«Brahms ¡menudo pianista! ¡Está entre los diez mejores!» Phillip Hale
Johannes Brahms no fue el primer compositor inspirado por los exóticos ritmos y colores de la música popular húngara, lógicamente. Liszt (en muchos sentidos, un espíritu poco afín a Brahms) ya había compuesto la mayor parte de sus Rapsodias húngaras cuando Brahms comenzó, durante la década de 1850, a arreglar una serie de piezas de baile que solían ser interpretadas por violinistas en los cafés de Budapest.
Estos arreglos estaban destinados a ser interpretados al piano, pero con la publicación de diez danzas en 1869 fueron adaptados a duetos de piano, resultando así más atractivos para el mercado doméstico. Brahms ganó una pequeña fortuna.
Las versiones para piano solo de estas diez danzas (singulares en cuanto al virtuosismo requerido) se completaron y publicaron en 1872. Animado por el éxito comercial de las diez primeras danzas, el editor Simrock convenció a Brahms para que preparase otra serie, que apareció en 1880.
Las diez primeras Danzas Húngaras se basan en gran medida en las populares zardas y otros estilizados bailes húngaros. Al igual que Liszt, Brahms utilizó material procedente de la música de entretenimiento de la clase media en lugar de partir de la genuina música folclórica rural (como luego harían Bartók y Kodály). Pero Brahms, aunque dejó claro que estaba arreglando melodías ya existentes, no reconoció que había buceado en otras fuentes, por lo cual recibió acusaciones de plagio.
Aún no se ha realizado una grabación _ en mi opinión personal _ más contagiosa de las Danzas Húngaras que la correspondiente a Walter Klien y Alfred Brendel, originaria de los primero tiempos de las grabaciones en estéreo. El sonido quizás traiciones la edad de la grabación, pero Klien fue un gran intérprete de Brahms y, junto al joven Brendel , se deleita en el colorido tapiz y en la galanura gitana de la música.
Seryhumano.com / Tim Parry