Ser Saludable

Por Andrés Landaeta
Sentir malestar emocionalmente es común en la sociedad actual
Sentir malestar emocionalmente es algo común en la sociedad actual

Para la mayoría de las personas, la vida es como un río, con tramos donde el caudal se intensifica y decae, y otras donde el agua entra en reposo y sosiego, todo esto a un ritmo inconstante e impredecible.

La mayoría de las veces seguir esta corriente conlleva a sortear los problemas e inconvenientes con el propósito de poder vivir y lograr los objetivos y metas planteados. Y es que, cuando decidimos hacernos cargo de nuestra propia vida, inevitablemente aceptamos enfrentarnos con los vaivenes que vienen con ella.

Esta circunstancia es compleja; y se relaciona de forma estrecha con vericuetos personales y sociales tan diversos como la vida familiar, los estudios, el trabajo, la relación de pareja, la crianza de los hijos, las relaciones interpersonales, entre otras. La problemática en cualquiera de esos aspectos de la vida puede dar origen a lo que se conoce con el nombre de malestar emocional.

En este post profundizaremos sobre qué es este malestar emocional. De dónde proviene y cómo suele manifestarse, así como el alcance que llega a tener sobre el día a día de quien lo sufre. En la última parte se hablará sobre su manejo terapéutico.

¿Qué es el malestar emocional?

El malestar emocional es un término amplio y complejo, que se ha usado profusamente en los ámbitos de la psicología clínica y de la investigación, pero que muchas veces no ha sido definido de una forma clara. Por tal motivo, en ocasiones existe cierta confusión al tratar de referirnos al mismo, e incluso se solapan los límites que lo separan de lo que viene a ser un trastorno psicológico. Es importante saber que una enorme mayoría de los problemas en el área de la salud mental ocurren con algún grado de malestar emocional, pero la presencia aislada de este último no supone siempre una psicopatología.

La primera aproximación al término «malestar emocional» implica reconocer que la experiencia, bastante subjetiva, por cierto, no significa de ninguna manera que el individuo esté atravesando por algún trastorno mental, sino que simplemente está representando afectivamente situaciones cotidianas que le reportan cierto sufrimiento o preocupación. En este supuesto, la respuesta afectiva no alcanzaría la intensidad necesaria para satisfacer los criterios diagnósticos, pero si para que se viva con azoramiento y pesar.

Quienes sufren malestar emocional utilizan de forma explícita frases como «me siento mal«, «tengo un down» o «estoy agotado» para describir su experiencia; la cual suele ser el resultado de algún acontecimiento aislado y reconocible o de la acumulación de varios de ellos en un periodo temporal discreto. En todo caso, se indica una una pérdida en la sensación de bienestar respecto a un momento anterior, y en general el sujeto se percibe desposeído de la alegría que otrora fue capaz de sentir en propia piel.

En algunas ocasiones incluso no se puede identificar cuál ha sido el detonante, por lo que se añade cierta desorientación.

Cuando se profundiza en las sensaciones más allá de lo emocional, con frecuencia se refiere la existencia de síntomas físicos para los que no se encuentra un origen que los explique. Por ejemplo: dolores de cabeza, problemas digestivos, molestias y contracturas musculares, entre otros. Todo ello amerita una exploración física que raramente aporta un hallazgo capaz de solucionarlos y que muy habitualmente precipita el uso de medicamentos que no atajan el «núcleo» de lo que realmente los motiva.

Estos síntomas físicos indefinidos y difusos se pueden acompañar de matices íntimos de una enorme importancia existencial, tales como la tristeza, la sombra de un «vacío interior» que provoca desasosiego y una constante vivencia de nerviosismo o irritabilidad. A medida que el tiempo discurre es común que la preocupación se acentúe y surjan otras problemáticas, como el insomnio o una fatiga persistente. Es en tal punto evolutivo del malestar emocional donde existe un riesgo mayor de que trascienda a un cuadro psicopatológico más estructurado y de mayor relevancia clínica (sobre todo depresión y ansiedad).

El malestar emocional se estima, según diversos estudios entre un 30% a un 60% de las personas que acuden a médicos de atención primaria. Es más frecuente en mujeres que en hombres, 70% en el primer caso, tal discrepancia obedece a formas distintas de tratar las emociones y a la potencial existencia de estresores diferentes entre ambos grupos, ellas más «implicadas» en las tareas de cuidado que se añaden a su responsabilidad laboral.

Resulta habitual que el problema no se pueda detectar a tiempo, de modo que se instaure con firmeza o que avance a un trastorno completo, además de motivar la hiperfrecuentación al médico de cabecera o a otros especialistas.

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¿Por qué ocurre el malestar emocional?

Cuando se vive con un grado alto de malestar emocional esto redunda en una erosión severa de la calidad de vida y de todas las dimensiones que conforman la realidad del ser humano: desde la social a la individual. Lo realmente cierto es que, pese a no ser un trastorno como tal, el síntoma que nos ocupa precipita también un menoscabo en la autoimagen que altera el normal desarrollo de proyectos personalmente significativos.

A continuación, repasamos solo algunos de los motivos elementales por los que una persona podría padecer tal circunstancia. No obstante, se ha de señalar que sus causas potenciales son virtualmente infinitas, dado que dependen de la manera en que el individuo construye su propio mundo.

1. Problemas académicos

Los problemas académicos son generadores de malestar emocional en especial durante la adolescencia, pues es el periodo evolutivo en el que los fracasos en esta área pueden tener mayor impacto sobre el bienestar. La dificultad para obtener los resultados deseados, la creencia de que no se dispone de recursos suficientes para hacer frente a las progresivas exigencias del sistema educativo son causas frecuentes de sufrimiento en esta etapa madurativa. También la carga excesiva de responsabilidad, y la evaluación periódica del rendimiento.

2. Problemas laborales

El ámbito del trabajo ha sido un claro motivo de malestar emocional para millones de personas en todo el mundo. Desde las barreras que los jóvenes deben sortear para acceder a puestos de trabajo estables, a la interminable situación de desempleo en la que se sumergen infinidad de personas a partir de la cuarta década de la vida.

También es frecuente que circunstancias tales como la precariedad, la sobrecarga en el lugar de trabajo o los salarios insuficientes se puedan erigir como motivos de tal sufrimiento.

3. Problemas familiares

La presencia de problemas familiares de muy diverso tipo, pero especialmente los conflictos entre los miembros del grupo, generan mucho dolor afectivo a las personas implicadas.

Entre tales situaciones pueden hallarse carencias de tipo material, dificultades para el acceso a una vivienda, trastornos psicológicos u orgánicos en cualquiera de las personas que forman parte de la unidad o discusiones entre las partes que no encuentran ningún punto de acuerdo a partir del cual solventarse. También, por último, es común el malestar emocional en los casos en que la distribución de las tareas es injusta o desequilibrada.

4. Problemas de pareja

Los problemas relacionales, podrían ser una causa tácita de malestar emocional. En este caso participan un sinfín de variables, las cuales se relacionan con la satisfacción de las expectativas románticas o con desavenencias sobre aspectos importantes de la convivencia.

El mantenimiento de un vínculo insatisfactorio por temor a la soledad, o cualquier otra causa adicional, es una de las causas por las que más habitualmente emerge esta situación en el seno de una pareja.

5. Exceso de responsabilidad

Las situaciones de sobrecarga familiar, laboral o personal, se postularon durante largo tiempo como uno de los factores que subyacen al referir malestar emocional.

Y es bien cierto que la percepción íntima de que nuestras responsabilidades exceden nuestros recursos, o que las tareas que se nos «exigen» entran en oposición frontal entre sí, conectan de forma directa con el fenómeno. Lo indicado se acentúa cuando la persona, además, se ve obligada a desprenderse de su tiempo de ocio o esparcimiento.

6. Problemas sociales

Las dificultades para establecer relaciones de calidad con nuestro grupo de iguales, o con el equipo de trabajo, son señaladas con mucha frecuencia como potentísimos detonantes del problema que nos ocupa. La renuencia a pedir ayuda, o a solicitar colaboración, pueden estar también en su base.

En cualquier caso, hoy en día se sabe que una insuficiente red de apoyo social es un factor de riesgo en lo concerniente al malestar emocional, al igual que la soledad indeseada («impuesta» por las circunstancias). Las experiencias de rechazo, de desarraigo u ostracismo, también generan malestar emocional.

7. Problemas de salud

Los problemas de salud, y más concretamente enfermedades graves/crónicas, se han alzado en los últimos años como el ámbito de la vida en el que más comúnmente se ha investigado en lo relativo al malestar emocional.

Sabemos que el diagnóstico de una patología relevante, el proceso de recuperación de la salud, el uso de ciertos fármacos y las adaptaciones en los roles cotidianos, suponen una sucesión de retos personales en los que llega a concurrir una lucha interior. En los casos en que este malestar alcanza la entidad de un trastorno mental, es ineludible la participación de un psicólogo.

¿Cómo se puede manejar el malestar emocional?

Todas las situaciones que se han mostrado generan, potencialmente, un importante sufrimiento psicológico. Pese a que en los primeros momentos este no alcance la intensidad necesaria para ser considerado un trastorno psicológico, se prevé que evolucione a un cuadro de ansiedad o depresión si no se articulan ciertas estrategias para su adecuado manejo.

Es por ello muy importante la búsqueda del apoyo y orientación de un profesional, que ayude en la elaboración de un buen diagnóstico y su correspondiente tratamiento.

Aumentar los conocimientos sobre inteligencia emocional y aprender a autorregular el modo en que se viven, es un objetivo clave, pues se traduce en una mayor capacidad de conocer, reconocer, aceptar, identificar, discriminar, reparar, comunicar y usar cada una de ellas; de forma que se optimice la gestión de las experiencias internas. A partir de ello la persona adquiere la habilidad de profundizar en sus necesidades y anhelos, siendo este un primer paso esencial para construir una cotidianidad confortable.

Además de ello puede ser interesante que se ayude a la persona a diseñar procedimientos dirigidos a la solución de problemas y toma de decisiones, puesto que muchas veces las «malas» elecciones han funcionado como detonantes principales a la situación adversa que se pueda estar viviendo.

El diseño, aplicación y seguimiento de estás estrategias implican también enseñar a la persona a describir adecuadamente los problemas, ayudarle con la generación de alternativas, valorar todas las vías de acción y comprometerse con la solución que se haya seleccionado. Esta técnica ha llegado a demostrar su eficacia como recurso para la prevención de la depresión o la ansiedad en el caso de personas en situaciones concretas de vulnerabilidad.

Por último, potenciar las habilidades sociales de las que dispone la persona (y sobre todo la asertividad) ayuda a disminuir notablemente el malestar emocional.

De esta manera resulta posible dotar al individuo de capacidades comunicativas apropiadas, con el fin de que pueda mediar con éxito en todas las situaciones cuyo objeto sea el alivio de responsabilidades o la búsqueda de acuerdo para dar solución a los conflictos persistentes.

seryhumano.com / Andrés Landaeta*

*Coach y facilitador de talleres en el área de crecimiento y desarrollo personal.

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