El Rey ha abdicado. Lo ha hecho para dar paso a una nueva generación que, ha dicho, representa su hijo don Felipe: «Mi hijo Felipe, heredero de la Corona, encarna la estabilidad (…)» y «puede abrir una nueva etapa de esperanza en la que se combinen la experiencia adquirida y el impulso de una nueva generación».
Tras el mensaje real, se han sucedido las reacciones. El expresidente del Gobierno José María Aznar ha agradecido al Rey su contribución a la «reconciliación de los españoles en democracia» y ha afirmado que su decisión de renunciar al trono supone «un acto de responsabilidad y de generosidad». «La sucesión en el trono reafirma el sentido institucional de la Corona como garante de la continuidad y de la estabilidad del sistema constitucional español», ha indicado el expresidente. En este contexto, ha dicho estar «convencido» de que el Príncipe Felipe, a quien ha expresado su «más leal apoyo personal», será «una garantía tan sólida» como lo ha sido su padre de «la continuidad de la nación española y la fortaleza del sistema democrático y de convivencia».
El reto del príncipe
En el blog “¡Que paren las máquinas!” en el diario 20minutos.es, Arsenio Escobar opinó que “Quizá un poco tarde, pero el rey ha entendido el mensaje y ha actuado en consecuencia. La revolución tecnológica, la globalización, la crisis económica, los recortes, el incremento de la desigualdad, el descrédito de los políticos y de las instituciones, la crisis de la democracia… están provocando cambios radicales en la sociedad española. Los ciudadanos se sienten abandonados por las élites. Quizá un poco tarde, pero el rey –cuya reputación y credibilidad se han desplomado en los últimos años- ha entendido el mensaje y ha decidido ceder el paso a su hijo, pasar el testigo a la siguiente generación”.
Y se pregunta: ¿Por qué ahora? Quizás porque era la última oportunidad de hacerlo sin incertidumbres graves, antes de que la crisis del bipartidismo y el nuevo mapa político que ha emergido tras las elecciones europeas lo hicieran mucho más difícil.
El príncipe -Felipe VI en breve- no lo va a tener fácil. No basta con el cambio generacional. Tendrá que ganarse la legitimidad con transparencia, cercanía a los ciudadanos, asunción de responsabilidades cuando toque, distancia sideral de las zonas oscuras del poder…
Si Felipe acierta, puede ser el tren de la renovación de la vida pública en su conjunto, de todo el sistema. Si no acierta, el cambio social le pasará por encima, le desbordará.
Los resultados no se harán esperar…
seryhumano.com
Fuente: 20minutos.es