La prestigiosa revista “Time” ha elegido al Papa Francisco como el Hombre del Año 2013.
El criterio que se utiliza para esa selección está basado en “aquella persona que haya ejercido más influencia, buena o mala” en el año en curso.
Antes de adentrarme en la faceta del tema que quiero tocar, es importante mencionar que en 1936 la elección recayó en Adolfo Hitler.
Aunque sería tentador marcar las enormes diferencias entre estos dos hombres (bestialmente kilométricas) creo más importante establecer las diferencias entre el Papa Francisco y hombres actuales, religiosos y no religiosos, católicos y no católicos.
Contrario a lo que algunos piensan de los argentinos, el Papa Francisco es un hombre humilde, creo que esa es su principal virtud. De paso, la humildad es la más grande virtud que hombre alguno puede tener.
Al hombre no le interesa el boato o los lujos y creo que ni siquiera le importa mucho el poder que tiene como Sumo Pontífice de la Iglesia Católica, excepto para utilizarlo como medio para dar a conocer al mundo sus ideas y su forma de pensar.
¿Qué están haciendo los cardenales, obispos y sacerdotes de la Iglesia Católica para seguir el ejemplo del Papa?
¿Renunciaron ya a los lujos? ¿Se bajaron de las limosinas y empezaron a utilizar el transporte público, cómo lo hace el Papa?
¿Se dan cuenta que son los mercaderes del templo?
¿Quitaron de sus pechos las cruces de oro sólido que muchos lucen? Cruces que en lugar de emular a Jesucristo les colocan en el lado totalmente opuesto.
¿Por qué cruces de oro, no deberían ser de madera? ¿Acaso el oro no rinde pleitesía a un dios muy distinto?
¿Es que no han visto (como si lo ha hecho el resto del mundo) la ruta que el Papa está indicando, algo así como un regreso a la pureza del cristianismo original?
Humildad, esa es la palabra clave, esa es la esencia.
Hace algunos años tuve la oportunidad de visitar la tumba de San Francisco de Asís. Entre las cosas que más me han conmovido en la vida fue contemplar el hábito con que vestía.
Pequeño, totalmente lleno de parches, tanto que es casi imposible detectar cuál pedazo de la tela es el original y cuáles son los parches.
Sea uno ateo o no, no se puede dejar de tener sensibilidad social y de comprender que los religiosos tienen un papel importante que desempeñar; guiar a los que necesitan de su guía para llevar adelante sus vidas. Respeto eso.
Pero no puedo respetar a ningún sacerdote católico o pastor de cualquier religión que la utilice para enriquecerse, para adquirir poder, para darse lujos, para vestir caros trajes y hasta para comer costosos platillos sofisticados, con vinos de alcurnia, en lugar de seguir el ejemplo de Jesucristo.
Es más, no respeto tampoco a ningún hombre que utilice la bandera de los pobres y la defensa de los oprimidos y la aproveche para vivir en el lujo o querer perpetuarse en el poder.
Si alguien logra ser rico trabajando (o robando), esa es una historia y otra muy diferente es la de quien, usando el nombre de Dios y de todos los santos, se da los mismos lujos de ese que trabajó (o robó) para obtener riqueza.
Esa es la diferencia que viene a marcar el Papa Francisco.
El hombre es un Gandhi, una Madre Teresa, un San Francisco de Asís, es la esencia del cristianismo, es un hombre humilde.
Los demás son aprovechados, vividores y farsantes, sin importar el costoso hábito o los caros trajes detrás de los que se esconden.
seryhumano.com / Otto Martín Wolf
Fuente: laprensa.hn