Por Rossana Salas
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La suave brisa refresca mi rostro, mientras los techos de tejas susurran, entre el tiempo y los respiraderos europeos en Galicia, días soleados de verano llenos de historias. Una mañana más, llena de mitología, con sabor a mar y un gentilicio colmado de tapas y Vermut, de buen vino en cada esquina y de siglos que se entremezclan con gentes sencillas, con turistas y con miradas llenas de admiración entre tantas iglesias y ermitas que nos transporta a un pasado enigmático, universal y eterno.
Después de caminar por el muelle frente a un mar de recuerdos, las calles empedradas de Cambados me llevan al “Aleria”, del cual hablaremos más adelante, pero déjenme describirlo como un lugar enigmático o mejor dicho refugio de muchos, por lo que me atrevo a jugar y hacer una analogía etimológica con la palabra “Celta”.
Así, descubrimos que este grupo indoeuropeo (Celtas) llegó hacia el noroeste de la península ibérica a tierras bañadas por el “Rio Duero” donde se instalaron entre el 1800 al 2300 A.C. atraídos por su clima y la fluvialidad privilegiada de la zona. Parte importante de su mitología era adorar a la Diosa madre “Cal Leach”, he aquí el influjo de un matriarcado ancestral que sigue atrayendo a sus hijos desde diversos lugares para hacerles sentir su calor.
La historia no descansa, aparentemente se duerme al albor de las sociedades y su desarrollo, pero simplemente es una cuestión de percepción como todo en la vida. En Santa Tecla, vuelves al pasado, a la vida de 3000 habitantes originarios asentados en la “Guarda”, límite entre Galicia y Portugal. Aquí las ruinas también inmortalizan una civilización audaz, llena de cultura y tradiciones, de simbología llena de geometrías sagradas en sus petroglifos que más allá de asombrarnos nos conectan al origen simple y sencillo cuando los hombres y mujeres aprendían la sabiduría de la naturaleza.
Pero retornamos a Cambados un Pueblito singular, frente al mar milenario podemos observar las ruinas de una torre: San Sadorniño, que se quedó dormida en el tiempo, fue atalaya de las naves normandas que se acercaban a Compostela. Abandonada y derruida en el siglo XVIII, actualmente erosionada por los años es una sombra en el mar.
Pero mi caminata de interminables días donde no transcurren las horas me lleva nuevamente al “Aleria”, aquel lugar icónico que te transforma. Este Café-Pub, reúne a propios y foráneos, está atrapado también en el tiempo, aquí solo seres de luz son capaces de brillar por sí solos, aquí se reencuentran diversidad de personalidades que se definen en un tiempo espacio, una mirada, una sonrisa, un saludo detrás de un delicioso café, un licor, un vino, en una intrahistoria capaz de develar el mundo desde lo más íntimo del ser.
Pero este Café-Pub, no sería lo mismo sin “Tani”, su dueño, un albanés quien también apostó su historia y el peso de los recuerdos de su tierra natal, la cual tuvo que abandonar como muchos otros en la década de los 90, cuando Albania fue decretada por la ONU como un “estado de emergencia”, concluyendo este conflicto con la intervención extranjera. Como la gran mayoría de sus coterráneos, cruzo las montañas hasta llegar a la vecina Grecia y tras un periplo de varios años por otros países europeos llega a Cambados y aquí logra conciliarse con el peso de su propia historia.
“Tani”, es el hacedor de el “Aleria”, él, tal cual mago- druida, es quien ha logrado crear un espacio de sosiego que atrae y se queda en tu corazón. Aquí, todos somos ciudadanos del mundo, aquí cada quien tiene su espacio. El “Aleria” tiene vida propia, una dinámica fluctuante que se adecua a las necesidades de cada quien, es el refugio de muchos, de pintores populares como Mariña, quien si te descuidas no solo capta tu silueta, sino que es capaz de desvelarte el alma. O tal vez, puedas encontrarte a Pino Chávez, hacedor de un arte en carboncillo o tinta sin igual. Pero lo que más llama mi atención es como esta esquina de Cambados juega con la temporalidad y despierta lo más íntimo de cada ser. Aquí mis mañanas saben a delicioso café con leche, mis mediodías a un rico Vermut mixto o un Albariño y mis noches se llenan de adrenalina con el mejor ambiente que puedan encontrar.
Cuando visiten Galicia, no dejen de pasar por Cambados, la tierra del Albariño y no olviden visitar el “Aleria” y a “Tani”, quienes cambiaran la percepción de sus vidas.
seryhumano.com / Rossana Salas