Tras la crisis de Berlín de 1961 y la de los misiles de Cuba de 1962, ante un mundo que crujía continuamente por las tensiones entre el bloque capitalista y el soviético, el Papa Juan XXIII lanzó su grito por la paz. El gesto fue apreciado por los líderes de ambas partes.
Se trata de la encíclica «Pacem in Terris», la primera dirigida no sólo a católicos o a creyentes sino «a todas las personas de buena voluntad» con propuestas concretas para cambiar el dramático rumbo de la historia.
Aunque llevaba la firma del 11 de abril de 1963, en aquel entonces Jueves Santo, el Papa rompió el protocolo y la firmó dos días antes durante una ceremonia pública. La decisión fue acertadísima porque asistieron periodistas de todo el mundo y suscitó un gran interés en la opinión pública. Como resultado, la encíclica fue elogiada incluso por la agencia oficial soviética, Tass, que difundió el texto ampliamente. Muy pocas encíclicas pasan a la historia. La «Pacem in Terris» tiene motivos de sobra para ser una de ellas.
A lo largo de sus 172 puntos el Papa propuso no limitar la paz a una coexistencia pacífica y construirla día a día. La fórmula de Juan XXIII consiste en construir una paz entre personas, entre instituciones y entre Estados que respete «la verdad, la justicia, la caridad y la libertad».
En el texto afrontaba muchos temas: partía de la centralidad de la persona y recordaba que sus derechos son inviolables. Enumeraba con un lenguaje positivo e innovador algunos de ellos, como el derecho a la existencia y a un decoroso nivel de vida, a la buena fama, al culto divino, a mantener y educar a los propios hijos, a la propiedad privada o a intervenir en la vida pública.
En el capítulo de deberes de la persona, destacaba el deber de respetar los derechos ajenos, de colaborar con los demás y de actuar con sentido de responsabilidad. La ONU, la piedra angular de la paz entre las personas pasaba a la paz entre instituciones y entre países. Juan XXIII reconocía que la ONU era la piedra angular del orden internacional, reclamaba la libertad sin distinción para todas las personas, subrayaba los derechos de las clases trabajadoras, pedía que la propaganda dijera la verdad e invitaba a un mayor esfuerzo por el desarme.
También en el texto urgía a los católicos a superar las reticencias y desconfianzas del pasado y a estar presentes en todos los ámbitos de la vida pública con decisiones coherentes con su fe. La encíclica es uno de los textos más citados por sus sucesores. Juan Pablo II lo retomó en 2003 durante la guerra en Iraq e invitó a buscar soluciones acordes con «la verdad, la justicia, la caridad y la libertad».
Una fórmula que sigue siendo útil 50 años después de que Juan XXIII la lanzara. Por eso, el Papa Francisco invitó a aprovechar el aniversario para «promover la paz y la reconciliación a todos los niveles».
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Fuente: reportecatolicolaico.com