“La mente humana, una vez dilatada hasta una nueva idea, nunca regresa a sus dimensiones originales.” Oliver Wendall Holmes

¿Qué tan bien nos comunicamos los estadounidenses? ¿En realidad nos escuchamos mutuamente? El gran físico David Bohm, en su influyente libro Acerca del diálogo, observa que en nuestra sociedad de competencia y de alta velocidad, hemos perdido la capacidad de dialogar.
Lo que tenemos en vez de diálogo son discusiones, que es una palabra con la misma raíz de persecución y concusión. Lo que realmente hacemos es lanzarnos de golpe ideas, unos a otros, como en un juego de ping-pong, compitiendo por convencer al interlocutor de que nuestras ideas y opiniones son correctas.
Mientras el otro habla, en vez de escucharlo para entender su punto de vista, estamos haciendo planes para rebatirlo. En realidad, no queremos oír nada que pueda diferir de nuestras propias ideas.
Cuatro personas conocidas cenaban juntas, y la conversación se volvió hacia el tema de legalizar la marihuana. Jorge dijo:
__ Bueno, el dinero que nos ahorraría en la aplicación de la ley podría aprovecharse para educación contra las drogas.
Sally protestó:
__ ¡No! ¡No hay excusa posible para legitimar una droga!
Esteban y Teresa trataron de dar su opinión, pero mientras hablaban, Sally sacudía la cabeza y fruncí el ceño, rehusándose a escuchar opiniones diversas. En esa discusión, nadie pudo aprender o progresar en su comprensión del tema.
En cambio, la raíz griega del diálogo designa un libre flujo de significado entre las personas. Nos esforzamos por aprender los puntos de vista de los demás, para adquirir _juntos_ una nueva percepción y niveles más altos de comprensión.
En un diálogo, todos ganan.
Por ejemplo, Ron y Diana, padres de dos hijos jóvenes, ingresaron a un grupo de padres de familia de una junta escolar. Ron expuso sus dudas acerca de dar tundas a sus hijos. Como cada persona había llegado, por su parte, a formarse opiniones firmes al respecto, cada cual ofreció ideas acerca de si los padres debían o no dar tundas a sus hijos, y de ser así, cuándo y por qué motivo hacerlo.
Todos escucharon con interés y respeto las ideas de los demás, y en esa forma se desarrolló un diálogo vigoroso, perspicaz y luminoso. Todos se fueron a sus casas sintiéndose más conocedores del tema, y conscientes de que ese asunto era complejo, como muchos otros semejantes.
No hay respuestas simples y bien definidas, y el mejor modo de aprender es escuchar todas las perspectivas.
El gran físico Werner Heisenberg, conocido por su principio de indeterminación, atribuye a una vida entera de diálogos con los científicos brillantes, como Pauli, Einstein y Bohr, el que hayan influido profundamente y hayan extendido los horizontes de su pensamiento.
Aunque cada uno tenía ideas firmes, y a veces contrarias a las de los otros, por medio del diálogo todos ampliaban su compresión de la ciencia. Si cada uno se hubiera plantado inmóvil en su postura, e insistido en que él _ y solo él_ era el poseedor de la verdad, rehusándose a escuchar y a respetar las ideas ajenas, todos _ y con ellos el mundo entero_ habrían saliendo perdiendo.
Dialogar es como sumar los cocientes intelectuales (IQ) de todos los participantes para producir una mente más grande e intuiciones más profundas que las que no podría concebir.
Tómese un momento para pensar en esto: como nos identificamos con nuestras opiniones, tendemos a defenderlas enérgicamente. Pero, si su opinión es concreta, no necesita defensa, y si es errónea, ¿de qué sirve defenderla? En vez de argumentar, procure escuchar y entender las razones de la otra persona, para pensar como lo hace. Le sorprenderá lo mucho que usted puede aprender.
Puede dialogarse con otra persona o con un grupo. Un a clase universitaria de trabajo social a la que le presenté este concepto, se admiró mucho de los resultados de su diálogo sobre la pena capital.
Aunque entre sus puntos de vista había enormes diferencias, después estuvieron de acuerdo en que nunca habían tenido una conversación tan productiva y luminosa sobre el tema, porque hasta entonces, nadie había verdaderamente escuchado las ideas opuestas.
Todos lograron mayor penetración y comprensión del problema.
Ciertos principios básicos dirigen un buen diálogo:
- Retrocedemos y observamos nuestras reacciones personales, y nos damos cuenta de que cuando sentimos incomodidad o enojo al oír ideas que están en conflicto con las nuestras, lo que estamos haciendo inconscientemente es tratar de proteger nuestro conjunto de ideas preconcebidas… ¡y nuestro ego!
- Conscientemente procuramos hacer a un lado nuestra tendencia natural a defender creencias, presupuestos y opiniones personales, porque nos damos cuenta de que solo entonces podemos abrirnos a nuevas perspectivas, nueva comprensión y aprendizaje.
- Escuchamos con mente abierta, con respeto y atención las ideas de los demás, con el objeto de entenderlas.
- Reconocemos que es más probable que unidos logremos una nueva percepción, nuevos modos de pensar y niveles más altos de conocimiento.
Hable del concepto de dialogar con sus amigos, con seres queridos y con compañeros de negocios. Tiene una profunda efectividad hacerlo en forma individual o en grupo.
Yo he constatado que la mayoría de las personas no solo acogen bien la idea, sino que están ansiosas de conocerla mejor y de ponerla en práctica.
Imagine lo que sería vivir en un mundo donde todos escuchen con mente abierta, con atención y con actitud respetuosa las ideas de los demás, y con el deseo real de entenderlas.
seryhumano.com / Dottie Billington
Fuente: Tu vida depende de tu actitud
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