Es tres, es cuatro, es cinco…

Comienza el día porque el reloj con su insistente alarma así lo indica. Estirar los músculos y agradecer a Dios sería lo que comúnmente haría esta joven mamá a diario; pero inexplicablemente llevaba ya varias semanas gruñendo al despuntar el alba, con un incontrolable deseo de que realmente no amaneciera. Ni siquiera se había percatado…