No cumplimos con nuestro destino a base de imitar a otros.
Anónimo
Para la mayoría de nosotros, nuestra meta apasionante durante la adolescencia era ser aceptados e impresionar a los demás. Teníamos que ponernos la ropa “debida” y hacer las cosas “en boga” (“in”), para que los demás jóvenes de nuestra edad pensaran que éramos simpáticos, o al menos, que “estábamos bien” (“OK”).
Aun ahora, a punto de entrar a la edad de la madurez y más allá, ¿no siente usted todavía cierta presión a conformarse? ¿Siente a veces como si amigos, familia, trabajo, iglesia o comunidad le presionan con cierta incomodidad para que piense, se vista y actúe a su modo, dejándole con cierto sentimiento de incomodidad de ser tal como realmente es?
Sin embargo, para continuar nuestro viaje rumbo a la madurez plena, debemos rebasar la conformidad y llegar a la posconformidad de adultos que de veras se actualizan. No cumplimos con nuestro destino a base de imitar a otros. La madurez se produce solo cuando el satisfacer las normas que nosotros mismos hemos fijado se hace más importante que la reputación, la apariencia, la posición en sociedad, o el afán de impresionar a los demás. Madurez significa cambiar, de fundamentar nuestras ideas sobre la verdad en lo que las “autoridades” dicen, a mirar con cuidado diversos puntos de vista y luego formarnos el propio. Significa quitarnos la máscara, las pretensiones, el falso orgullo. Significa volvernos auténticos, pura y únicamente, nosotros mismos.
Mi esposo Bill pasó por una temporada en que todos sus amigos y colegas eran golfistas consagrados. Él lo intentó durante un tiempo, pero no pudo despertar en él un verdadero entusiasmo, y pronto se encontró temiendo los juegos semanales de golf y deseando poder usar ese tiempo en hacer las cosas que realmente le encantaban, como realizar caminatas en las montañas, o ponerse al corriente en sus lecturas. Por fin, al percatarse de que no era sincero consigo mismo, y que lo hacía solo para encontrar cabida y aceptación. Para complacer a otros, dejó de jugar.
Como escribió el filósofo danés Kierkegaard: “La desesperación más común es… el no decidir, o desear ser uno mismo…La forma más profunda de desesperación es decidir ser otro distinto de uno mismo”.
Tómese un tiempo para pensar en esto: sus huellas digitales y sus genes, su personalidad y su mente, sus habilidades e intereses son suyos y de nadie más. Nadie más en la Tierra se acerca siquiera a ser su doble. Usted es único. Es especial. Y ese es un tesoro que debe valorar… y proteger. El propósito de usted al existir fue que hiciera una cosa en la vida: llegar a ser su auténtico yo.
Para llegar a ser plenamente usted mismo, no siga por la senda de otro. Use la sabiduría de su cuerpo, mente y espíritu, para encontrar y seguir su propia senda.
La mayoría de nosotros hemos sido formados para conformarnos y ajustar bien. En cierto sentido -no cabe duda- eso es necesario: una sociedad armónica que requiere que sus ciudadanos sigan ciertas leyes y normas de decencia y consideración. En la mayor parte de los aspectos de la vida, como trabajo, familia y comunidad, necesitamos conformarnos en algunos aspectos, para que las cosas procedan sin tropiezo.
Pero la ventaja de la conformidad termina ahí.
- Sea usted mismo, porque ahí es donde reside su carisma.
- ¡Permita que su estilo propio resplandezca!
- Deshágase de la necesidad de conformarse, y permita que emerja su verdadero yo… en forma radiante.
En su estudio de mujeres llenas de vitalidad, que tenían edades entre los setenta y los ochenta años, Cecile Hurwich descubrió que nueve de cada diez de ellas decían ser más felices entonces, que en ningún otro momento de su vida. Hurwich comprobó que cada una de esas mujeres llenas de vitalidad, marchaban al ritmo de su propio tambor, rehusándose a conformarse con el estereotipo que tenía la sociedad sobre el modo como las mujeres de mayor edad deberían comportarse, y que no era nada encomiable para su intelecto, ¡Eso es algo en lo que hay que pensar!
Otra cosa en qué pensar es: si usted decide conformarse, ¿a quién va a copiar? Si la moría de los hombres y mujeres de edad madura, en los países industrializados, tienen alta presión arterial, ¿debería también tenerla usted? En otras palabras, si decidimos conformarnos, ¿no sería una buena idea saber conscientemente con quién y con qué nos vamos a conformar?
Todos somos heréticos para alguien. No es necesario que todos aprueben lo que es usted. Ninguno de nosotros tiene un índice del 100% de aprobación, ser plenamente uno mismo y que nos guste quienes somos: un individuo radiantemente único. Y… si no ahora, ¿cuándo…?
Cada uno de nosotros existe para cumplir con una misión especial, con una tarea que no corresponde a nadie más.
R. Kirten-Daiensai
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seryhumano.com / Dottie Billington
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