“Entre las criaturas de Dios dos, el perro y la guitarra, han tenido todos los tamaños y todas las formas, con el fin de no ser separado del hombre” Andrés Segovia
A mediados del siglo XIX, entre Rusia, Checoslovaquia y Escandinavia, tuvo lugar un movimiento de exaltación de la cultura propia al agregar un estilo musical muy particular derivado del folklore a las composiciones cultas, con la inclusión de melodías populares. Este movimiento musical es lo que conocemos hoy como nacionalismo musical.
Entrado ya el siglo XX, el movimiento nacionalista tuvo un resurgimiento y se extendió de forma generalizada a casi todos los países occidentales. En España hay buena muestra de ello en Albéniz, Granados, Falla, y por supuesto, Joaquín Rodrigo.
Joaquín Rodrigo deja en todas sus obras un sello personal, fruto de su mundo interior. Es música con gracia, llena de ritmo, en algunos casos muy lírica, basada en la tradición española. Característica interesante es que a pesar de que no abandona la tonalidad, emplea armonías y melodías disonantes y cromáticas.
Residió cinco años en París, uno de los focos artísticos más importantes del mundo, y en Alemania entre otros países durante gran parte de la guerra civil. El tener la oportunidad de acceso a nuevas corrientes y estilos lo mantuvo a la vanguardia del quehacer musical del siglo XX llegando posteriormente a configurar su propio estilo.
La música de Rodrigo tiene una mirada hacia adelante y a su vez, una mirada hacia el interior. No es el vocabulario musical más moderno ni el más revolucionario de su época, pero consiguió desarrollar un estilo personal bien confeccionado, basado en la tradición española que para los guitarristas, tiene una importancia muy especial por haber enriquecido el repertorio guitarrístico de manera significativa y por haberle dado a este instrumento prestigio a nivel mundial.
Seryhumano.com / Juan Manuel Hernández (Prof. Cátedra de Guitarra)
Fuente: La Nota Musical
Fotos: Cortesía de ATorres Luthier