El sonido es consecuencia del movimiento, como el viento, el agua del mar, la cuerda de un violín o el aire que al chocar con las cuerdas vocales de la laringe produce la voz. Sin movimiento, no hay sonido.
Cuando un objeto se mueve, sacude las moléculas del aire que le rodea. Estas moléculas transmiten el movimiento a las moléculas contiguas, y así sucesivamente, originando las ondas sonoras, que como esferas concéntricas se propagan en todas las direcciones, a una velocidad de 333 metros por segundo en el aire y de 1.500 metros por segundo en el agua.
El sonido puede definirse mediante dos parámetros: su frecuencia y su intensidad.
La frecuencia, o velocidad de propagación de la onda sonora, se mide por hercios (Hz) o ciclos de la onda por segundo; la palabra hercio se introdujo como homenaje al físico alemán Heinrich Hertz (1857-1894). La frecuencia o velocidad del sonido es lo que percibimos como tono. Las altas frecuencias producen tonos altos y sonidos agudos; las bajas frecuencias, tonos bajos y sonidos graves.
La intensidad del sonido se mide en dicibelios (dB), que es la décima parte de un belio, escala creada para el oído humano. Valora la presión que ejerce la onda sonora en la membrana del tímpano, de modo que un sonido que mide 0 decibelios es imperceptible y uno que mide 130 decibelios es percibido con dolor.
La palabra belio deriva del apellido de Alexander Graham Bell (1847- 1922), físico escocés que inventó el teléfono.
El oído de una persona adulta normal solo percibe los sonidos de frecuencias comprendidas entre 16 y 20.000 ciclos por segundo o hercios, que son las frecuencias más bajas entre los mamíferos; y con una intensidad inferior a 130 decibelios.
La mejor audición del oído humano se consigue entre 1.000 y 4.000 hercios de frecuencia, que es la zona acústica de mayor sensibilidad. Los sonidos de una conversación normal oscilan entre 250 y 4.000 hercios de frecuencia y entre 20-80 decibelios de intensidad. Se considera perjudicial para la salud cuando durante la actividad laboral se supera la media de 87 decibelios.
El oído humano puede distinguir sonidos que diferencian entre ellos 2 hercios de frecuencia. Las frecuencias no audibles, inferiores a 16 hercios, se llaman <<infrasonidos>>, y las superiores a 20.000 hercios, <<ultrasonidos>>.
seryhumano.com / J.L. Matí I Vilalta