Otras

Los medios de comunicación del mundo (salvo honrosas excepciones), están comprometidos a una línea editorial que a su vez va en función de patrocinantes y anunciantes que los mantengan, por tanto es complicado encontrar alguna publicación que esté totalmente clara en cuanto a reflejar la realidad de la situación con respecto a Venezuela y si a eso le sumamos la total ausencia de fuentes oficiales de información desde dónde el periodista pueda contrastar la información que recaba, se hace más cuesta arriba la tarea de informar al gran público de lo que sucede en este extraño país donde la eterna crisis se ha transformado en una forma de vida para sus habitantes, sin que ningún funcionario haya dado con la solución  definitiva, peor aún, cada plan de “rescate” agrava más la situación.

No vamos a tomar en cuenta los años del chavismo pues ya lo pasado se queda allá y es de muy mal gusto hablar mal de los muertos así se lo merezcan; por lo tanto, mejor haré referencia a lo que acontece desde hace tres años pero que, en los últimos ocho meses se ha intensificado hasta superar con creces la más descabellada profecía sobre la miseria latinoamericana de los últimos veinte años, en donde la inflación supera ampliamente el millón por ciento anual, llegando incluso, a varios dígitos en apenas semanas, y sumando, lo que ocasiona un constante  deterioro en la economía, tomando en cuenta que este es un país donde más del 98% de la población tiene ingresos mensuales inferiores a los 10 dólares mensuales.

Para no hablar de índices macroeconómicos, industria petrolera, ni de política vamos a hacer referencia inmediata sobre los problemas que agobian al ciudadano de a pie.

En Venezuela no se produce casi nada, en los últimos años el parque industrial ha decrecido de manera alarmante hasta llegar a producir casi artesanalmente lo que el país necesita, asunto que naturalmente ha encarecido todos los productos, sumado a eso está el problema de una devaluación acelerada, pues gracias a la nula producción tanto de artículos de consumo como de alimentos, ha tocado importar desde los países vecinos que expenden a precio de dólar, moneda que está controlada por el Estado desde hace veinte años, y, debido a eso no está al alcance si no de unos pocos privilegiados, lo que obliga a las mayorías a recurrir al mercado negro, en donde el costo de la divisa es varias veces superior al indicado por la estructura oficial, dando como resultado una economía dolarizada que se paga en la maxidevaluada moneda local.

Entonces, recapitulemos, tenemos una población que gana menos de diez dólares al mes, con un sueldo básico oficial de apenas 18.000 bolívares, equivalentes a seis dólares mensuales; apenas 0,2 $ diarios lo que está muy por debajo de lo que la ONU define como pobreza crítica (2 $), logrando una marca de miseria extrema solo comparable a la preguerra en la Alemania nazi del siglo pasado.

Este terrible panorama económico ha sido utilizado por el Estado -quien es el gran “empleador” del país- debido a que las instituciones oficiales han absorbido más del 90% de los empleos del país; este fenómeno es utilizado como patente de corso para mantener el poder, mediante chantajes continuados a la masa trabajadora, quienes viéndose en la imposibilidad de encontrar otras fuentes de empleo complacen a sus jefes en todo lo que se les exige, asunto que va desde asistir a marchas en apoyo a la gestión gubernamental, afiliarse al partido de gobierno, sacar el llamado “carnet de la patria” que es utilizado como una suerte de pase para acceder a varios servicios básicos, que es imposible para quienes no lo tienen, a cambio de eso el Estado supervigila a los poseedores de tal instrumento asociándolo a las redes sociales de los poseedores del carnet, hasta hacer de espías políticos que por prebendas (alimentos o promesas) hacen lo indecible por complacer a la política oficial.

Si hablamos de la infraestructura médica está es más grave aún; los hospitales públicos están sin insumos básicos desde hace bastante tiempo, las medicinas son artículos de lujo extremo, como ejemplo, digamos que una caja de diez pastillas de un antibiótico tan común y “barato” como la penicilina, puede costar tranquilamente un sueldo básico… así la lista sigue. Los medicamentos para enfermedades crónicas están escasos o son tan costosos que pocos pueden darse el lujo de costearlos, los beneficios laborales como seguro médico, han desaparecido debido a los altos costos de mantenimiento, tanto así, que las pocas aseguradoras que todavía funcionan, venden sus pólizas en moneda norteamericana a fin de ganarle a la inflación.

Todo este panorama apocalíptico ha causado un desborde de la criminalidad, que cada mes cobra más víctimas que la guerra de Siria, sin contar los muertos por desnutrición extrema, los que sucumben ante enfermedades controlables pero que por una u otra razón no tienen acceso a la cura, quienes sufren algún accidente grave, los pacientes crónicos, los seropositivos, los pacientes con problemas cardiacos y así un largo catálogo de muertes fácilmente prevenibles pero que el Estado fallido no ha podido hacer nada efectivo  para controlar.

Si se preguntan cómo no ha estallado un conflicto de mayores dimensiones ante tal panorama, solo podemos hacer conjeturas basadas en la observación. En principio los espacios más golpeados (como siempre), son los estratos más bajos de la población, pero en cada barriada existen toda una variopinta fauna de delatores que son los encargados de mantener a raya a los habitantes bajo amenazas que pueden ser, la de suprimir el acceso a la bolsa Clap (comités locales de abastecimiento popular que entregan irregularmente una bolsa contentiva de harina de maíz, azúcar, arroz, granos, pasta y aceite a precios populares) cuyo precio en la calle es muy superior al sueldo básico, la pérdida del empleo, en el peor de los casos, la muerte que enseguida es atribuida oficialmente al hampa o cárcel indeterminada sin derecho a juicio, y sin dinero para sobornar a la policía bien puede valer perder la vida y la dignidad, pues las cárceles son terrenos sin ley donde mandan los internos.

Entre las medidas de control social hace unos años, en la administración anterior se definieron ciertas barriadas como “Zonas de Paz”, lo que es un eufemismo para dejar claro que allí no entra ningún cuerpo policial, que a su vez otorga impunidad ilimitada a los grupos irregulares que hacen vida allí. En cambio, da la sensación que de alguna manera se ha asociado con el bajo mundo en pos de un objetivo político

Todo lo anterior sucede, pero es silenciado por una profunda censura a todos los medios de comunicación, bajo la amenaza de suspensión de concesión, así como la incautación de los equipos, obligando a los dueños de esos medios a plegarse a la censura. En el caso de los medios impresos ha llegado al extremo de negar divisas para importar insumos por los canales oficiales, penando de paso, la importación con divisas del mercado negro, logrando cerrar todos los periódicos que no se alineen con la facción política oficial que incluye extirpar del contenido cualquier noticia que lesione la falsa imagen de éxito de la gestión gubernamental, salvándose solamente las redes sociales y algunas publicaciones en línea debido a la imposibilidad de cancelar el uso del internet por la importancia que esta tiene para todos los procesos de esta contemporaneidad global, sin embargo, la telefónica oficial ha bloqueado el acceso a ciertas paginas consideradas opositoras y quienes quieran consultarlas tienen que recurrir a desviadores de IP privados, además el servicio de internet  está restringido a quienes lo pueden cancelar, pues entre el costo de los smartphones,  Pc´s y demás artilugios comunicacionales del siglo XXI, hace casi imposible que más del 95% de la población pueda adquirir  tales aparatos, restringiendo aún más el acceso a la información; si hablamos de conexión alámbrica en casi todo el territorio hay grupos vandálicos que se han dado a la tarea de desmantelar la otrora extensa red telefónica del país y la poca que está en funcionamiento es lenta y obsoleta, muestra patente de la voluntad gubernamental para entorpecer el conocimiento pleno de la población a lo que sucede en su país.

Toda esta miseria continuada ha dado pie a una inmensa diáspora de ciudadanos que escapan de cualquier manera hacia países vecinos, quienes ahora sufren una invasión silenciosa de ciudadanos desarrapados que inundan sus calles en busca de una mejor vida, que en muchos casos, no consiguen razón básica para que los vecinos más cercanos hoy apoyen a la oposición en su empeño por deponer a los culpables del desastre venezolano, pues sus países son arrastrados irremediablemente a una crisis humanitaria solo comparable con países en sangrientos conflictos, y aun así, hay instituciones que aseguran que la diáspora venezolana es mayor que la de Siria y en peores condiciones.

Este es el panorama de los ciudadanos venezolanos, espero que quienes lean esto sepan que lo que consideran normal, eso de que si tienes un empleo, puedes comer tres veces al día, el tener acceso a las comodidades mínimas como salud, educación de calidad, libre tránsito, posibilidad de ahorro, planificación del futuro según sus posibilidades, invertir en el futuro de los hijos, comprar casa, carro, beneficios contractuales derivados de la experiencia profesional, en fin, tener calidad de vida, pues eso en Venezuela no existe; es por esa razón que más allá de cualquier consideración política derivada de alguna ideología debe ser descartada en pos de recobrar para este país el futuro que deberían merecer todos los ciudadanos del mundo.

seryhumano.com / *José Ramón Briceño

* Fotógrafo. Profesor de Lengua y Literatura