Conociendo a un Humano

Por José Briceño  Diwan

[Contada en primera persona]

Biografía de José Briceño
José Briceño  Diwan

Hola:

Para responder a las inquietudes planteadas voy a hacer un breve resumen de mi trayectoria dentro de las artes (que tampoco es nada del otro jueves) y de cómo pasé de no saber mucho sobre cuales cosas me gustaban tanto como para ganarme la vida con ellas hasta este decenio horribilis del siglo XXI.

Nací en Maracay un miércoles 8 de diciembre del año 1971, allí viví con algunos baches hasta 2016 cuando la crisis obliga a migrar hacia Los Teques de donde me volví a ir en el año 2020 tras la estela de una nueva novia, lo que trae inevitablemente otra vida.

Para el año 2004 andaba buscando oficio, había estudiado un par de cosas que me desagradaban, una era administración de empresas y otra (a instancias paternas) un curso de Patrón de segunda clase, una suerte de choferes de autobús del mar, mi única y definitiva ruptura con el estamento militarizado, la verdad en aquella escuelita que pomposamente se hacía llamar “Marina Mercante” hizo de mi un antimilitarista furibundo, algo que en una ciudad como Maracay, rodeada de cuarteles donde todos los jóvenes se debatían entre ser militares y las muchachas en ser mises, al menos las que me rodeaban, por suerte al salir de aquella cosa espantosa de uniformes, paradas, firmes y castigos terminé estudiando fotografía en la Escuela de Artes Visuales de Maracay.

Un nuevo mundo se abrió, conocí una manera de hacer algo que me gustaba y de paso ganarme la vida con ello, pasaron los años y como era lógico terminé en redacciones de algunos periódicos locales hasta que encontré otro empleo maravilloso como profesor de fotografía de un tecnológico, una cátedra tan nueva que hasta pude solicitar que me fabricasen un laboratorio, teníamos material donado por la institución y fueron tres años de prácticas constantes.

Jugar con un laboratorio que de paso es pagado por otros mientras enseñas a otros como tú es un milagro, hasta que por razones que no van al caso renuncié y a los meses encontré empleo en una gran universidad nacional, esta vez como fotógrafo en la oficina de relaciones públicas, otros años de aprendizaje constante, allí ahora el laboratorio era digital, otro largo periodo de aprendizaje que añadió poder asistir a decenas de eventos con artistas tan importantes como el maestro Pedro León Zapata y darme cuenta en el camino que si bien la fotografía me encanta, no era suficiente para las aspiraciones de calma y futuro, había que lograr un grado universitario.

Antes de continuar debo acotar que crecí sin hermanos ni vecinos en una suerte de encierro continuado con adultos en una barriada del norte de Maracay, mis padres serían considerados hoy día como precoces, pero para los años setenta parecía ser lo normal, el cuento es que por algún misterio divino quedé bajo la custodia de mi abuela en una casa repleta de jóvenes (mis tíos y tías) adictos al entretenimiento de la época, el círculo de lectores era el catálogo preferido de la familia.

Sus revistas podían encontrarse entre los librillos de Avon, Stanhome y alguno que otro de venta por catálogo, de paso era el momento de solo cuatro canales de televisión razón por la cual la lectura no era nada del otro jueves, solo para entretenimiento y cómo podemos imaginar terminé siendo lector impenitente desde muy joven, estando muy claro en que leer no tenía nada de elitista, solamente era una forma de entretenimiento del tiempo en que las formas no eran tan accesibles como ahora.

La infancia se me fue entre libros y cines, este último era una fija, cada domingo me iba solo al primer cine que podía ya para los 10 años montaba en un autobús los domingos a mediodía para asistir a la función de tres de la tarde y volver a casa en el mismo autobús, todo eso pesó en mi escogencia de carrera.

Volviendo a mi vida de adulto, para el momento en que decidí dejar mi trabajo en la universidad había ganado el premio regional de fotografía de la universidad de Carabobo razón por la cual podría haber solicitado el ingreso a Arte en aquella casa de estudios y la posibilidad (además) de solicitar lo mismo en la UCV pero en Caracas, sin embargo, eran dos opciones complicadas por aquello de los fondos, la aventura universitaria era un salto cuántico que necesitó consultas familiares, el ingreso de mi trabajo era importante para la casa por lo que hube de conversar con mi padre, no para que me patrocinase más bien para que cubriese el hueco económico que dejaba la ausencia de mi sueldo.

El asunto es que unos meses atrás había conocido a una joven que con el tiempo se convertiría en la madre de mi única hija, ella estudiaba en el pedagógico de Maracay y me propuso presentar la prueba de admisión, allí lo más parecido  era el departamento de Castellano (allí no hay facultades) donde presenté y para más sorpresa quedé entre los primeros cinco lugares, entre mil quinientos aspirantes para cien cupos quedé de quinto según la escala de la prueba de admisión, comenzaba otra aventura.

De José Briceño: El equipo “correcto” para hacer fotografías

Durante los cinco años que cursé la carrera participé hasta en exposiciones colectivas en el extranjero dejando piezas en los archivos de arte latinoamericano de un par de museos, además gané uno de los premios de la sexta Bienal Nacional de Fotografía (2006), el Premio de periodismo educativo UPEL (2010). Estaba tan activo que para regular la exposición de mis trabajos regulé las muestras a tres exposiciones colectivas o una individual al año.

Mi mundo en las letras

Con la escritura fue otra la relación, desde niño tuve el problema de escribir a mano, años después un colega experto me dijo que mi problema era una suerte de disfunción escritural, es decir, mi cerebro pretendía sacar todo por el lápiz sin contar con que la velocidad de la mano hace imposible eso, razón por la cual siempre terminaba con las manos agarrotadas.

Todo terminó el día que pude tener mi primera computadora, el maestro Wilson Prada me regalo un PC viejo pero funcional para la escritura y la carrera además forzaba a escribir no menos de veinte paginas a la semana, el estudio de la ficción y sus entresijos, las teorías que la acompañan y la academia aportaron una evolución en mi trabajo como fotógrafo.

Nace la contemplación, descubro no sin placer que en la ficción la realidad es lo que menos importa, mi trabajo como documentalista comienza a languidecer, la realidad siempre árida me aburre.

Para el año 2008 ya tengo blog y ante la situación política reinante comienzo a escribir artículos de opinión, criticas descarnadas a un gobierno que me hartaba que con plataforma propia no hay línea editorial que respetar, así comienza el ejercicio de escribir, comencé a hacer breves ensayos en forma de cuento sarcástico para señalar las fallas de la revolución.

No pasó mucho tiempo antes que otros vieran el potencial e hice vida política opositora; eran otros tiempos donde encontrar empleo no era nada del otro jueves y si bien nunca fui millonario tampoco puedo decir que era pobre, lo normal era que un par de trabajos al mes resolvieran los problemas de la supervivencia.

Mi hija había nacido en el 2004 así que desde ese momento todo el esfuerzo estaba en función de su manutención. Fueron años movidos donde (por suerte) no hubo matrimonio ni vida en común, asunto que determinó la ruptura con la joven (más no con la niña), continuó la vida.

La primera vez que puse empeño en un proyecto en firme fue para el año 2009, en esa época ya tenía años de haber incursionado en la docencia fotográfica  y habiendo sido docente en al menos cuatro universidades uní los puntos en común de todos los programas universitarios y redacté mi primer texto serio “Manual de fotografía digital para principiantes” que luego de mucho preguntar, rogar y hasta acechar digitalmente a los editores encontré la manera de publicar en Amazon, eso fue hace más de diez años y en principio funcionó bastante bien.

Hoy día continua allí, pero a pesar de que la fotografía no ha cambiado tanto ya se presenta como arcaico según ha ido avanzando la tecnología, aunque las ventas no fueron nada del otro jueves se colocaron poco más de mil ejemplares.

Para el año 2010 ya ostentaba el título de profesor de Lengua y Literatura  e inmediatamente me enrolé en cursar un posgrado en literatura latinoamericana, no me había olvidado de mi oficio primigenio pero en el camino había descubierto que todas las herramientas estéticas de la literatura tenían su par en la fotografía, una suerte de línea intertextual entre una y otra, eso había producido algunos textos de ficción, cuentos breves que como calentamiento estaba produciendo poco a poco.

Ya para ese tiempo había tenido una columna de opinión en un periódico uruguayo, relación que terminó cuando empecé a solicitar un pago por el trabajo, así mismo otras publicaciones solicitaban mis escritos para sus plataformas, todos de gratis y ninguna oferta de empleo, decidí dejar de colaborar con nadie, cuando se tiene la despensa vacía  es complicado colaborar con otros que si se lucran de tu intelecto, ya tenía experiencia en ello pues años atrás había decidido dejar de dar conferencias en las universidades locales por el mismo asunto, ni el taxi querían pagar por tu conocimiento así que lo perdido en notoriedad lo gané en calma y libertad para decir lo que diese la gana en mis espacios, siempre en rebeldía.

Años interesantes hasta que llega el 2013 y con este, todo se va al garete poco a poco.

El asunto es que en el año 2016 me encontré con que mi hija se iba del país con su madre, mi pareja del momento haría lo propio con su hijo y yo me quedaría solo, con un sueldo más que trágico pues para la época era profesor de la escuela de artes visuales, allí llevaba la catedra de fotografía y por la cual jamás me darían el cargo, puesto que, por opositor no merecía el “premio” de tener acceso a los beneficios.

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Viajes con retorno

Terminé mudándome a un anexo en la casa paterna, sin internet (ni forma de obtenerlo), por suerte en ese mismo año una “amiga” me invita a emigrar hasta su país, se suponía que ella era dueña de una escuela y me daría empleo mientras resolvía el asunto de los papeles; nada de eso sucedió, como había hecho el viaje completo por tierra, una semana desde Maracay hasta Boa Vista y de allí otros tres días desde Manaos (en avión fueron acaso 12 horas) hasta Porto Alegre y ocho más en autobús hasta Uruguay de donde salí tres meses más tarde con un cuadro depresivo agravado y una anemia debido a la mala alimentación pues en tres meses no encontré ni siquiera como jardinero en aquel pueblo olvidado de Dios donde por mala suerte fui a meterme.

Como todo en mi vida al final encontré como irme y otra vez en autobús, pero ahora desde Montevideo hasta Buenos Aires y de allí hasta Bogotá desde donde hice una larga escala en Bucaramanga y otra vez a la nada venezolana, por suerte tenía un reposo que me permitió seguir cobrando la mísera cuota del sueldo oficial.

Luego de mucho andar trabajé en un par de oficinas de relaciones públicas, una del Estado y otra de una asociación privada.

Como cuento adicional, de Uruguay tuve que vender mi equipo fotográfico y en Colombia perdí mi PC, cuando volví a Venezuela ya no tenía ni siquiera herramientas para ganarme la vida, lo había perdido todo y tocaba volver a empezar.

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Los malabares de supervivencia acapararían un tomo entero así que, digamos, pude volver a tener un PC en el año 2020, una máquina de las fabricadas por el Estado que alguien muy dadivoso (aunque tengo la impresión de que me la dieron antes de batirla contra el piso) me obsequió, seguí escribiendo, hubo un par de textos publicados más por cerrar ciclos que por otra cosa, gracias a los email recuperé parte de la tesis que jamás presente en el posgrado porque en su momento concluí que tampoco tenía mucho sentido seguir invirtiendo tiempo y esfuerzo en un título cuyo beneficio económico tampoco traería gran cambio, ese es un análisis de la obra de Gabriel García Márquez desde la óptica del fenómeno intertextual y los apuntes de aquel viaje a Uruguay.

Análisis de José Briceño: Elecciones transparentes en Venezuela, un sueño posible (y factible)

Para el año 2020, con la pandemia, en principio me dediqué a leer, luego a escribir y decidí que nunca más haría crónica política, eso era amargarme en exceso mientras el mundo seguía girando sin enterarse de mi existencia, claro debo acotar que para el momento en el que me fui a Uruguay tenía un diagnóstico psiquiátrico por sufrir de depresión severa, según el especialista estaba a dos segundos de suicidarme, asunto que nunca pasó.

Reflexiones de José Briceño: El (deber) ser humano

Fueron años duros en los que tocó resistir como fuese, los embates de la depresión, recurriendo a pastillas, alcohol y cannabis, aunque este último tiene otra connotación actualmente (para mí al menos) puedo asegurar que no le recomiendo a nadie transitar por allí.

¿Planes?

En un par de semanas empiezo a dictar un curso en la Escuela Nacional de Cine y espero que con esos fondos pueda comprar el material inicial para volver a dar clases de fotografía, pero volviendo al origen, lo analógico. La esperanza es que eso me permita vivir de manera digna para seguir escribiendo y viajar a visitar a mi hija a quien tengo cinco años que no veo y, ha pasado tanto tiempo que ya ni hablamos.

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