«Humildad y dominio propio. No hay ley que condene estas cosas«.
La templanza es la virtud que modera y ordena la atracción de los placeres y procura el equilibrio en el uso de los bienes creados. Asegura el dominio de la voluntad sobre los instintos.
La templanza implica diferentes virtudes como son: la castidad, la sobriedad, la humildad y la mansedumbre.
Es estar bajo el control del Espíritu Santo. La templanza o dominio propio es la fuerza interior que controla nuestras pasiones y deseos.
Debemos andar en el Espíritu. Si andamos en la carne, según nuestros deseos o pensamientos, lo que surgirá ante una tentación o dificultad o una agresión será nuestra naturaleza caída, nuestro yo, el cual generalmente ofrece poca resistencia.
La templanza o el dominio propio nos da el control para las decisiones. Debemos ejercer el dominio propio con la ayuda del Espíritu Santo. Algunos se preocupan por comer saludablemente para conservar la salud, y eso está muy bien, ya que somos templo del Espíritu Santo.
Dice la Palabra de Dios que la lengua es pequeña pero se jacta de grandes cosas y que contamina todo el cuerpo.
Los médicos han comprobado que una persona por lo que habla o piensa puede influir sobre su organismo, porque va mandando órdenes a su sistema central nervioso: “Estoy cansado: no tengo fuerzas no puedo hacer nada” y el centro nervioso dice: “si es cierto”.
Debemos volver a tomar la Palabra de Dios y usar su lenguaje que es creativo, edificante, y victorioso.
Necesitamos templanza y dominio propio en:
- La manera en que pensamos
- La manera en que comemos, hablamos, administramos el dinero, en el uso del tiempo. En nuestras actitudes.
- Levantarnos temprano para buscar a Dios.
- Para vencer la lentitud y la pereza, para servir a Dios.
- En los deseos sexuales.
- En la manera de vestirnos, etc.
Dios nos eligió y nos ha puesto para que llevemos fruto (Juan 15:16).
Él es la vid y nosotros los pámpanos, debemos permanecer en Él, porque separados nada podemos hacer.
¿Cómo permanecemos en su amor?
Guardando los mandamientos y habrá gozo en nuestros corazones (Juan 15:10-11).
Al obedecer permanecemos en su amor. Dios sabe que no somos perfectos, pero a pesar de todo nos ama y nos llama amigos.
Renovémonos en el espíritu en nuestra mente y vistámonos del nuevo hombre (Efesios 4:23- 24).
¿Por qué nos interesa fomentar la virtud de la templanza?
- Porque las personas templadas son más libres, y por lo tanto más felices.
- Porque la falta de templanza genera vicios entre los cuales se distinguen los pecados capitales.
- Porque se llega a ser feliz y se alcanzan metas insospechadas, cuando uno mismo es dueño de sus actos.
- Porque la templanza se apoya en la humildad, la sobriedad, mansedumbre y la castidad, virtudes necesarias para imitar a Jesús.
- Porque somos seres racionales que debemos ordenar nuestras pasiones hacia nuestro fin para ser realmente felices.
- Porque toda actitud iracunda y descompuesta es claro indicio de que, en lugar de dominar la situación, somos su víctima.
Vivir la templanza significa:
- Esforzarse diariamente por ser mejor.
- No ceder ante los gustos, deseos o caprichos que pueden dañar mi amistad con Dios.
- Estar alegre al saber que puedo dominarme y ser mejor.
- Ser dueño de sí mismo, del propio actuar.
- Congruente con lo que pienso, digo y hago.
- No justificarse ni dar falsos pretextos.
- Conocer las propias debilidades y evitar caer en circunstancias que pongan en peligro mi voluntad.
- Es vencerse al deseo del placer y la comodidad por amor y con inteligencia.
- La persona moderada orienta y ordena hacia el bien sus apetitos sensibles, no se deja arrastrar por sus pasiones
¿Qué facilita la vivencia de esta virtud?
- La humildad que le ayuda a reconocer sus propias insuficiencias y cualidades y aprovecharlas sin llamar la atención.
- La sobriedad que le ayuda a distinguir entre lo que es razonable y lo que es inmoderado y le ayuda a utilizar adecuadamente sus sentidos, sus esfuerzos, su dinero, etc. de acuerdo a criterios rectos y verdaderos.
- La castidad que le ayuda a reconocer el valor de su intimidad y a respetarse a sí mismo y a los demás.
- La mansedumbre que le ayuda a vencer la ira y a soportar molestias con serenidad.
- El conocimiento de las propias debilidades.
- La formación de una conciencia recta y delicada.
- El avance de la capacidad moral que ayuda a distinguir entre lo realmente necesario y los caprichos.
- El diálogo en familia que le ayude a comprender mejor la forma en que se debe actuar ante las diferentes situaciones.
- El conocimiento de los propios dones y capacidades.
- El hacer sacrificios y mortificaciones por Dios y los demás.
- Carácter reflexivo que le invita a pensar antes de dejarse llevar por sus emociones deseos o pasiones.
¿Qué dificulta la vivencia de esta virtud?
- La sociedad materialista y utilitaria que nos lleva a conseguir todo lo que deseamos.
- El egoísmo.
- El permisivismo que nos deja actuar pasando sobre los derechos de los demás.
- El deseo de comodidad que nos lleva a buscar una vida fácil y sin compromiso.
- Falta de conocimiento de las propias debilidades.
- No encontrar a Dios como Fin último de nuestra vida.
- No contar con la virtud de la Fortaleza. Fuerza de voluntad.
- Egoísmo que lleva a querer tener y hacer de todo, sin pensar que eso no es lo mejor para la propia naturaleza.
- El desorden que me impide distinguir entre lo realmente necesario y lo superficial y evita que ordenemos rectamente las pasiones a la voluntad.
- Clima de nerviosismo que lleva a desahogar la tensión a través del exceso en ciertos aspectos.
- Conciencia laxa, permisiva, o mal formada
”Pero la sabiduría que es de lo alto es primeramente pura, después pacífica, amable, benigna, llena de misericordia y de buenos frutos sin incertidumbre ni hipocresía y el fruto de justicia se siembra en paz para aquellos que hacen la paz”
(Santiago 3:17-18)
Seryhumano.com / Andrés Manuel Landaeta