Lari Lehtonen, un atleta finlandés que practica esquí a campo traviesa, sacó a sus hijos del kínder desde principios de enero. No permitió que fueran a fiestas de cumpleaños ni que estuvieran en espacios cerrados si había muchas personas. Podían salir a jugar con sus amigos, pero solo si Lehtonen hablaba antes con sus padres.
Puede que parezca un estilo de crianza particularmente restrictivo pero, en realidad, a Lehtonen no le preocupaban sus hijos, sino él mismo. Le preocupaba contagiarse de una gripe y sabía que mientras sus hijos pasaran más tiempo con otros niños era más probable que contrajeran esa afección tan común pero que, en su caso, podía arruinar sus posibilidades olímpicas.
“Nuestros amigos saben que no pueden invitar a mis hijos si alguien está enfermo en sus casas”, dijo Lehtonen. “Pero de cualquier manera los llamo o les escribo un mensaje para estar seguro”.
La estrategia de Lehtonen es una de muchas que han utilizado los atletas de las Olimpiadas de Invierno. La atención se ha centrado en un brote de norovirus –hasta el sábado ya se habían reportado 139 casos—, pero el riesgo de contraer el rinovirus —la causa más frecuente de la gripe común— es lo que más temen los atletas. A diferencia de sus rivales en las diversas disciplinas olímpicas, este contrincante es invisible, omnipresente y no da tregua.
Tampoco hay cómo vencerlo; la esperanza es evitarlo. Eso puede ocasionar algo de neurosis en los atletas o llevarlos a intentar todo lo que se pueda. O caer en ambas conductas.
“Hacía buches de agua con sal todas las noches”, dijo Sara Studebaker-Hall, excompetidora olímpica del biatlón. “Mi mamá es enfermera y me dijo que alguna investigación sugería que eso ayuda”.
Arturs Darznieks, un letón que compite en el trineo ligero, come dientes de ajo. Asegura que a su novia no le molesta y tampoco a sus compañeros de equipo, que ahora también comen ajo.
“Todos apestamos en el cuarto”, dijo el jueves 8 de febrero durante las pruebas. “Pero es bueno para el sistema inmunitario”.
La ciencia no está tan convencida
James Gern, profesor de la Universidad de Wisconsin en Madison, donde es académico de inmunología, se mostró escéptico sobre varios de los métodos utilizados por los atletas olímpicos. Dijo que acciones básicas como dormir bien, lavarse las manos y reducir el estrés, son válidas. Pero ¿comer ajo crudo? Vaticinó que eso solo logra alejar un poco a la gente.
El problema básico es que el invierno es la temporada de contagio de gripe e influenza. Y, por tanto, en las Olimpiadas de Invierno hay mayor probabilidad de contagiarse que durante las competencias veraniegas. Los juegos de Pieonchang, incluso antes del brote de norovirus, ya parecían destinados a que quienes llegaran desarrollaran fobias a los gérmenes.
En el aeropuerto de Incheon, cerca de Seúl, a los viajeros los recibe un anuncio que advierte de una peste originada en Madagascar antes de que tengan que caminar por un detector de temperatura corporal para registrar posibles fiebres. Camino a la cinta transportadora de maletas se escucha la voz de una mujer que habla sobre salud en un mensaje grabado que incluye la palabra “vomitar”.
No es raro ver a los coreanos caminar por la zona con tapabocas, sin que quede claro si es porque están en un periodo de contagio o porque temen contagiarse. Por todos los parques olímpicos hay instrucciones sobre cómo toser: contra la manga o el codo, por favor.
En la villa olímpica no se necesita realmente de un recordatorio sobre los peligros: los atletas de todo el mundo que comen en cafeterías de tipo bufet lo tienen muy presente.
“No toco la cuchara grande para servir a menos que traiga puestos guantes”, dijo Johanna Matintalo, esquiadora a campo traviesa, también finlandesa.
Pese a sus precauciones, Matintalo es prueba de que a veces el rinovirus alcanza a quien sea. Una semana antes de los juegos se contagió de una gripe y terminó casi como los hijos de su compatriota Lehtonen: desterrada.
Al menos en parte. “Tengo mi propio departamento” en la villa, dijo. “Debería estar con mis cuatro compañeras de equipo, en un departamento de cinco habitaciones, pero quieren asegurarse de que solo regrese cuando esté al cien por ciento”.
El equipo australiano fue un poco más despiadado: los veinte integrantes que son considerados como los más fuertes aspirantes a las medallas fueron llevados a un “subsitio” para alejarlos de los demás atletas australianos que podrían llegar a enfermarse.
El temor a la gripe está presente en el curling hasta para los skips, quienes se quedan cerca del blanco adonde debe llegar el disco gritándole instrucciones a sus compañeros.
“Los skips son muy muy inteligentes y muy astutos”, dijo Kevin Martin, exatleta canadiense de curling. “Es como un juego de ajedrez. Tienen problemas si salen al campo y no están en su mejor momento”.
El médico del equipo estadounidense de biatlón, Randy Wilber, detalló un plan para los atletas desde principios de enero para que no enfermaran, con sugerencias sobre higiene, dieta, horas de descanso y cómo evitar las incomodidades por el desfase de horarios en Corea del Sur.
También ayuda tener un plan con métodos para reducir el contagio. “Si sabes que existe y que lo desarrollaron personas que han trabajado con cientos de atletas significa que no debes preocuparte tanto”, dijo Max Cobb, presidente de la asociación de biatlón de Estados Unidos. “Y eso reduce el estrés”.
seryhumano.com / David Segal