Estar constantemente comunicados con los demás, actualizar cada detalle noticiable, hacer scroll sin cesar en las redes sociales y no perderse ni una última hora de las noticias. La adicción a la información es hoy una realidad generalizada. Y decimos a la información, no a Internet, pues la red de redes es la plataforma que posibilita dicha necesidad. De hecho, según un informe del Instituto de Investigación VINT Sogeti, la diferencia entre los medios viejos y nuevos ya no existirá en 2020, sino que solo se hablará de “el medio”. En pocos años, concluye, todos seremos adictos a la información. ¿Pero a qué se debe esa sed de noticias, de actualizaciones de estado, de conexión, si hace apenas una década podíamos vivir sin las herramientas informativas actuales?
De Hábito a Necesidad
Según el doctor Larry D. Rosen, catedrático de la Universidad Estatal de California (EE.UU.), educador y experto en psicología tecnológica, dicho hábito se produce “¡porque podemos!”. “Con solo apretar un botón o deslizarnos en la pantalla podemos actualizarnos, no volvernos caducos. Es muy tentador”, admite. El resultado, dentro del ruido incesante, es una especie de alivio, de sensación reconfortante que, paralelamente, causa estrés, ansiedad y, en un caso extremo, adicción. “Hemos creado, gracias a los dispositivos de hoy en día, una especie de memoria externa que nos dice que no necesitamos recordar absolutamente todo (o incluso muy poco) porque gozamos de un acceso constante a las fuentes 24 horas, 7 días por semana, 365 días al año”, añade Rosen, que publicó el libro ¡Desorden!: entender nuestra obsesión con la tecnología. Con ello, los seres humanos hemos ganado una enciclopedia universal a expensas de ciertas partes de nuestro cerebro menos dedicadas a la reflexión, al análisis profundo, al silencio puro y duro.
Tensión, Placer… Y Carencia
Para los expertos, la adicción a la información _aun sin tratarse de una sustancia_ es similar a la drogadicción: tensión en la espera, placer efímero y una carencia posterior. Se necesita más una y otra vez. La avidez de saberlo todo, investigar y no perderse ni un detalle de la actualidad se convierte en una obsesión que perjudica “nuestro rol familiar, las relaciones con nuestros amigos e incluso nuestra eficiencia laboral”. La hipervigilancia – roza la hipnosis- se vuelve entonces compulsiva y peligrosa. “Nuestra mente se ve forzada a atender una multitud de tareas instantáneas, se siente bombardeada y no descansa”, explica Rosen, para quien somos víctimas de “una atención parcial continua que atormenta nuestra existencia. Convertirse en 2el que todo lo sabe” se vuelve en nuestra contra: necesitamos encontrar formas de concentración y no caer en la trampa de hacer todo al mismo tiempo.
¿Puede ser el silencio un buen aliado? ¿Es posible encontrarlo aunque lo hayamos abandonado hace tiempo? “Forma ya parte de nuestro pasado, hay que volver a encontrarlo de vez en cuando.” Nuestro cerebro necesita descansar del exceso de información y de la ingente masa de actualizaciones. Si bien estos elementos lo activan de una forma única, no puede, ni debe, aguantar el ritmo sin pausa.
Estamos faltos de nuestro tiempo, debemos “desconectar cada dos horas, aunque sea para respirar quince minutos”. Caminar en medio de la naturaleza, mirar el cielo, tomar un baño, hacer un puzle o charlar con un amigo (¡offline!). Un truco, el fantástico y efectivo modo avión.
seryhumano.com / Ariane Basaguren