Impulsado por una conversación casual sobre la vida de Jesús, Lew Wallace empezó a escribir este relato épico de venganza y aventura, aderezado con temas religiosos, y este fue el resultado: una parábola que contrapone a Judá Ben-Hur, un judío de Jerusalén, con la vida paralela de Jesucristo.
Cuando hace caer sin querer una teja desde un tejado, la cual alcanza a un oficial romano, Ben-Hur es acusado injustamente de asesinato y enviado a galeras por su antiguo amigo Messala, un noble romano.
Las semillas de una lucha épica y la redención se siembran cuando un desconocido ofrece a Ben-Hur un vaso de agua, y desde ese momento sus esfuerzos por obtener la ciudadanía y la misión de Cristo se ven inextricablemente unidos.
La popularidad de la película de Hollywood de 1959, con su espectacular carrera de cuadrigas, tal vez invalida la mezcla de parábola religiosa y aventura que tan bien se adaptó a los escenarios (fue adaptada para el teatro en 1889, y su popularidad fue inmensa) y después a la pantalla. Sin embargo, la película constituye una rara avis, una potente adaptación del texto, del que toma sus temas principales, sin perder la intensidad religiosa.
Ben-Hur se recuerda por elementos que comprenden tan solo una ínfima parte del texto: un acontecimiento antes que una narración, una secuencia memorable antes que una epopeya de progresivo desarrollo. Sin embargo, el texto no ha perdido nada de su vibrante mensaje, y representa al mismo tiempo el deseo del autor de valorar algunos principios centrales del cristianismo mediante la figura de un hombre en apariencia normal.
seryhumano.com / Esther MacCallum Stewart