El Ser y YO

Ofrecer disculpas hasta por existir es típico de personas necesitadas de aprobación y aceptación.

Pedir perdón por todo y en toda ocasión se ha convertido en una constante para algunas personas que se excusan tanto por estornudar en público como por pedir asesoría a un vendedor en una tienda o por solicitar la cuenta en un restaurante.

Sin saberlo, la empresaria bogotana Cristina Rodríguez era una de esas personas: “La primera vez que me di cuenta fue cuando un compañero de negocios, al que apenas conocía, me preguntó con sarcasmo ‘por qué me disculpaba tantas veces y sin necesidad’”, cuenta.

Hasta entonces la mujer de 42 años no se había dado cuenta de que efectivamente las palabras ‘lo siento’, ‘discúlpeme’ y ‘perdón’ estaban tan presentes en su vocabulario y en la manera como ella se relacionaba no solo en el ambiente laboral, sino también familiar y social.

No lo sabía, pero en verdad usaba el perdón’ más de siete veces al día y eso me estaba causando problemas”, confiesa Cristina.

Sobre este tipo de comportamiento, la psicóloga Viviana Restrepo explica que quienes piden perdón todo el tiempo y en toda circunstancia son personas que están muy necesitadas de la aprobación y de la aceptación del otro. “Consideran que todo el tiempo están siendo evaluadas negativamente y el hecho de pedir perdón es la estrategia que siguen para que otros los puedan avalar y aceptar”, señala.

Se trata de esos amigos o compañeros de trabajo que vemos disculpándose al llegar a un sitio o al sentarse en una silla en la cafetería; al pedir otra talla de camisa en una tienda o al decidir no comprar algo después de habérselo probado o al expresar su opinión en una reunión de trabajo o al controvertir la de un colega.

Una situación que los lleva a desvirtuar el verdadero significado y sentido de ofrecer disculpas y de aceptarlas, uno de los actos más importantes, nobles y útiles para el desarrollo de las relaciones humanas en el entorno social.

¿Cuándo y para qué?

Para Viviana Restrepo, “pedir perdón significa que una persona se hace consciente de que ha tenido una conducta inadecuada que pudo haberle dolido a otra persona, y el objetivo de pedir perdón es que ese otro sepa que ya me di cuenta de mi error y que espero que al verbalizarlo pueda enmendar el daño causado”.

Por su parte, la neuropsicóloga Andrea Rodríguez Torres asegura que el perdón es un mecanismo por medio del cual una persona recibe la disculpa del otro y le otorga la posibilidad de liberarse de un castigo o de la pugna por una situación injusta.

Agrega que al evaluar para qué sirve el perdón, hay que verlo a través de los dos participantes: “Al ofendido le sirve para liberarse de la necesidad de venganza, que es una opción, y para facilitar el acceso a un cierre frente a una situación donde se vio tratado injustamente. Y para el que ofende, el perdón puede ser interpretado como la posibilidad de expiar su propia conducta o de liberarse de los excesos de esta”, señala.

Las expertas coinciden en que la solicitud de perdón debe venir precedida de una reflexión y un reconocimiento del error cometido, así como acompañada de una intención de cambio de actitud para no repetir el comportamiento.

Sin embargo, cuando las disculpas se ofrecen más frecuentemente de lo que son necesarias pueden llevar implícitas otras intenciones como manipulación o baja autoestima, entre otras, señalan las psicólogas.

No es necesario

Pero, ¿qué hace que las personas sientan que deben pedir perdón repetidamente, incluso cuando no es necesario?

Para la neuropsicóloga Rodríguez Torres, las razones son diversas: puede ser por inseguridad relacional, por miedo a la intimidad, por miedo al abandono. “De base, son personas que no reconocen su valor, no se reconocen en pos de sus puntos fuertes, no tienen un buen concepto de ellas, tienen toda su estima lacerada y no reconocen en sí mismas cualidades que sean valoradas dentro de una sociedad, y por eso siempre excusan su existencia”.

Piden perdón, no excusando su conducta, sino casi excusando su existencia o su presencia”, asegura la experta, señalando que son individuos que, por distintas razones, consideran que su presencia puede estar molestando al otro.

En esos casos, indica la neuropsicóloga, hay que considerar una serie de distorsiones cognitivas en estas personas que no les permite ver su valía y por eso excusan su existencia: “En esos casos no se debería pedir perdón porque tu existencia no debe ser excusable”, enfatiza.

En su opinión, estos individuos podrían estar experimentando una inseguridad que estaría sustentada en la formación de sus vínculos primarios. “Por ejemplo, en la formación del vínculo con sus padres o las primeras figuras de seguridad importantes y que posiblemente les generaron vínculos inseguros, evitativos o ambivalentes. Esa podría ser la razón por la cual les cuesta trabajo establecer relaciones con otros, y en consecuencia desvirtúan su valía cuando están en interacción social”.

La solicitud de perdón debe venir precedida de una reflexión y un reconocimiento del error cometido, así como acompañada de una intención de cambio de actitud para no repetir el comportamiento.

¿Manipulan o son malinterpretados?

También se menciona a aquellas personas que usan el perdón como medio de manipulación o de cumplimiento social y que lo expresan a pesar de que no es un arrepentimiento honesto ni acompañado de un cambio. “Lo hacen porque están intentando manipular o por cumplir con algo que les exige la sociedad”, explica.

En general, dice Restrepo, son personas que tienen una baja autoestima y que colocan toda su aprobación, su aceptación y su valía en la otra persona a la que le piden perdón. “Al hacerlo de manera tan repetitiva indica que, más allá de pedir disculpas, esa persona debería hacer una autoevaluación completa, verificar qué es lo que no debería estar haciendo no solo porque el otro se lo repruebe, sino para generar bienestar propio y, sobre todo, hacer ajustes en su conducta”, explica la psicóloga.

Es importante recalcar que pedir perdón para ellos se convierte en una especie de seguro que les permite seguir relacionándose con los demás. “Estas personas, como todos nosotros, muchas veces construimos distorsiones cognitivas que nos ayudan a lidiar (de forma disfuncional) con las ansiedades o las inseguridades a las cuales nos vemos expuestos”, dice Rodríguez Torres.

Lo que hay que hacer es trabajar estas distorsiones o disociaciones, establecer un proceso de recognición respecto a sus apegos o respecto a la vincularidad que establecen con el entorno y empezar a generar procesos de autoobservación y ayuda que les permitan recuperarse.

Y, sobre todo, entender que en la mayoría de los casos no lo hacen por manipular o engañar, sino por necesidad, y que al pedir perdón y disculpas por todo lo que buscan es la aprobación social de los demás y poder sobrevivir en una sociedad en la que no se sienten tranquilos.

Aléjate de este mal hábito

Hacer un proceso terapéutico es importante para personas que han profundizado en este comportamiento.

Saber que un patrón no se rompe solo con el deseo de cambiarlo, sino con un trabajo continuo, reconociendo por qué lo he hecho, cómo lo he hecho y qué logros he obtenido de ese patrón disfuncional para aliviar mi ansiedad.

Entender que reconocer un hábito no significa romperlo y que se requieren aproximadamente 60 días sin recaídas para que el cerebro logre reconectar de forma diferente el establecimiento de sus relaciones sociales, afectivas y familiares.

Hacer un acto de reconocimiento de por qué he realizado este tipo de conductas. Conviene hacer una lista de cuántas veces al día se usan términos como perdón, disculpas o lo siento. Y escribir en frente en qué circunstancias las usamos para luego determinar si eran necesarias o no o si podían haber sido reemplazadas por otras palabras más acertadas (permiso, gracias, mi opinión es que, etc.).

Así puedes tener algo de control de la situación e iniciar un camino distinto.

seryhumano.com / Tatiana Munévar B.

@tatimun

PARA CARRUSEL