Voluntad (del latín voluntas) es la potestad de dirigir el accionar propio. Se trata de una propiedad de la personalidad que apela a una especie de fuerza para desarrollar una acción de acuerdo a un resultado esperado. La voluntad implica generalmente la esperanza de una recompensa futura, ya que la persona se esfuerza para reaccionar ante una tendencia actual en pos de un beneficio ulterior.
Por ejemplo: “Tienes que tener fuerza de voluntad para superar una enfermedad de este tipo”, “Por favor, pon buena voluntad y trata de no hacer más problemas”, “Tuve que despedirlo por su mala voluntad para el trabajo en equipo”.
La voluntad ha motivado todo tipo de debates filosóficos ya que está vinculada a lo que se desea realizar y al entendimiento de las razones por las cuales un sujeto escoge hacer eso. Por lo tanto, la voluntad tiene relación con el libre albedrío.
La voluntad también está relacionada al poder de elegir de la conciencia, el sentimiento y la acción. Algo elegido por propia voluntad no es obligado por un impulso externo. Una mujer que renuncia a su trabajo ya que no estaba conforme con las condiciones, está actuando según su voluntad. En cambio, una mujer que deja su trabajo por las presiones de su marido, por ejemplo, no está respetando su voluntad.
Otra forma de entender la voluntad tiene que ver con el deseo o las intenciones de realizar alguna cosa: “Tengo voluntad de retomar mis estudios de arte”, “Muchos me dicen que vuelva a intentarlo, pero ya no tengo voluntad”.
Los seres humanos poseen una capacidad que los mueve a realizar cosas de manera intencionada, por encima de las dificultades o contratiempos de las mismas.
Todas nuestras acciones se orientan por aquellas situaciones o cosas que aparecen como buenas ante nosotros, desde las actividades recreativas hasta el empeño por mejorar en nuestro trabajo, sacar adelante a la familia y ser cada vez más productivos y eficientes.
En relación a esta cuestión, podemos decir que nuestra voluntad opera principalmente en dos sentidos:
– De manera espontánea, cuando nos sentimos motivados y convencidos a realizar algo, como salir a pasear con alguien, empezar con un pasatiempo, organizar una reunión, asistir al entrenamiento.
– De forma consciente, cada vez que debemos esforzarnos a realizar las cosas: terminar el informe a pesar del cansancio, estudiar la materia que no nos gusta o dificulta, recoger las cosas que están fuera de su lugar, levantarnos a pesar de la falta de sueño, etc.
Todo esto representa la forma más pura del ejercicio de la voluntad, porque llegamos a la decisión de actuar contando con los inconvenientes.
En lo cotidiano, algunas actividades que iniciamos con gusto, al poco tiempo se convierten en un reto o un desafío poco deseable. De esta manera, nos enfrentamos con una disyuntiva: abandonar o continuar con estas actividades.
Con relativa facilidad podemos dejarnos llevar por el gusto dejando de hacer cosas importantes; esto se aprecia fácilmente cuando vemos a un joven que dedica horas y horas a practicar un deporte, cultivar una afición, jugar en internet o a salir con sus amigos, por supuesto, abandonando su estudio; en los muchos arreglos del hogar o en la oficina que tienen varios días o semanas esperando atención: botar la basura, tendido de las camas, lavar la ropa, el desperfecto en un enchufe de electricidad, la grama crecida del jardín, la limpieza de la casa o apartamento, ordenar el archivo, las gavetas del escritorio, o los objetos y papeles sobre el mismo.
Claramente, nuestra intención no es suficiente, como tampoco el saber lo que debemos hacer. La voluntad sólo se manifiesta «haciendo». No por nada se ha dicho que «obras son amores y no buenas razones».
La falta de voluntad, puede evidenciarse cuando retrasamos el inicio de una labor; cuando priorizamos aquellas actividades que son más fáciles en lugar de las importantes y urgentes, o siempre que esperamos a tener el ánimo suficiente para actuar. La falta de voluntad posee varios síntomas, ninguno de nosotros escapa al influjo de la pereza o la comodidad, dos enemigos que obstruyen nuestras acciones.
Al respecto, podríamos realizar una comparación entre nuestra voluntad y los músculos de nuestro cuerpo, estos últimos se hacen más débiles en la medida que dejan de moverse. Con nuestra voluntad sucede lo mismo, cada situación requiere un esfuerzo, una magnífica oportunidad para robustecerla, de otra manera, se adormece y se traduce en falta de carácter, irresponsabilidad, pereza, inconstancia.
En este sentido, vivimos rodeados de personas ejemplares: aquel padre de familia que cada día se levanta a la misma hora para acudir a su trabajo; la repetición de las labores domésticas de la madre; el empresario que llega antes y se va después que todos sus empleados; quienes dedican un poco más de tiempo a su trabajo y así no dejar pendientes; el deportista que practica horas extras. Cada uno de ellos no sólo asume su responsabilidad, sino que lucha diariamente por cumplir y perfeccionar su quehacer cotidiano, lo que distingue a estas personas es la continuidad y la perseverancia, es decir, su voluntad está capacitada para hacer grandes esfuerzos por períodos de tiempo más largos.
Por otra parte, esta decisión debe ser realista e inmediata, y en algunos casos programada, no sirve de nada postergarla: esperar hasta “el lunes”, “el próximo mes” o el «inicio de año», estos objetivos o buenos propósitos suelen retrasarse para cuando estemos dispuestos o se presenten circunstancias más favorables.
Por lo general, se presentan como ejemplos de este valor, modelos que personifican una fuerza de voluntad a toda prueba frente a condiciones severamente adversas (digamos en la televisión o el cine), sin embargo, la voluntad se fortalece en las pequeñas cosas de nuestra vida cotidiana, normalmente en todo aquello que nos cuesta trabajo, pero al mismo tiempo consideramos poco importante.
Por eso, conviene reflexionar detenidamente en cuatro aspectos que nos ayudarán a conseguir una voluntad firme:
– Control de nuestros gustos personales: Levántate a la hora prevista y sin retrasos (por eso siempre tienes prisa, te pones de mal humor y llegas tarde); come menos golosinas o deja de estar probando cosas todo el día; piensa en una actividad concreta para el fin de semana, y así no estar en estado de reposo todo el tiempo; tus obligaciones y responsabilidades no son obstáculo para las relaciones sociales, organiza tu tiempo para poder cumplir con todo; haz lo que debes hacer sin detenerte a pensar si es de tu gusto y agrado.
– Perfección de nuestras labores cotidianas: Establece una agenda de trabajo por prioridades, esto te permite terminar a tiempo lo que empezaste; revisa todo lo que hagas y corrige los errores; guarda o acomoda las cosas cuando hayas terminado de usarlas; si te sobra tiempo dedícalo a avanzar otras tareas.
– Aprendizaje de cosas nuevas: Infórmate, estudia y pon en práctica las nuevas técnicas y medios que hay para desempeñar mejor tu trabajo; inscríbete a un curso de idiomas; aprende a hacer reparaciones domésticas; desarrolla con seriedad una afición: como aprender a tocar algún instrumento como la guitarra, aprender a pintar, hacer teatro, etc.
– Hacer algo por los demás: En casa siempre hay algo que hacer: disponer la mesa, limpiar y acomodar los objetos, ir a comprar alimentos y víveres, cuidar a los hijos, padres (o los hermanos, según sea el caso), recoger nuestras ropa, etc.; evita poner pretextos de cansancio, falta de tiempo u ocupaciones ficticias para evitar colaborar; haz lo necesario para llegar puntual a tus compromisos, así respetas el tiempo de los demás. En todos los lugares que frecuentas se presentan muchas oportunidades, ¡decídete!
Es necesario tener en cuenta, que una voluntad férrea se convierte a la vez en escudo y arma para protegernos de ciertas situaciones, miles de personas han caído en la dependencia y en la aniquilación de su dignidad. En este sentido, la voluntad es el motor de los demás valores, no sólo para adquirirlos sino para perfeccionarlos, ningún valor puede cultivarse por sí solo si no hacemos un esfuerzo, pues todo requiere pequeños y grandes sacrificios realizados con constancia.
seryhumano.com / Andrés Manuel Landaeta
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