Entre tantos de los problemas que afectan a las sociedades contemporáneas de Latinoamérica, no debe ser dejado a un lado el tema de la familia. De hecho muchas son las apreciaciones que coinciden en señalar al núcleo familiar como raíz de los problemas sociales. Tal vez se llega a esta aseveración luego de que los docentes fueran acusados, por padres-representantes o viceversa, debido a los malos comportamientos de los representados, discusión que trajo como respuesta clara y lógica el pensamiento de educar para la vida como tarea que se logra engranando tres ámbitos: familia, academia y justicia; pero otro ámbito se le debe agregar donde la propia sociedad tiene su cuota de responsabilidad: el entorno.
Algo para cuestionar es preguntar si el asunto “familia” afecta solamente a los grupos de pertenencia o también a los Estados. Tal vez se deba tener malicia y reflexionar tales problemas sociales contemporáneos como responsabilidades a conveniencias de las ideologías de cada gobierno, porque la familia es un asunto de Estado vinculado en sus momentos al Sistema Mundo, la Modernidad y ahora a la Globalización, como se hizo evidente durante el s. XIX con los esfuerzos sistemáticos de imposiciones de orden: leyes y códigos, y en especial el ejercicio de instituciones basadas en el respeto por el bien común como lo son la familia, la escuela y justicia. Si “la idea de institución supone una relativa homogeneidad de los valores a partir de la cual se engancha un sistema de normas y roles” (Dubet y Martuccelli, 2000:229).
Cuando se habla de instituciones habría de considerarlas “ideas” porque son creaciones humanas que han servido y aún sirven a ciertas lógicas del orden social. La gran mayoría conoce de los esfuerzos religiosos que acompañaron a la Modernidad latinoamericana y del cómo se fue grabando en la memoria social una conducta a seguir basada en el orden, mandamientos y castigos, asuntos que se hicieron cada vez más difíciles de sostener. Es en esto donde encontramos cierta ideologización desde la inestabilidad de los sistemas sociales derivados de contiendas geopolíticas, “el equilibrio pareció lograrse con la división mundial en dos ejes: el capitalismo occidental y el comunismo soviético (1922-1991)” incluida la presencia y ausencia de la religión con sus normas sobre el comportamiento de la familia.
Pero no todo cambio a la izquierda es malo, por ejemplo: la diferencia de Latinoamérica con la China Comunista es que en el gigante de Oriente nunca se dividió la religión (en todo caso se unificó el Budismo, Taoísmo y Confucionismo en una misma iglesia), culturalmente hubo respeto a las raíces (aún por sobre la Revolución Cultural de Mao) y se mantiene el culto a los ancestros, su Capitalismo de Estado los ha llevado a crear miles de millones de empleos tanto sobre su inmenso suelo como en tierras extranjeras. Mientras tanto en Latinoamérica el Socialismo s. XXI inició con la promesa de “cambiar” las instituciones, persiguiendo debilitar la iglesia constituida a favor de milenarias religiones tribales minimizadas a sectas, el culto al hombre por sobre las instituciones y como corolario la creación de normativas para separar a los más jóvenes de sus familias genéticas que serán sustituidas por grupos de pertenencia que sean vistos por los jóvenes como familias sustitutas, en este caso: el partido.
En este último asunto se entra de nuevo en el círculo de los tres ámbitos responsables de educar para la vida; pero ahora con el entorno dividido en dos bandos enfrentados: un grupo con modelo basado en el Desarrollismo por emprendimiento y otro tras el modelo paternalista basado en las experiencias del Socialismo Islámico y la estrategia cubana de “trampas de la pobreza”.
Revisar un poco la historia y hacer comparaciones que nos permitan visualizar el futuro tiene mucho que ver con aquello de actuar según el orden establecido. Bien lo dice el aspecto místico religioso de la realidad vital “Como es arriba, es abajo” o interpretado como seguir el rumbo que manda el Estado nos permitirá llevar un buen ritmo de vida en todos los sentidos; pero, lamentablemente, los latinoamericanos no nos vemos tan prósperos como los emprendedores de la milenaria China, sino, por el contrario hemos visto el renacer de dos clases sociales que habían sido superadas luego del desmontaje de la “Cortina de Hierro”, la clase burócrata y la de los desempleados.
Tal vez no es mala la idea que los advenedizos a la izquierda, convertida en grupo de intereses, lean “Contra el burocratismo”, ese pequeño libro ideológico dejado por el Che Guevara, para que los gobernantes revolucionarios no se vuelvan, como siempre, más de lo mismo. Tal vez ya fue suficiente de que los pueblos miren con buenos ojos las letras de fabulosas leyes que nunca dejarán de mantenerlos inmersos en un mundo de utopías, mientras la Fe merma permitiendo la degradación de las familias, la academia se vuelve obsoleta y la justicia sólo sirve para mantenerse en el poder.
seryhumano.com / Jacinto Sergent