Es por Ti, por el amor que me has mostrado
Es por Ti, porque tu amor me ha perdonado
Es por Ti, si algo he logrado…
Marcos Witt
Dios actúa de manera misteriosa y según mi adorado Og Mandino, suele jugar con nosotros al ajedrez de cuando en cuando. No sé cuál de las dos afirmaciones sea la más válida, lo que si doy fe es que ambas las he vivido. El año 2011 lo catalogué como un punto y aparte de mi historia personal, y a lo que va del 2012 sigo pensando lo mismo.
Una de las experiencias más enriquecedoras del pasado año fue sin lugar a dudas la gastritis, la cual se presentó en mi vida como un Reflujo Gastroesofágico a mitad de noche que para explicarlo coloquialmente, se siente como una mecha prendida que empieza en la boca del estómago hasta los dientes, que al final es lo único que logras palpar, de tanto que se aprietan y es cuando tratas de entender, si es que te está dando un infarto o es que tienes un dragón atrapado en la panza desde hace tiempo, y no te has dado cuenta.
En fin, esa madrugada del viernes me levanté y sin ni siquiera poder tomar agua, me vestí y a primera hora estaba en el consultorio médico de la empresa, es allí que sin mucho preámbulo me informaron el diagnóstico prescrito al principio y de cabeza me lanzaron a un gastroenterólogo.
Tres días más tarde, con el susto atrapado en la laringe y aun preguntándome si en verdad no era un dragón que tenia metido en la panza tal cual comiquita, fui a la gastro, una doctora recomendada por unos de mis mejores amigos en donde Dios me estaba esperando para hacerme una invitación crucial: me invitó a cambiar el camino que estaba siguiendo.
Tres meses después de tomar medicinas religiosamente, hacer una dieta súper estricta, bajar la velocidad en mis acciones y luego de una horrorosa endoscopia, salió el diagnóstico que ya me suponía pero no con tan alta dosis de imaginación: en mi estómago no había un feroz dragón, sino una simple y cotidiana bacteria que desde ese entonces llamo cariñosamente Pilly.
Mi nueva “mascota” Pilly llegó a mi vida con un simple objetivo, recordarme que Dios me quería haciendo otras cosas y mirarlas desde otras perspectivas.
¿No qué Dios actúa de manera misteriosa? Pues, así es.
Con el reconocimiento de Pilly en mi organismo, el camino a seguir fue simple: ¡cambie mis hábitos alimenticios, emocionales y espirituales! ¿Sencillo verdad? ¡Si Luis! Pues no. No lo fue.
Hace ya un año de eso y les cuento que he rebajado 17 kilos en mi cuerpo físico y como 30 en mi cuerpo emocional…. Cada uno de esos kilos los sufrí, los llore, los vi partir, los desgarre y sobre todos los aprendí. Y, es en ese aprendizaje, en una tarde de esas en que Dios se puso a jugar ajedrez conmigo utilizando a mi gastro una vez más para hacerme otra invitación, -esta vez de índole espiritual – y por medio del tan de moda Pin (Blackberry), en donde publiqué una foto de un templo en mi visita el viernes santo, fue que llegó una recomendación para asistir a una iglesia cerca de mi casa los miércoles a las 7 de la noche para la adoración al Santísimo.
La adoración al Santísimo para quienes no comulgan la religión católica, es aquella oración litúrgica que se realiza frente al Santísimo Sacramento, cuando éste es expuesto por el sacerdote.
Fue así que en pleno estrés rutinario llegue a mi casa, me bañé, me cambié y fui a la iglesia. Al llegar a la misma noté que estaba todo oscuro, las personas llegaban, se sentaban en silencio, unos se arrodillaban, otros se sentaban, mientras tanto una señora adornaba el altar; luego un señor excusó al padre quien estaba en una asamblea fuera de Maracaibo. Éste comenzó a orar y de repente arrancó la música… siendo en ese momento simplemente donde me encontré, lo encontré y agradecí…
Es que el agradecimiento camina de la mano de los niños, ora en el silencio de los ancianos y se mete a martillazos en la piel de los adultos; porque la experiencia de expresar “Gracias” desde los dientes, con parpadeo y entre lengua, es uno de los gestos humanos más liberadores a nivel de alma.
Cuando nos percatamos que algo o alguien llegó a nuestras vidas para establecer un antes y un después de la misma, lo primero que hacemos es dar las gracias; al Ser supremo, a Dios, al Universo, al cosmos o incluso a la representación que tenemos de nosotros mismos. Porque cuando el simple gesto de agradecer va más allá de buenos modales, nos estamos topando con lo que conozco como trascendencia, la cual se llega desde pasar por los 4 pasos básicos que implica un cambio desde adentro: comprender, perdonar, agradecer y bendecir.
Todos a medida que vamos cambiando la piel en este proceso, que se lleva el de ir convirtiéndonos como seres humanos, pasamos por momentos, circunstancias que nos hacen llorar lágrimas de olvido, vomitar los escombros emocionales, golpear la ira sumergida en donde dejamos de recordar el acto de cerrar los ojos para dormir y de manera sencilla simplemente no estar en paz.
La paz, _para mí _ es esa sincronía casi perfecta entre lo que soy, lo que creen los demás que soy, lo que quiere Dios que sea; así como el cuento que me digo a diario de lo que imagino ser.
En ese ir y venir desquiciado de nuestra personalidad, perdemos el norte psicológico de nuestros sentidos para caer en la tan nombrada crisis. Que en cualquiera de sus formas o etiquetas nos llevan a ejecutar al otro ser humano que “nos causó” tan desagradable experiencia que nos cambió los planes sin aviso y desmaquilló los sentimientos sin protesta.
Las crisis emocionales son algo así como un juego de tenis que debe definirse por un tie-break (desempate) sin fecha establecida de culminación, ya que las mismas están definidas por la capacidad de tolerancia que poseemos cada uno y allí es que la cosa se pone sabrosa.
Pero ¿qué determina la tolerancia en cada individuo? El inverso proporcional de su amor propio; si está medido por milímetros, su tolerancia al sufrimiento es medido por kilómetros, es decir, a menor amor propio mas disfrutamos de la crisis hasta llegar al hecho de acostumbrarnos a vivir desde el conflicto interno.
Hasta que Dios le habla a nuestra alma de cualquier manera, como por ejemplo, por medio de una bacteria, para decirnos que la vida es para pasarla bien, para reír a carcajadas, para amar a quien nos ama, y soltar a quien no lo hace de manera sana, pero sobre todo, Dios nos canta por medio del proceso liberador del agradecimiento, el cual no llega hasta que comprendamos que todo lo que pasa es lo que tiene que pasar, que el pasado ya se fue, el futuro no ha llegado, que las personas que hemos conocido han sido las exactas para interpretar los papeles protagónicos en nuestra historia de vida, que cada palabra corre por nuestras venas, que cada gesto se mezcla en la cera de nuestros oídos, que cada discusión suda la ira y se desecha en cada lágrima con que limpiamos la tristeza; entonces allí, en ese mágico despertar de la conciencia perdonas, agradeces, y bendices para honrar la fe, tu fe, que mas allá de cualquier dolor físico o emocional, se levanta a punta de esperanza y con las alas del Espíritu Santo alzas vuelo para no volver atrás, para rescatar el amor propio, abrazar la dignidad, trascender y finalmente evolucionar.
Ser y Humano.com / Morelba del Valle Martínez Inciarte (Para El Espíritu Santo quien le da sentido a mis palabras)
Fotos: Google