El Ser y YO

“Uno se asemeja al pensamiento que concibe

Goethe

En 1985, Bill y yo fuimos a China con un grupo de diecisiete personas. Al ir transcurriendo las semanas, sentimos que nos irritaban más y más algunos individuos de nuestro grupo, Cuando estábamos los dos solos, rezongábamos y refunfuñábamos de ellos, como un par de viejos gruñones.

Cuando volvimos a casa, nos dimos cuenta de que nuestra actitud había ensombrecido nuestro viaje, y reconocimos que: “El problema éramos nosotros, no ellos. Todos ellos eran gente buena, que actuaba con la mayor naturalidad. ¿Qué derecho teníamos nosotros para constituirnos en sus jueces?” Con un ¡Ajá! (¡eso es!) ambos sentimos como si un benévolo rayo nos hubiera iluminado de repente. Nos dimos cuenta de que cuando criticamos a otros, no estamos defendiéndolos: ellos están ya definidos. A quienes estamos definiendo es a nosotros mismos, estamos expresando la clase de personas que somos.

Dos años después, mientras nos preparábamos para ir a Rusia, decidimos hacer un pequeño experimento: haríamos el firme propósito de procurar descubrir el carisma especial de cada uno de nuestros compañeros de viaje; para entonces, ya nos habíamos percatado y creíamos sin lugar a dudas que toda persona tiene un carisma especial propio. Con ese cambio de actitud, no solo el viaje a Rusia, en sí mismo, fue una delicia para nosotros, sino también una experiencia de aceptación y aprecio recíproco, que nunca habíamos experimentado entre compañeros de viaje. Nos preguntamos si una actitud de aceptación positiva es contagiosa.

La lección que aprendimos fue que uno puede decidir si quiere ser una persona negativa o positiva. Esa decisión afectará todo en su vida: relaciones, trabajo, el modo como uno se siente consigo mismo y la clase de persona que acaba por ser.

El modo de piensa – positivo o negativo – determina el color del filtro con el que uno ve y experimenta la vida. Cuando se piensa de modo positivo, se percibe la vida a través de un filtro claro y brillante. Todavía pueden verse los problemas, pero se ven también posibilidades, se ve ese rayo de sol que brilla a través de las nubes. Sencillamente la vida parece, se siente y es mejor. Cuando se piensa de modo negativo, un filtro oscuro y turbio desfigura todo lo que uno ve y hace. Y, lo peor de todo, es que cubre y oculta todos los aspectos positivos de la propia vida.

Toda cosa negativa que usted piensa, dice o hace le lesiona el espíritu. Es un lastre en sus alas que le impide volar. La negatividad influye en la persona mental, física y espiritualmente.

Como todos necesitamos y deseamos que nos quieran, también es importante recordar que las personas negativas son una compañía de la que cuesta trabajo disfrutar.

Aun después de haber decidido ser persona positiva, usted constatará que de cuando en cuando se desliza hacia pensamientos negativos. A todos nos pasa lo mismo.

Intente hacer esto:

  • Sea consciente del modo como piensa. Cuando descubra que algún pensamiento negativo se introduce subrepticiamente, dígale ¡alto!, y cambie a su “frecuencia” positiva.
  • Cuando sienta el lastre de pensamientos negativos en cuanto a los problemas y preocupaciones, y haya hecho ya todo lo que podía por remediarlos, rompa sus ataduras, imaginándose que encierra todas esas ideas en un gran globo negro. Con una mirada mental, sujete el globo por el cordón y luego déjelo ir y véalo elevarse por los aires y perderse en las alturas. Mientras flota entre las nubes, sienta cómo la mente, el cuerpo y el espíritu se sienten aliviados de ese peso. (¡A mí me encanta esa técnica! ¡Da tan buenos resultados…!)
  • Pida a alguien en quien confíe que le dé retroalimentación, cuando usted se deje llevar sin sentido por una actitud negativa.

Tener una actitud positiva o negativa ante la vida es cuestión de adquirir un hábito. El positivo es mejor.

seryhumano.com / Dottie Billington

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