“Beethoven siempre estuvo enamorado de alguien y,…en un grado violento” Franz Gerhard Wegeler, amigo de Beethoven
El título “Claro de Luna”, por el que se conoce esta pieza, no se lo puso el compositor, sino el poeta y crítico musical alemán Ludwig Rellstab, cinco años después de la muerte de Beethoven. Sin embargo, Beethoven describía esta obra como ´quasi una fantasía’, y el enfoque rapsódico que sugiere esta definición se aprecia en su forma heterodoxa.
Empieza, insólitamente, con un movimiento lento, que conecta con el siguiente sin interrupción. Beethoven indica al intérprete que este tranquilo y ondulante primer movimiento debe tocarse ´todo con la máxima delicadeza’
En 1801 Beethoven había empezado a reconocer ante el mundo su sordera; esto y el hecho de que dedicara la sonata a la joven condesa italiana Giulietta Guicciardi (una alumna a la que doblaba en edad) podría explicar el carácter insólito y sumamente personal de la obra.
En la interpretación de Stephen Kovacevich, este aporta una delicadeza hipnótica al primer movimiento, con un límpido acompañamiento y una melodía serena, casi apagada, que centra la atención en la visión general en lugar de hacer hincapié en los giros locales de armonía y melodía.
Su fluidez le permite describir un arco continuo que produce una sensación afectiva pero no sensiblera: no complaciente, pero sumamente conmovedora.
El segundo movimiento es ejecutado como si se tratase de una danza efímera y elegante. Aquí la velocidad relativamente contenida refuerza el efecto del enérgico finale. En él, Kovacevich logra el máximo impacto posible sin llegar a romper la indicación preceptiva de ´piano´. Su ejecución sin contemplaciones, precisa y repleta de fuerza, recalca el carácter físico de uno de los finales más tormentosos de Beethoven.
seryhumano.com / Edward Bhesania