Resulta que el calor, la humedad y la luz generan una especie de “granos” en las pinturas, deteriorándolas, y lo causa una reacción química de los mismos pigmentos.

En un artículo firmado por Lorena Guzmán en el diario El Mercurio en el mes de febrero de 2019, cuyo título era “La tecnología define las veces que una obra de arte puede ser expuesta sin dañarse”, nos explicaba este tema en particular, que hoy les publico a continuación.
Hace cuatro años, los expertos del Museo Georgia O’Keeffe, en Nuevo México, Estados Unidos, decidieron estudiar las minúsculas protuberancias que tenían algunas de las obras de la famosa artista estadounidense y que de pronto habían comenzado a crecer. Hasta ahora, se había pensado que eran granos de arena, pero estaban en un error.
Científicos de la Universidad de Northwestern (EE.UU.), no solo descubrieron qué son dichos granos, sino también dieron con una forma de diagnosticar el estado de salud de cualquier obra pintada al óleo.
Utilizando la cámara de un iPad, una ampliación y un complejo modelo matemático __ alimentado por datos obtenidos con aprendizaje de máquina__, el equipo fotografió la luz que refleja una de las pinturas. Con ello construyó un mapa en 3D extremadamente detallado el que les permitió estudiar el “acné” que padecía el cuadro. Los granos eran el resultado de un proceso químico que se producen cuando los ácidos grasos de los agentes aglutinantes de la pintura reaccionan con el plomo y el zinc del pigmento.
Con esta técnica, el equipo pudo monitorear, paso a paso, el crecimiento de los granos, explicó Oliver Cossairt, académico de ciencias de la computación de la U. de Northwestern en la última reunión de la Asociación Estadounidense para el Avance de la Ciencia (AAAS, por sus siglas en inglés). Mientras en algunos cuadros el acné estaba recién apareciendo, en otros, el avance era mayor y, a pesar de haber sido restaurados, estos volvían a aparecer. Por ello era crucial identificar y conocer la velocidad del deterioro de cada una de las obras.
Cruzando los datos obtenidos con la nueva técnica y los que tenía el museo sobre las exposiciones de cada pintura, el equipo encontró una correlación entre las veces que las obras habían sido expuestas al público y la cantidad de protuberancias que tenían. “Luego de conocer las condiciones ambientales a las que habían sido expuestas, tanto en los museos como en los traslados __ humedad, temperatura y exposición directa a la luz del sol __, podemos prescribir el ambiente específico que permitirá a cada obra de arte sobrevivir en un largo período de tiempo”, dijo Marc Walton, profesor de Ciencia de Materiales de la Universidad de Northwestern.
La técnica puede ser utilizada en todas las obras de arte hechas con pinturas al óleo y de todos los períodos. “No se necesita un estudio de fotografía, ni cámaras especiales. Cualquiera que esté a cargo de la conservación y restauración puede usarlo”, agregó el investigador. El Equipo asegura que está trabajando para disminuir los costos del sistema.
seryhumano.com