AGERE AUDE: Formación, Humildad, Caridad
Una comunidd en formación constante en temas de antropología, filosofía, historia,teología y cultura general. A continuación nuestra razón de ser u objetivos:
“La santidad y el apostolado en medio del mundo se basan en el cumplimiento, acabado hasta los últimos detalles, de los deberes profesionales. Y en el caso de los estudiantes, el deber es el estudio”.
No hay profesiones de menor importancia, porque toda actividad honrada tiene en sí el carácter santificador y corredentor, de unión con Dios, que supera cualquier diferenciación socioeconómica. Todos tenemos el deber de fomentar nuestra formación (no solo profesional, de nuestro campo, sino cultural, intelectual, moral, religiosa, etc.).
Esta es nuestra intención: brindar, facilitar, a toda persona que lo deseara, medios de formación. Cada uno en su propia conciencia decidirá -qué, dónde, cuándo y cómo- con toda la prudencia y humildad del caso, actuar en consecuencia.
Está dirigido a toda persona de buena voluntad, sin pretender ocultar -deslealmente- las líneas maestras de nuestro grupo de formación: la defensa de la familia y la vida de toda persona humana.
Si se fuera cristiano: El esfuerzo por aprender y capacitarse es una pieza clave en el edificio de la santidad. Los santos saben expresarlo con su vida. San Juan Pablo II, encíclica Fides et Ratio, 14.09.1998, introd.: “La fe y la razón son como las dos alas con las cuales el espíritu humano se eleva hacia la contemplación de la verdad.
Dios ha puesto en el corazón del hombre el deseo de conocer la verdad y, en definitiva, de conocerle a Él para que, conociéndolo y amándolo, pueda alcanzar también la plena verdad sobre sí mismo”. San Josemaría, Camino, 34: “No tengas miedo a la verdad, aunque la verdad te acarree la muerte”.
San Josemaría, Amigos de Dios, n.232: “En el momento en que aprendemos algo, descubrimos otras cosas que ignorábamos y que constituyen un estímulo para continuar este trabajo sin decir nunca basta”.
Así como existe envidia en las cosas materiales, también puede darse en los bienes (espirituales, intelectuales, morales, etc.). Debemos evitarlo. El conocimiento, como todos los bienes espirituales, no disminuye en la persona que lo comparte con otros. Queremos transmitir y compartir de tal forma los conocimientos, que las personas que vinieran después pudiera continuar la tarea. No es nuestro deseo que esto se estanque y muera con el que recibe la formación.
Queremos alentar la continuidad del saber también cuando ya no sean parte de nuestro grupo de formación. Nos encantaría hacer surgir en los jóvenes y adolescentes grandes ideales e ilusiones (sin ser ilusos) que trasciendan el tiempo y el espacio en el que nos encontramos. Que el mundo nos parezca pequeño.
San Josemaría, Surco, n. 526: “Es necesario estudiar… Pero no es suficiente. ¿Qué se conseguirá de quien se mata por alimentar su egoísmo, o del que no persigue otro objetivo que el de asegurarse la tranquilidad, para dentro de unos años? Hay que estudiar…, para ganar el mundo y conquistarlo para Dios. Entonces elevaremos el plano de nuestro esfuerzo, procurando que la labor realizada se convierta en encuentro con el Señor, y sirva de base a los demás, a los que seguirán nuestro camino… De este modo, el estudio será oración”.
Agere aude! Significa ¡atrévete a obrar! ¡No es simple sapere aude (atrévete a pensar, saber) Tampoco facere aude (atrévete a hacer)! Agere nos parece que hace referencia al obrar más personal de la persona humana, el obrar con implicancias profundas.
Pero el obrar sigue al ser, nuestra tarea es defender el ser, nuestra batalla de paz depende de nuestra formación. ¿cuáles son las armas para esta acción? San Josemaría, Surco, n. 483: “Estudio, trabajo: deberes ineludibles en todo cristiano; medios para defendernos de los enemigos de la Iglesia y para atraer –con nuestro prestigio profesional- a tantas otras almas que, siendo buenas, luchan aisladamente. Son arma fundamentalísima para quien quiera ser apóstol en medio del mundo”.
El estudio tiene una característica propia: su objeto inmediato es la verdad.
Concilio Vaticano II, Lumen Gentium, n. 31: “A los laicos pertenece por propia vocación buscar el reino de Dios tratando y ordenando, según Dios, los asuntos temporales… A ellos, muy en especial, corresponde iluminar y organizar todos los asuntos temporales a los que están estrechamente vinculados, de tal manera que se realicen continuamente según el espíritu de Jesucristo y se desarrollen y sean para la gloria del Creador y del Redentor”.
Es innegable la responsabilidad que los intelectuales tienen en la sociedad, del mismo modo que es un deber nuestro buscar medios de formación intelectual que nos capaciten para conocer e interpretar el mundo de hoy; y despierte en nuestras conciencias la responsabilidad de actuar (con humildad y caridad concreta y real) junto con otras personas, en la búsqueda de la solución a los problemas que identificamos.
Para que esa acción sea eficaz se necesita formar personas capaces, con los conocimientos y habilidades necesarias, para ocupar esos puestos. Y eso se consigue con estudio. San Josemaría, Forja, n. 841: “Urge difundir la luz de la doctrina de Cristo. Atesora formación, llénate de claridad de ideas, de plenitud del mensaje cristiano, para poder después trasmitirlo a los demás. No esperes unas iluminaciones de Dios, que no tiene por qué darte, cuando dispones de medios humanos concretos: el estudio, el trabajo”.
El mayor enemigo de Dios es la ignorancia. San Josemaría, Forja, n. 635: “La malicia de algunos y la ignorancia de muchos: he ahí el enemigo de Dios y de la Iglesia”.
La educación que quisiéramos fomentar se dirige a formar “(cristianos verdaderos) hombres y mujeres íntegros capaces de afrontar con espíritu abierto las situaciones que la vida les depare, de servir a sus conciudadanos y de contribuir a la solución de los grandes problemas de la humanidad, (de llevar el testimonio de Cristo donde se encuentren más tarde, en la sociedad)” (San Josemaría, Es Cristo que pasa, n.28).
Queremos trabajar para la consecución de la paz en el mundo basada en la convivencia. Nuestro objetivo es fomentar “el amor a la verdad y la verdad del amor”. Somos conscientes –y queremos serlo cada vez más- la verdad y el amor son inseparables.
No basta la “verdad” sola como dato, la verdad (como realidad objetiva) no es suficiente, es necesario el amor, la caridad, caritas in veritate, el amor en la verdad y la defensa de la verdad en el amor. Que el estudio y la formación nos hagan a la vez valientes y humildes.
Evitando todo relativismo totalitario e intransigente (intolerante), quisiéramos lograr un mundo que sea “casa común, lugar de estudio y de amistad; lugar donde deben convivir en paz personas de las diversas tendencias que, en cada momento, sean expresiones del legítimo pluralismo que en la sociedad existe”.
Con esto no pensamos que “todo vale”, ya que constituye un flaco favor a la paz y una falta de respeto supina a los que no piensan como nosotros, dado que todo vale significa que “nada vale”, “todo da igual”, dónde no existe ni la verdad, ni el amor.
Quisiéramos contribuir a la formación de jóvenes que luego influyan positivamente en la sociedad: cada uno en su propio campo, en su propia ocupación, con su propio emprendimiento, con su propia conciencia y libertad.
J. Ratzinger (Decano del colegio cardenalicio), Homilía Misa Pro Eligendo Pontifice, 18 abril 2005: “La misericordia de Cristo no es una gracia barata; no implica trivializar el mal. Cristo lleva en su cuerpo y en su alma todo el peso del mal, toda su fuerza destructora.
Quema y transforma el mal en el sufrimiento, en el fuego de su amor doliente… No deberíamos seguir siendo niños en la fe, menores de edad… significa ser «llevados a la deriva y zarandeados por cualquier viento de doctrina» …
¡Una descripción muy actual! ¡Cuántos vientos de doctrina!… ¡cuántas corrientes ideológicas!, ¡cuántas modas de pensamiento!… La pequeña barca del pensamiento de muchos… ha sido zarandeada a menudo por estas olas, llevada de un extremo al otro: del marxismo al liberalismo, hasta el libertinaje; del colectivismo al individualismo radical; del ateísmo a un vago misticismo religioso; del agnosticismo al sincretismo…
A quien tiene una fe clara, según el Credo de la Iglesia, a menudo se le aplica la etiqueta de fundamentalismo. Mientras que el relativismo, es decir, dejarse «llevar a la deriva por cualquier viento de doctrina», parece ser la única actitud adecuada en los tiempos actuales. Se va constituyendo una dictadura del relativismo que no reconoce nada como definitivo y que deja como última medida sólo el propio yo y sus antojos”.
No debemos abandonar ningún campo de la ciencia ni de la investigación, de modo que con el prestigio profesional se pueda contrarrestar las doctrinas y los caminos que atentan contra la verdad, contra la dignidad del hombre.
Queremos fomentar la formación de hombres rectos, limpios, claros, que sepan defender y amar la libertad de los demás. Queremos servir con formación –a pesar de nuestros defectos y a quien nos lo permita- como punto de partida y no de llegada; impulsar la búsqueda de la verdad y no frenarla. Intentar que los amigos que participen de nuestro servicio formativo obtengan un pensamiento “situado” (y no contra).
No podemos vivir de espaldas a ninguna incertidumbre, a ninguna inquietud, a ninguna necesidad de los hombres. No pretendemos tampoco ofrecer soluciones inmediatas ni ser una alternativa para especialistas.
Pero, sí queremos estudiar con profundidad los problemas, remueve los corazones, espolea la pasividad, despertar fuerzas que dormitan, y formar ciudadanos dispuestos a construir una sociedad más justa.
Fomentar el entendimiento mutuo de los hombres, alejar el miedo ante un futuro incierto, promover -con el amor a la verdad, a la justicia y a la libertad- la paz verdadera y la concordia.
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