Por Jacinto Sergent

Desde que falleció mi anterior gato creí que no lograría manejar la tristeza. A veces sentía culpa, pero debía controlar mis emociones porque alguien más se llenaba de ese vacío, de esa ausencia del gato educado, calmado, ceremonioso, que fue criado por mi perro.
Era muy joven para morir, apenas cuatro años, pero su conducta era la de esos seres especiales que saben el porqué de su encuentro con nosotros. “Un gato muy gato” como lo llamó su madre humana.
Era Lunes, como Viernes fue de Julio Verne, solo que Lunes no fue rescatado de los caníbales; pero sí de terminar en las calles, esas mismas calles, tan cercanas a casa, que en una salida momentánea acabó con su vida en el mayor de los misterios, en una agonía de pandemia decembrina.
Su gran amigo fiel que nunca ha aprendido a estar solo. Imposible describir mayor tristeza la de este otro ser de amor.
Aunque fue quien encontró el cuerpo sin vida de Lunes, debajo de la mesa del computador donde se sentaba a acompañarme mientras me dedicaba a escribir, investigar y conectarme con el mundo virtual o eso que muchos llamamos la soledad acompañada, a sabiendas que el cuerpo inmóvil de Lunes fue vestido con sus ropas para el frío, se le puso su collar de paseos, adicional envuelto en sus cobijas y acomodado en una caja de cartón casi a su medida.
Totalmente sellada para evitar que fuese destapada por curiosidad canina o humana. Rambo, desde la mañana supo que ya no jugarían juntos en este plano.
Siempre compartieron plato, Lunes no comía la totalidad de sus alimentos para dejar una parte a Rambo, quién se echaba distante sin dejar de mirar a su protegido mientras comía y, por supuesto, esperar la ración que siempre le aportó su hermanito.
Era normal verlos dormir la siesta juntos, tenían una camita a la medida de los dos, en la sala principal. Era doloroso para mí mirar a Rambo acostado en el piso, frente a esta camita, observando el espacio vacío, esperando el regreso de Lunes, su compañero de siestas, para terminar con sus suspiros y soñar juntos otra vez.
No sé qué soñaban, pero siempre movían sus patitas y parecían conversar dormidos, como compartiendo el mismo deseo o extendiendo esas horas de juegos a las que estaban acostumbrados.
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Lunes fue excelente gourmet. Nunca fue ladrón de comidas. Era un protector increíble, salía a buscarme y me encontraba en el lugar cercano a la casa, una o dos manzanas de distancia.
Llegaba reclamando mi salida sin avisar. En las noches siempre tuvo un lugar donde esconderse a esperar que regresara del Café Cold And Hot y me saltaba al estilo sorpresa cuando me acercaba a unas cinco casas de nuestro hogar.
Ya él sabía que la bolsa de papel que traía en mis manos, en esas horas nocturnas, contenía dulces o croquetas de atún que tanto le gustaban. Ese era el único lugar donde no iba a buscarme, pero me llamaba desde la esquina cercana. Era tan respetuoso que nunca llegó al lugar por respeto a la gata que hacía vida en esa esquina.
Fue tan dócil que recibía las visitas. Había que estar pendientes que no se lo llevaran, aunque él era capaz de irse a cambio de un paseo en carro. En una ocasión salí caminando hacía la panadería, a dos manzanas de distancia.
Lunes siempre me iba siguiendo, algo furtivo, se escondía detrás de vehículos, arbustos, piedras, postes, perros y gatos para que yo no le preguntara ¿a dónde vas? Para él era una orden de “regrésate a casa”.
En esa oportunidad me extrañó que Lunes no me diera alcance en la esquina de llegar a la panadería. Aceleré el paso para regresar lo antes posible y saber a dónde se habría metido.
Escuché una conversación de un padre con su hijo: -debe vivir cerca, pero si no se baja solo se irá con nosotros, además, él se subió solo al carro”; sin voltear y con la mayor calma dije en voz alta “Lunes, a la casa”, el gato se bajó del carro y corrió delante de mí para llegar primero.
Tienen ALMA, manifiestan amor, son amigos auténticos, no son solo instinto.
seryhumano.com / Jacinto Sergent
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