El periodismo es un oficio, o carrera, como lo quieran llamar, que implica riesgos propios de su ejercicio, principalmente aquellos que vienen por los intereses que se tocan – y que no quieren ser expuestos – generando conflictos de intereses, amenazas, y otras acciones legales.
Una de las máximas del periodismo, es que quien lo ejerce debe estar al servicio del público, de la historia, y no de otros intereses o negocios.
¿Existe un límite para llegar a una historia? ¿Dónde ponemos el freno para evitar ser víctimas queriendo contar un relato?, que de no ser por nosotros, difícilmente se conocería.
Esta reflexión sobre el ejercicio del periodismo viene por el siguiente caso, que no por ilustrativo es el único.
Lee Halpin era un periodista británico que sus 27 años buscaba la manera de llamar la atención de los responsables del canal de televisión ‘Channel 4’ a fin de lograr que lo contrataran.
Para conseguir este objetivo, decidió realizar un reportaje sobre cómo viven las personas sin hogar en las frías calles de Newcastle, pasando una semana entre ellos, viviendo a la intemperie y mendigando para poder comer.
Tres días después de dar comienzo su experimento, su cuerpo sin vida fue encontrado en un edificio abandonado de esa ciudad del norte de Inglaterra. Las primeras hipótesis apuntan a que Halpin habría muerto de hipotermia, ya que la policía no encontró signos de violencia o de que hubiese terceras personas involucradas en la muerte.
En un vídeo colgado en Youtube en el que explicaba su proyecto, Halpin aseguraba que estaba intentando conseguir una beca que ofrecía formación y un contrato de trabajo en Channel 4 por doce meses y que el objetivo del reportaje era mostrar su valor y convencer a los responsables para que le contrataran.
Tras conocerse la muerte, el canal de televisión emitió un comunicado lamentando la pérdida y ofreció sus condolencias a la familia del joven.
La pregunta sobre este caso es ¿dónde está el límite? ¿Cuándo un temor es bueno? ¿Cómo combinas el temor con seguridad, sabiendo que tienes que hacerte a un lado?, según la reflexión que sobre este caso hizo Alex Lockwood, periodista y docente.
El periodista quería contar la historia de personas que no tenían un hogar y vivían en las calles de Newcastle, Reino Unido, algo que para él era importante y debía contarse, sin embargo, la historia terminó siendo él y no los sin hogar.
Y esa vocación de los periodistas hace que muchas veces no importe el lugar en el que se encuentren, porque de ahí también pueden generar una historia que debe ser contada y ellos son los cronistas llamados a hacerlo. En este caso el relato nos lleva al mundo de la cárcel, específicamente al penal de máxima seguridad de Puente Grande.
Periodismo a la mexicana
El periodista mexicano Jesús Lemus, sentenciado por narcotráfico y después absuelto, pasó tres largos años en una cárcel de máxima seguridad donde conoció a renombrados capos, asesinos de políticos y crueles secuestradores cuyas entrevistas, escritas originalmente en papel sanitario, fueron publicadas en el libro “Los Malditos, crónica negra desde Puente Grande”.
El libro de Random House Mondadori relata cómo conoció al presunto asesino de Luis Donaldo Colosio, excandidato presidencial del PRI; o a ‘El Mochorejas’, un narco que le cortaba las orejas a sus secuestrados.
Pero la propia experiencia de Lemus es digna de un relato ya que en mayo de 2008, cuando fue detenido, era director de El Tiempo, un periódico local del municipio de La Piedad en el estado de Michoacán, donde Felipe Calderón había iniciado su despliegue militar contra el narcotráfico. Una de sus fuentes (un comandante de policía) que le daba datos sobre los cárteles entre Michoacán y el estado de Guanajuato lo entregó a la policía.
Lo sentenciaron a 20 años de prisión por promoción del narcotráfico. Pero en mayo de 2011, un juez federal aceptó su apelación y lo puso en libertad.
La sentencia absolutoria del 11 de mayo pasado establece: “considerando que no hay ningún elemento de juicio que señale siquiera la duda de que estuviera relacionado en hechos de narcotráfico o de delincuencia organizada, [Jesús Lemus Barajas] queda exonerado de toda acusación y se le dicta sentencia absolutoria”. El abogado del periodista, Gregorio Medina Salazar, precisó a Reporteros sin Fronteras que, dado que no había elementos para condenarlo, se revocó la sentencia a veinte años de prisión, pronunciada en enero pasado contra su cliente por el Juzgado Segundo de Distrito en el estado de Guanajuato (del fuero federal).
Lemus cuenta que “me esposaron, me pusieron una capucha y me secuestraron dos días en un lugar desconocido a manos de policías. Ahí sufrí la tortura que yo ni siquiera me imaginaba que existía”, recuerda.
Sobre la vocación de periodista, relató – en el bautizo de su libro – que para poder escribir “sacaba de la cárcel los textos escritos en las raciones de papel sanitario a las que tenía derecho diariamente. Las tiras de papel las doblaba en pequeñas piezas que escondía y después entregaba a su esposa en las visitas conyugales para que se las llevara metidas dentro de los zapatos”.
Hay otras ocasiones en que el deber del periodista va más allá de solo escribir y las consecuencias salen caras, como le sucedió a Alberto López Bello, reportero policiaco en Oaxaca, México.
López Bello llevaba seis años trabajando con El Imparcial y se presentó a trabajar un martes. El periodista había estado cubriendo actividades del narcomenudeo en Oaxaca.
Al día siguiente – miércoles – fue encontrado “cerca de un arroyo a las afueras la capital del estado junto al cuerpo de otro hombre y cerca de algunas tablas de madera y piedras con rastros de sangre”, de acuerdo al reporte de las autoridades policiales. Según la agencia de noticias AFP, López Bello presentaba heridas de bala y señales de golpes.
México es uno de los países más peligrosos para ejercer el periodismo en el continente americano. En la última década, más de 80 periodistas han sido asesinados y 17 han desaparecido, según la organización Reporteros sin Fronteras.
En Brasil hay sanciones
Pero a veces sucede que también hay que hacer acto de contrición, y reconocer que los periodistas no siempre actúan de buena fe o con las mejores intenciones, por lo que los castigos deben ser asumidos y aceptados.
El plagio o la falsedad en las noticias conlleva una sanción, o por lo menos debería ser así, y aunque hay casos de quienes han escrito historias de ficción haciéndolas pasar por hechos reales y no hay recibido sanción – salvo moral – eso no le ocurrió a José Cristian Góes, periodista del estado de Sergipe en Brasil, quien fue condenado a siete meses y siete días de prisión, el 4 de julio, por haber escrito y publicado una crónica ficticia sobre el coronelismo en su blog Infonet, en mayo de 2012.
Como la intención tampoco era someterlo a prisión, la condena fue convertida en servicio comunitario, por lo que Góes fue destinado a prestar servicio de una hora diaria en una entidad de asistencia durante el periodo de la sentencia.
Sin embargo, más allá de la ficción, para el Sindicato de Periodistas de Sergipe, a pesar de que el texto estaba en primera persona y no tenía indicaciones de lugar, fechas ni declaraciones, un juez, cuñado del gobernador Marcelo Déda (PT), alegó haberse sentido ofendido por la nota y entabló una acción penal ante la Justicia solicitando pena de prisión para el periodista por injuria.
Inmediatamente, Reporteros Sin Fronteras (RSF) publicó el lunes que se enteró de la condena “con incredulidad y consternación” y comentó que el texto en cuestión, titulado “Yo, el coronel en mí”, estaba escrito de forma “literaria”. La organización consideró el caso “una locura judicial” y un insulto a los principios fundamentales de la Constitución democrática de 1988.
Como la canción ¿De dónde son las historias?
Si bien es cierto que hay que tener límites a la hora de exponernos por nuestras historias, no es menos cierto que la vocación de escribir, contar o relatar hechos nos deben abrir los ojos para que podamos encontrar qué es lo que a nuestro alrededor debemos exponer. No tiene que ser un gran caso de corrupción, o de malversación, o enfrentarnos a los grupos narcotraficantes, que también son temas importantes, pero muchas veces podemos cambiar algo de nuestro entorno si estamos con las “antenas” dirigidas a lo que sucede cerca de nosotros.
Cuando daba clases siempre le aconsejaba a mis alumnos pararse en una esquina unos quince minutos y ver qué sucedía en el semáforo, qué estaba pasando a su alrededor, que seguramente algún tema de interés personal y colectivo hallarían. Parafrasando aquella canción que preguntaba de ¿dónde son los cantantes?, yo constesto que las historias son de la calle, o también de La Loma, como respondía el verso musical.
El blog Periodismo en las Américas ofrece 7 tips del periodismo científico para encontrar buenas notas, un artículo escrito por Isabela Fraga, que aunque pareciera destinado únicamente para los comunicadores interesados en el área de la ciencia, en realidad es un manual práctico que puede ser aplicado a cualquier tema de nuestro interés.
Lo primero que se recomienda, de acuerdo al análisis de Alicia Ivanissevich, editora ejecutiva de la revista mensual Ciência Hoje es: Busca fuentes primarias — y organízalas. “La principal diferencia entre un periodista y otros es su lista de fuentes”.
Algo que antes no era sino una “perogrullada” porque era más que obvio ahora es una gran verdad: ¡Salga de la redacción! “Debemos darnos cuenta cuando estamos siendo pasivos”, dijo Carla Almeida, editora del sitio de Ciência Hoje y doctora en química biológica en la Universidad Federal de Río de Janeiro.
“Sea periodista las 24 horas del día”. Aquí regresamos al relato del Jesús Lemus, quien a pesar de estar preso en una cárcel de máxima seguridad se las ingenió para entrevistar a otros reclusos.
Siga de cerca los medios. Ellos pueden ser fuente de historias, al dejar de lado detalles que pueden considerar insignificantes y que una mente entrenada puede descubrir un punto de vista diferente para convertir ese detalle en una historia con vida propia.
Participe en las redes sociales y en los grupos de periodistas. En Argentina, la Red Argentina de Periodismo Científico comparte contactos y recomienda fuentes. “Las palabras y las ideas de los colegas siempre enriquecerán su cobertura”, dijo Valeria Román, de Clarín. Twitter, como siempre, es una excelente fuente de ideas.
El periodismo es el mejor oficio del mundo, como lo ha catalogado Gabriel García Márquez, quien siempre aclara que es un periodista prestado a las letras, pero no es un trabajo para todos, o al menos no para quienes quieren estar sentados en una oficina, cubrir ruedas de prensa y entrevistar a celebridades o políticos porque eso les garantizará mayor centimetraje en su respectivo medio. El periodismo es desenterrar aquellas cosas que otros quieren ocultar, o como decía un profesor es “hacer del conocimiento e interés del público algo que de lo contrario jamás habrían sabido de su existencia”, o esa es mi Visión Particular.
seryhumano.com / Francisco Lizarazo