El geógrafo y fisiólogo norteamericano, premio Pulitzer y ensayista de enorme éxito, analiza en su último libro el modo en que las naciones afrontan sus peores crisis y aporta soluciones basadas en la psicología
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Un manual de autoayuda para las naciones en apuros. Ese podría ser, simplificando mucho, el objetivo de Crisis. Cómo reaccionan los países en los momentos decisivos (Debate), de Jared Diamond, catedrático de Geografía en la Universidad de California (UCLA), premio Pulitzer 1998 por su ensayo Armas, gérmenes y acero y miembro de diversas academias y sociedades científicas y filosóficas.
Nacido en Boston en 1937, Diamond tiene el aspecto de un sabio clásico de los que predicaban sus conocimientos en el ágora, con una barba estilo klingon -sin bigote- y la mirada muy viva. Desliza las palabras con pausa e ironía, interpelando a su interlocutor y recurriendo insistentemente a las recetas de su último libro.
En su reciente visita a España demostró que tenía la lección aprendida sobre lo que se cuece aquí -crisis es una palabra que llevamos grapada en estos tiempos, y algunas hemos superado ya a lo largo de la historia-. Su teoría de que los países pueden sobreponerse a estos trances siguiendo la Psicología aplicada a las personas es, como mínimo, transgresora, aunque contribuye a dar un barniz de claridad y de amenidad a un contundente volumen de más de 500 páginas. Explica los casos de Finlandia, Japón, Chile, Indonesia, Alemania, Austria y Estados Unidos, donde Diamond ha tenido experiencia vital. En su opinión, son ejemplos paradigmáticos para los demás.
Hay políticos que piensan que la mejor forma de salir de una crisis es negarla. En España es casi un lugar común.
Esa es una actitud estúpida. Para resolver una crisis tanto nacional como personal el primer paso es reconocer su existencia. Tengo amigos estadounidenses que son inteligentes y creen que tenemos un problema con el clima no porque lo digan los científicos, que eso debería tener bastante peso, sino porque observan los terribles incendios forestales o las sequías que asolan California. Pero la negación no es el único motivo para alimentar una crisis. Ahí está el caso de ustedes (los españoles). Según me cuentan, aquí preocupan dos cosas: la dificultad para formar gobierno y -algo sin duda más grave- el independentismo catalán. Y nadie niega estos problemas, todo el mundo los ve.
Entonces, ¿cuál es su diagnóstico sobre la crisis institucional que sufre España? ¿Puede proponer alguna fórmula para resolverla?
A veces las dificultades se enquistan o crecen porque no hay voluntad para resolverlas. Lean mi libro [sonríe como si bromeara… o no tanto], y más concretamente sigan la recomendación de adoptar otros modelos. España no es el único país en la historia universal que ha tenido movimientos independentistas con los que lidiar. En el mundo moderno hay dos naciones que han demostrado perspicacia al enfrentarse a una situación parecida, como Holanda con Frisia, un territorio con lengua y rasgos culturales diferentes de la mayoría neerlandesa, y Suiza, que para mí supone un éxito completo. En España hay castellanos, catalanes, vascos y gallegos; Suiza es una confederación multilingüe con cuatro idiomas oficiales: alemán, francés, italiano y romanche, y su constitución establece una presidencia rotatoria entre estos grupos. El pulso secesionista en Quebec -una región grande y rica como Cataluña- quedó resuelto, al menos por unos cuantos años. Nueva Zelanda ha tenido problemas también, lo mismo que Alemania con la parte del Este e Italia con el Sur. Es decir, lo de España no es una anomalía. Ayudaría que en su país hubiera en estos momentos un presidente de Gobierno catalán.
Otra de las fórmulas que usted propone para vencer una crisis es alentar la identidad nacional, el orgullo colectivo, pero eso tiene el peligro de desembocar en nacionalismo.
Por supuesto que sí. El nacionalismo, como tantas cosas en la vida, puede tener efectos buenos y también perniciosos. Su eclosión en Alemania entre 1933 y 1945 acarreó unas consecuencias trágicas, lo mismo que en Japón, con el coste de millones de vidas humanas. Pero el nacionalismo es importante a la hora de aunar a la gente. La población en España es de unos 47 millones de personas, ¿no es cierto? Bien. ¿Cuántos españoles cree que conoce usted? ¿Un millar?
Bastante menos. Un par de cientos.
Los que sean. El resto no los conoce, pero son paisanos suyos, ¿no?, puede salir a la calle y no le atacan precisamente por ese espíritu de pertenencia que beneficia la convivencia en paz. A ese futuro hay que aspirar con Cataluña, sin renunciar a la identidad de unos y otros, pero entendiendo que todos son españoles, europeos y ciudadanos del mundo.
Doce estrategias
En la parte final del libro, Jared Diamond establece doce «consejos» extraídos de la Psicología como hoja de ruta para los países en situación delicada. Algunos ya los hemos apuntado. En resumen: reconocimiento de encontrarse en una situación de crisis; asunción de la responsabilidad, evitando el victimismo y la autocompasión; construcción de un cercado para que los cambios sean selectivos, haciendo que políticas nacionales importantes queden fuera de la discusión; ayuda de otros países; adopción de modelos; identidad nacional; autoevaluación honesta, algo que no siempre es fácil por los intereses de los líderes; experiencia histórica de crisis nacionales anteriores; paciencia ante los fracasos; flexibilidad en las economías; valores fundamentales -el código moral de un país es igual al de una persona- y ausencia de condicionamientos geopolíticos que puedan limitar los cambios.
Vivimos en un mundo profundamente interrelacionado, donde la crisis en un país concreto puede contagiar al resto. ¿Esa ósmosis no complica las soluciones? ¿No es demasiado simple elevar a nivel global unas estrategias de salvación personales?
El punto de partida es lógico porque las naciones están formadas por personas, no son entes abstractos. Y claro que la posibilidad de contagio es hoy mucho mayor. La característica más privativa de nuestro mundo es que, por primera vez en la historia, es posible destruir la humanidad por completo. En la gran crisis que está por venir todos vamos a caer juntos o a salvarnos juntos. Es imposible que Estados Unidos, España y Japón sean ricos al mismo tiempo que Malawi y Laos son pobres. La única manera de que el mundo sea un lugar estable es que todos tengamos un nivel de vida decente.
En uno de los capítulos de su libro habla de las amenazas futuras, poniendo el foco en la nuclear y la ecológica. Precisamente hace poco tuvo usted una conversación con David Wallace-Wells, autor de «El planeta inhóspito», un ensayo apocalíptico.
Evidentemente el cambio climático es uno de los problemas más importantes a los que se enfrenta nuestro planeta. Puede que no nos mate a todos, pero provocará que tengamos una vida imposible, porque el abanico de problemas es enorme: subida del nivel del mar, productividad decreciente por pérdida de recursos naturales, hambrunas, enfermedades tropicales, sequías, destrucción de las barreras de coral que protegen las costas…
Explica el caso de superación chileno tras la dictadura de Pinochet, aunque el «Chile para todos los chilenos» significó actuar con cautela al enjuiciar a los torturadores y asesinos de aquella época. ¿Cómo se entiende la situación tumultuosa que está viviendo ahora ese país?
Sencillo. Solemos tener la expectativa un poco ingenua de que resuelves un problema y vas a ser feliz para siempre, pero la vida nos enseña que eso no es cierto. Ocurre en los individuos y en las naciones. Chile solucionó bien los problemas políticos derivados del golpe de Estado de 1973, pero las desigualdades no han desaparecido. Desde luego, yo no esperaba estos disturbios tan violentos, y la mayoría de los chilenos probablemente tampoco. Cuando la gente se levanta de esta manera y el ejército pone orden en las calles, es inevitable evocar acontecimientos pasados.
Si desea seguir leyendo la interesante entrevista a Jared Diamond entre al siguiente link.
El selecto club de los pensadores superventas
Jared Diamond pertenece a un grupo de ensayistas que ha colocado un género -tradicionalmente a remolque de la narrativa- en el apartado de «best sellers». Por citar algunos de los más relevantes, encontramos autores como Yuval Noah Harari, historiador israelí, con títulos como «Sapiens», «Homo Deus» y «21 lecciones para el siglo XXI»; el psicólogo canadiense Steven Pinker («El instinto del lenguaje», «Cómo funciona la mente», «Palabras y reglas» y «La tabla rasa»); el periodista norteamericano Richard Rhodes, premio Pulitzer por su obra «The Making of the Atomic Bomb»; o la naturalista estadounidense Diane Ackerman, que ha alcanzado fama por «Una Historia Natural de los Sentidos» y «Una Historia Natural del Amor».
Escritores superventas en una época de pensamiento líquido, lo que no deja de ser asombroso. Diamond, el más veterano de todos ellos, ha recibido encendidos elogios de los demás. Harari considera que su última obra es «un recorrido sorprendente por el modo en que las naciones afrontan sus peores crisis». Ackerman agradece «un libro tan erudito como hermoso», y Pinker cree que de Diamond «podemos extraer lecciones de un valor incalculable en estos tiempos tan difíciles».
«¿La decisión más desastrosa que ha tomado un país? No me ponga usted en este brete, hay miles de ejemplos, es imposible quedarse con uno», señala Diamond. «El ciclo de Alemania en la primera mitad del siglo XX es tremendo, pero cualquiera tiene cosas de qué avergonzarse». En cambio, no duda en valorar el «supremo esfuerzo» de Finlandia por levantarse después de tres guerras sucesivas.
seryhumano.com
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