
Columpiarse no solo divierte a los más pequeños: también puede motivarles a cooperar con el otro. Psicólogos dirigidos por Tal-Chen Rabinwitch, de la Universidad de Whashington en Seattle, invitaron a niños de cuatro años, que no se conocían previamente, a que se columpiaran. Una vez sentados, los empujaron para que se balancearan de manera o bien sincronizada o bien asincrónica; en algunos casos, ni siquiera le dieron impulso.
A continuación, propusieron algunas tareas a los participantes, las cuales solo podían resolver con ayuda de su compañero de columpio.
En otras actividades, debían pasar un juguete a través de una abertura que por un costado solo podía alcanzarse desde la parte superior y, por el otro, solo desde la inferior. Los niños que se habían columpiado al mismo ritmo lo conseguían con mayor rapidez que los demás.
En otro ensayo, los pequeños debían presionar un botón al mismo tiempo para hacer que apareciese un personaje de cómic en una pantalla. Los niños del columpio sincronizado también destacaron en esa tarea: no solo eran los más rápidos, sino que ponían en práctica más estrategias para coordinar sus acciones (por ejemplo, alzaban la mano con mayor frecuencia para indicar a su compañero que estaban preparados).
Rabinowitch y sus colaboradores sugieren que los niños que experimentan un movimiento sincronizado se perciben más similares, por lo que se encuentran más dispuestos a remar en la misma dirección. Por otra parte, columpiarse al mismo ritmo podría haberles sensibilizado para los procesos temporales, ayudándoles a compaginarse entre sí.
seryhumano.com
Tomado del Journal of Experimental Child Psychology