Fidelio, una de las obras maestras fundamentales del teatro lírico, es la única ópera de Ludwig van Beethoven, que solo encontró un tema que le inspirara operísticamente. Las tres versiones sucesivas que existen (la original de 1805, la primera revisión de 1806 y la forma final de 1814) demuestran su gran lucha con el medio.
Fidelio es, además, la materialización definitiva de la moda europea de la “ópera de rescate”, que creció tras la Revolución francesa. Un suceso ocurrido bajo el Terror inspiró el argumento de Leonor o el amor conyugal (1798), la ópera cómica de Gaveau, y el libreto de esta obra, escrito por Bouilly, sirvió de modelo para el texto de la obra de Beethoven. Como el Fidelio original parecía demasiado largo y musicalmente inmanejable, el texto se revisó en 1806 y después en 1814, cuando por fin Beethoven encontró un equilibrio practicable entre argumento, diálogos e invención musical. En todas las versiones es palpable la influencia de la ópera favorita de Beethoven, La flauta mágica, y también la de Cherubini, a quien reverenciaba por infundir nueva energía dramática a las formas clásicas.
En las críticas a Fidelio dominan dos puntos de vista. El primero elogia la grandeza lograda a pesar de la limitada gama dramática y la caracterización bidimensional; el segundo insiste en que con una música de constante expansión espiritual, Beethoven trascendió todas las convenciones operísticas para crear una obra maestra teatral sui generis.
La sobresaliente grabación de Klemperer, consecuencia de su aclamada producción en el Covent Garden, es una completa reivindicación del segundo punto de vista. Es, de hecho, una de las cumbres de la fidelidad interpretativa en la historia del disco.
seryhumano.com / Max Loppert