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El planteamiento ético que ocupó a los estoicos durante el siglo IV d.C fue cómo reaccionar a la sensación reinante de fatalismo que conllevaba vivir en un imperio férreamente controlado. No podían cambiar gran cosa de sus vidas, de modo que decidieron, por el contrario, cambiar su actitud hacia la vida en sí. Ciertamente, era el único control personal que no les habían arrebatado. Lo que surgió de esa nueva actitud fue una estrategia de desapego emocional respecto a la vida. La llamaron aphatia (apatía) y, para los estoicos, constituía una virtud que les granjeó más de unas risas en la taberna del pueblo.
Los estoicos estaban dispuestos a sacrificar algunas formas de felicidad (sexo, drogas, y hip-hop dionisíaco) con el fin de evitar la infelicidad que les procuraban sus pasiones (enfermedades de transmisión sexual, resacas y rimas espantosas). Actuaban movidos únicamente por la razón, jamás por la pasión, y por lo tanto se consideraban los únicos seres humanos verdaderamente felices, es decir, los que eran no infelices.
En la siguiente historia, el señor Cooper demuestra una forma moderna de estoicismo por delegación:
La enfermera hace pasar a los Cooper a la consulta del dentista, donde el señor Cooper expresa muchísima urgencia.
___ No se ande con chiquitas, doctor _le ruega_. Ni gas, ni pinchacitos, ni anestesia. Arranque la muela, no más, y acabemos con esto.
___ Me gustaría que todos mis pacientes fueran igual de estoicos que usted _ le responde el dentista, admirado_.
Bien, déjeme ver esa muela.
___Cariño, abre la boca.
seryhumano.com
Tomado de “Platón y un ornitorrinco entran en un bar” de Thomas Cathcart y Daniel Klein
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