Hay pocos pianistas que sepan transmitir con tanta viveza como Nelson Freire la pura alegría de ser maestros de su arte. Fue un niño prodigio: sólo tenía cuatro años cuando dio su primer concierto.
Esta es una de las escasas entrevistas que concede. El virtuoso brasileño nos habla del amor por la música, del cine y de la vida.
En su recital del Concierto para piano número 4 de Beethoven durante el Festival de Pascua de Aix-en-Provence de este año, no cabía un alma.
Nelson Freire empezó a tocar el piano con tres años. Educado en Viena, Freire dio su primer concierto con cuatro años y sus interpretaciones, con las principales orquestas y directores del mundo, se prodigan.
Sin embargo, el pianista brasileño sigue siendo uno de los músicos más humildes y discretos de la escena internacional. Evita los proyectores y es feliz cuando toca la música que más le gusta.
Su historia de amor con el piano comenzó de niño, en Río de Janeiro con su primera profesora, Nise Obino.
Freire confiesa que tuvo “la suerte de encontrar a alguien así, porque esto funciona por amor, estas cosas, como todo en la vida es algo típico de mi signo del zodiaco. Yo soy libra, se dice que es el signo del amor. Así que me enamoré de esa profesora y entonces, habría hecho todo lo que ella me hubiera pedido”.
Aunque el piano clásico es lo que ha elegido, Freire dice que tener una mente abierta es primordial si se quieren mantener vivas la intuición y la inspiración. La música no es su única pasión: “Me encanta el cine negro, las películas de Alfred Hitchcock, de Fritz Lang, sobre todo las de los años 40 y 50. El cine es mi segunda pasión. La música es importantísima en las películas: la música y la ausencia de música, también. En las de Hitchcock por ejemplo a veces hay escenas con muchísimo suspense en las que no hay música.Y a veces, una música mala puede destruir una película, ¿verdad? Me gusta muchísimo el jazz. Ella Fitzgerald me fascina”.
Su amiga de toda la vida y compañera de dúos Martha Argerich fue quien le inició al jazz. Se conocieron cuando estudiaban piano en Viena en la década los cincuenta. “Yo tenía 15 años cuando nos conocimos. Pasamos un verano juntos, fue un verano muy especial, escuchábamos un montón de cosas. Hasta esa edad yo sólo conocía las obras de piano. Con ella aprendí muchas cosas, y sobre todo, el jazz”, explica Freire.
El virtuoso violinista francés Renaud Capuçon es el director artístico del Festival de Pascua de Aix: “Lo que me conmueve de Nelson es que duda todo el tiempo, está inmerso en una búsqueda permanente. Se pone nervioso antes del concierto. Para mí eso es una señal de que es un gran artista. Un gran artista es alguien que siempre se cuestionan a sí mismos. La certeza no es algo que me parezca esencial para ser músico. Además, a nivel humano es excepcional, porque tiene esa delicadeza reconocible en su forma de tocar, esa inteligencia, por supuesto… ¿Sabe? no hay ningún misterio: cuando los artistas conservan una carrera a ese nivel durante más de ciencuenta años, es que tienen algo que decir. No ocurre lo mismo con los artistas que aparecen y desaparecen, por eso son grandes maestros y nosotros estamos muy orgullosos de tenerles y de recibirles aquí”.
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