El dolor se manifiesta de muchas formas.
Puede tornarse en colores.
Sonar de manera musical en nuestro cuerpo.
Resplandecer el alma en colores pasteles y mate.
Pierde las palabras atrapadas por nuestro silencio.
Se sienta a nuestro lado al borde de la cama interrumpiendo el sueño.
Porque el dolor llega a nuestra vida para llamar la atención de nuestras emociones.
A tomarse un café con nuestros recuerdos en una silla vacía o llena de ausencia.
El dolor se sirve en la mesa a la hora del almuerzo como un plato frío que igual debemos comer porque no hay mas nada.
En el dolor se toca la nostalgia con un beso y se le hace el amor a la desolación desesperada de la certeza que nada será igual y nunca más lo será.
El dolor acaricia a nuestro niño interno. Juega a la pelota con su esperanza y le lanza los dados a la ilusión.
En el dolor las ganas de salir adelante no se consiguen ni en la panza.
La imaginación se regresa en el dolor y se tranca.
La lucidez se desvanece en la opresión del pecho que corta la respiración.
Sale de los pies cansados en forma de lágrimas al dar cada paso hacia el futuro a ciegas.
Se dibuja como la elocuencia perdida por la falta de pulsaciones en el corazón.
El dolor nos arrastra como un tornado en los huesos fracturados por nuestros sentimientos pasterizados.
Se inmola en nuestras manos como un gel congelado por el hielo del cansancio, de creer que no se puede más.
Se expresa tal cual fuego en la boca del estomago, prendido por los palitos de la tristeza y la melancolía.
Pero ante todo, el dolor, a veces llega para quedarse. Sobre todo el causado por la pérdida física de aquel que tanto amamos y no podemos verlo ya.
Es así que el dolor se transforma, se acopla, se acomoda entre la piel y el alma.
Se vuelve costumbre en el cerebro. Se tatúa en el corazón.
Y con el tiempo te encontrarás trotando al caer la tarde. Sentirás el viento en tu cara y los ojos se humedecerán sin motivo alguno.
Te pararas preguntándote ¿Qué pasa? Y allí Dios se manifestara como un fuerte reflejo en la planta de tus pies recordándote que el dolor no se ha ido. Sino que está allí trotando contigo como si fuera tu amigo fiel o tu gran amor…
seryhumano.com /Morelba del Valle Martínez Inciarte