Julio salió impactado de su terapia. ¡Ahora resulta que sus papás lo abandonaron por amor!
Definitivamente su psicólogo estaba alucinando…
Cuando Julio nació, sus padres lo dejaron a la entrada de un templo.
Unas monjitas lo recogieron y se lo regalaron a una mujer gringa
que estaba de vacaciones en Comalapa, un pequeño poblado chiapaneco cercano a Guatemala.
Desde niño, su madre de acogida le contó que ella lo había adoptado,
pero que no sabía nada de sus padres, ni siquiera sus nombres,
pues le habían hecho jurar que nunca investigaría la verdad de su origen.
Era todo un misterio…
Mientras recordaba todo esto, Julio meditaba en su oficina la hipótesis de su terapeuta: “abandono por amor”.
“¡Qué jalado! ¡Pero si yo sólo quiero encontrarle sentido a mi vida construyendo un mejor futuro!” -reflexionaba con cierta indignación.
“¿Volver al pasado? ¡Para qué! ¡No vale la pena buscar a una pareja sin corazón capaz de dejar a un bebé a su suerte!”
-siguió diciéndose a sí mismo, hasta que sonó el teléfono y salió de su ensimismamiento…
A los trece años murió su madre adoptiva de una enfermedad terminal.
“Todo sucede por algo hijo, aunque no lo puedas ver todavía”,
-fueron algunas de las últimas palabras que ella le expresó en su lecho de muerte-.
¡A él no le importaba nada de eso!
Él sufría intensamente la muerte de su mami y ahora se hallaba completamente solo por la vida.
Uno de los caminos que Julio encontró para mitigar el sufrimiento fue el alcohol y posteriormente la cocaína,
sólo que sus adicciones ya no resolvían como al principio sus conflictos, y le estaban trayendo más problemas que antes;
fue por eso que decidió acudir a una terapia…
Julio detuvo su automóvil a la entrada de la casita número 9 de la calle principal del pueblo de Comalapa,
donde le comentaron que encontraría a la mujer más anciana del lugar y que tal vez ella le podía informar el paradero de sus padres.
Al verlo, Doña Margarita, -que así se llamaba la anciana-, le miró a los ojos y le dijo:
“¡Mira nomás jovencito! ¡Cómo te pareces a tu madre Juanita!”, -dijo emocionada.
“¿Juanita? ¿Usted sabe dónde puedo encontrar a esas personas?” -balbuceó Julio un poco desconcertado por la contundencia de Doña Margarita.
“¡Ah muchachito! ¡Si tú supieras! Tu madre se llamaba Juanita y tu padre Carmelo. Ellos están muertos y bien enterrados en el panteón del pueblo.”-respondió visiblemente conmovida.
“¿Tiene mucho tiempo de eso?”, -interrogó Julio con un creciente interés.
“¡Huy, sí muchacho! Poquito después de que tú nacieras. ¡Fue un asunto muy sonado en el pueblo!
Tu padre Carmelo no quiso venderle sus tierras al cacique de por aquí, entonces amenazó a tus padres y los mandó asesinar.
Mucha gente creyó que tú también habías muerto, pero en una ocasión,
-mientras tomábamos una taza de chocolate caliente-, la Madre Teresita me platicó de ti,
me confesó que estabas vivo porque tus padres te regalaron con una gringa.
Y ya no supimos más, hasta ahora que te veo, ¡qué caray!”, -dijo Margarita suspirando como si se liberara de un secreto que no era suyo…
“¡Sí, diga usted!”, -le preguntó una risueña muchacha a la entrada de la casita número 9 de la calle principal del pueblo de Comalapa, a un Julio que seguía atrapado en sus imágenes y emociones.
“¡Ah! ¡Hola! ¿Aquí vive Doña Margarita?”, -preguntó Julio un poco desconcertado.
“¡No Señor! Mi abuelita Margarita murió el año pasado.” -fue la respuesta de la muchacha.
Julio quedó muy sorprendido. Agradeció la atención de la joven y subió a su auto sin saber qué hacer.
¿Soñó acaso la conversación con Margarita? ¡Pero ella murió! ¿Estaría imaginando cosas? Entonces sintió un impulso muy fuerte, como nacido del alma, y se dirigió al panteón del pueblo.
Fue después de mucho andar entre las tumbas, que encontró una cripta que decía:
“Aquí descansan los restos de Carmelo y Juanita.
Su última voluntad: ¡Díganle que fue por amor!”
seryhumano.com / Jesús Piña
Fuente: jesuspina.com