“El artista ha de ser en su obra como Dios en la creación, invisible y todopoderoso. Hay que intuirle en todas partes, pero jamás verle.” Flaubert, 1857
“La educación sentimental” es sin duda una de las más grandes novelas jamás escritas, y es posible que se trate del mayor triunfo del realismo literario. Aunque fue condenada por inmoral por los críticos parisinos cuando se publicó en 1869, fue muy admirada por los jóvenes aspirantes a novelistas. A principio del siglo XX, James Joyce y Ezra Pound la consideraban el listón que debería superarse.
Flaubert trabajaba sin cesar, obsesivamente preocupado por la exactitud de cada detalle de la observación social, así como el estilo literario. Era el mítico novelista magistral, dedicado más allá de la comprensión.
El novelista moderno, que escribe con una fecha tope impuesta por los editores, es la antítesis total.
“La educación sentimental” sigue a Frédéric Moreau, un joven perezoso que vive de una gran herencia. Sus ambiciones y principios son descartados y atenuados en una brillante sátira sobre la mentalidad de los consumidores acaudalados en el Paris de mediados del siglo XIX, definido por su ubicua exhibición de productos y actitudes de lujo. Pero también es el Paris de la revolución de 1848.
Fédéric vaga a través del levantamiento, deslumbrado por las muertes en las barricadas tanto por una relación de propietario con una cortesana, escogida para ayudarle a olvidar su verdadera pasión por la mujer de otro hombre.
La novela es gigantesca en la percepción histórica, y minuciosamente atenta a la lenta extinción de un idealismo político y sentimental en un corazón.
Seryhumano.com / Kaston Sutherland (Profesor de la Universidad Sussex)