“Una agonía también es un proceso vital” Hesse Hermann
La propuesta de ley sobre eutanasia en Chile ha vuelto al debate público tras conocerse el caso de una niña de 14 años que padece fibrosis quística -una enfermedad degenerativa e incurable- que grabó un video en donde pedía reunirse con la Presidente Michelle Bachelet para pedirle su autorización para una inyección que le permitiera quedarse “dormida para siempre”.
Tras la difusión mundial del video, Valentina Maureira cambió de opinión y optó por promover un mensaje de lucha por la vida, no solo en su caso sino en el de todos los afectados por la fibrosis quística.
La fibrosis quística cuya es abreviatura FQ es una enfermedad genética hereditaria que afecta principalmente a los pulmones, y en menor medida al páncreas, hígado e intestino, provocando la acumulación de moco espeso y pegajoso. Es uno de los tipos de enfermedad pulmonar crónica más común en niños y adultos jóvenes, y es un trastorno potencialmente mortal; los pacientes suelen fallecer por infecciones pulmonares debido a Pseudomonas o Staphylococcus.
“Ahora está decidida a luchar por su vida y la de otros niños que padezcan su grave enfermedad”, dijo Freddy Maureira, el padre de Valentina, a Radio Bio Bio. “Incluso le pidió a la presidente una cámara de video para grabar su testimonio con el fin de ayudar a otros niños en su misma situación”, dijo el padre en alusión al encuentro que sostuvo con la mandataria Michelle Bachelet.
La palabra EUTANASIA que significa literalmente «buena muerte», es un concepto que aparece con ese nombre en el s. XVII, atribuyéndose a Francis Bacon. La Eutanasia como técnica de eliminación de la vida por circunstancias diversas (recién nacidos con malformaciones, enfermos terminales, ancianos, dementes, tarados, etc.) ha sido practicada por la inmensa mayoría de las culturas desde los tiempos más remotos. Aun hoy día se practica en muchas de las tribus primitivas del mundo.
Cuando los romanos decían «mori licet cui vivere non placet» creían que el hombre era libre de suicidarse o de conservar la vida. Según AELIEN, los viejos de la Isla de Cos, tenían la obligación de morir cuando eran ya inútiles para el servicio de la república. Preparaban un banquete y se coronaban de flores. Pero el postre era cicuta. La intoxicación por cicuta fue usada por los griegos para quitar la vida a los condenados a pena de muerte. El caso más célebre es el de la muerte de Sócrates, debido a la ingestión de una solución en base a la cicuta en el año 399 a. C.
Pero el movimiento en pro de la Eutanasia en la cultura occidental, surge en Inglaterra en 1935 cuando el Dr. Killick Millard funda la Euthanasy Society con la finalidad de defender el derecho a una muerte indolora para aliviar o hacer breves los sufrimientos de pacientes terminales. Casi simultáneamente se impulsa este concepto, se amplía y pone en práctica en la Alemania nacionalsocialista.
Los grandes defensores de la Eutanasia han sido Foster-Kennedy en América, Lenz en Alemania, Milliard en Inglaterra y Van den Berg en Holanda.
Por otro lado la Organización Mundial de la Salud (OMS) define la eutanasia como aquella «acción del médico que provoca deliberadamente la muerte del paciente«.
Esta definición resalta la intención del acto médico, es decir, el querer provocar voluntariamente la muerte del otro. La eutanasia se puede realizar por acción directa: proporcionando una inyección letal al enfermo, o por acción indirecta: no proporcionando el soporte básico para la supervivencia del mismo. En ambos casos, la finalidad es la misma: acabar con una vida enferma.
Esta acción sobre el enfermo, con intención de quitarle la vida, se llamaba, se llama y debería seguir llamándose homicidio. La información y conocimiento del paciente sobre su enfermedad y su demanda libre y voluntaria de poner fin a su vida, el llamado suicidio asistido, no modifica que sea un homicidio, ya que lo que se propone entra en grave conflicto con los principios rectores del Derecho y de la Medicina hasta nuestros días.
La Constitución de la República Bolivariana de Venezuela expresa en su artículo 43 que el derecho a la vida es inviolable, y no se podrá imponer pena de muerte, ni autoridad alguna aplicarla. Este derecho a la vida se consagra estrechamente vinculado e inseparable al derecho a la salud, contenido en el artículo 83, y que debe entenderse como calidad de vida inmanente al derecho a la vida.
Un derecho, de acuerdo al pensamiento jurídico de Kant, es el conjunto de condiciones por las cuales el arbitrio de cada uno puede coexistir con el arbitrio de los demás, según la «ley universal de libertad». Según esto, yo como ser humano, tengo el arbitrio, facultad, libertad, autonomía de decisión, de aceptar una resolución con preferencia a otra. Es mi derecho, entonces, a la vida.
Pero, si sobre mi vida pesa una especie de «Espada de Damocles» en forma de una enfermedad incurable, ¿tengo derecho a acabar con ella y poder “descansar” de mi cruel destino?, o de pedirle a alguien más que acabe con mi sufrimiento ¿proporcionándome una “buena muerte”?
El caso de Valentina ha reabierto el debate sobre la legalización de la eutanasia en Chile sumándose a la lista de proyectos de ley contemplados en la agenda del gobierno de Bachelet que tienen relación directa con la vida y la familia, como el de la despenalización del aborto y el matrimonio homosexual.
«Se trata de un tema del cual no es posible no sobrecogerse, estamos hablando de una menor de edad y sobrecoge, genera sin duda solidaridad. Ahora, la normativa vigente en Chile no permite que el gobierno acceda a una solicitud de esa naturaleza«, dijo el ministro de la Secretaría General, Álvaro Elizalde.
Es probable que emitir una opinión acerca de la eutanasia sea más fácil cuando se goza de buena salud o con una salud aceptable que siendo el protagonista de una agonía insoportable hasta el final de nuestros días.
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