El bosque de la noche tiene fama de ser una gran novela escrita por una poeta, una fama apoyada en parte por la afirmación de T.S. Eliot, que escribió el prólogo de la primera edición, de que el libro atraería principalmente a los lectores de poesía.
El estilo prosístico de la obra es realmente notable, dotado de variedades del humor urbano y una especie de barroco modernista, al parecer aprendido en la poesía jacobea. Representación pionera del amor entre mujeres, El bosque de la noche resulta una lectura incómoda para quien busque imágenes positivas de la identidad lesbiana, pero por muy perturbador que sea, es un libro hilarante y lleno de estilo.
La novela, que transcurre en su mayor parte en París, relata el ir y venir cosmopolita de bohemios y exiliados en Europa. En el centro de la novela está la peligrosa figura de Robin Vote, que más o menos destroza a su esposo, Felix Volkbein, a su hijo Guido y a las dos mujeres que la aman, Nora Flood y Jenny Petherbridge. Como contrapeso al encanto destructor de Robin, el doctor Matthew O’Connor administra el poder curativo de unos monólogos perturbadoramente extravagantes.
Lo que al principio parecen hinchados ejercicios de retórica porque sí, se revelan gradualmente como desviaciones humanas de un sufrimiento que, de lo contrario, amenazaría con estallar. Los esfuerzos poco ortodoxos del doctor quedan finalmente reducidos a escombros por los engranajes de esta oscura fábula. Un libro para leer muchas veces.
Barnes escribió en1936, sobre relaciones lésbicas, que ella veía como narcisistas: “Un hombre es otra persona, una mujer eres tú misma”.
seryhumano.com / Drew Milne