositor su violín, le tocó una pieza extraordinariamente bella y con un trino fascinante. Al despertar, puso por escrito la Sonata para violín en sol menor, agregando al final un trino realmente diabólico (una edición antigua tenía un grabado del diablo sentado sobre el extremo de la cama de Tartini). Con todo, Tartini confesó que su sonata no era tan buena como la música que había escuchado en sueños. Quizá por eso, en la edición más popular de la pieza, Fritz Kreisler se extendió preferentemente en la cadencia final original de Tartini (y del diablo). El resultado siempre ha sido uno de los preferidos por los violinistas: incluso el purista Adolf Busch la prefería a la original. Está maravillosamente escrita para violín y, virtualmente, todo el mundo la ha grabado.
Sin duda, en una época como la que vivimos, en la que se busca la autenticidad histórica, se debería elegir una grabación bien documentada; pero como la interpretación de Eduard Melkuss ya no está disponible, no hay ninguna recomendable: una versión muy solicitada está polémicamente interpretada sin acompañamiento, y la ejecución es excesiva y desafinada.
De todas formas, como está interpretada por Ida Haendel (y otros, incluidos David Oistrakh y Nathan Milstein), la adaptación de Kreisler es una obra de arte. Un equipo de EMI captó el modo de tocar de Haendel, audaz y técnicamente impecable, y la nueva edición de Testament está bien restaurada. Tartini aparece complementado con piezas de Corelli, Nardini y Vitali.
seryhumano.com / Tully Potter