El filósofo francés Jean Paúl Sartre, (París 21 de junio de 1905 al 18 de abril de 1980), dijo una vez: «Como todos los soñadores, confundí el desencanto con la verdad». Tal vez rodeamos las cosas, pintamos las circunstancias, adornamos a los seres con demasiada aura, a veces exacerbamos el misticismo, y en justa reprimenda el universo nos trae de vuelta a la realidad. Nos pasa sobre todo con el amor, con la política, con los amigos, con la cotidianidad.
Más sin embargo, el desencanto, tal como lo plantea el existencialista Sartre, no es la verdad. El desencanto no es más que la expresión emocional de que el lustre que la ilusión da a nuestros anhelos brillaba mucho más de lo que realmente era. Lo cual no significa que debamos abandonar el camino de nuestros sueños, el sendero de nuestros objetivos en el corto, mediano o largo plazo; solo significa que debemos evaluar los resultados, afinar los detalles, reorganizar las acciones y… volver a tomar el camino del éxito. Dios hizo un día detrás del otro, y también bendice las luchas de aquellos que en buena lid, con el alma despojada de ciertas bajezas y superficialidades -si, ambas simultáneamente- son capaces de perseverar hasta ver coronadas sus aspiraciones.
Louis Althusser en cartas a su buen amigo, el teólogo y también filósofo Jean Guitton, escribe:”Después de un año muy activo, me siento caer en el agujero. Estoy expuesto a los cambios, incluso en el mismo momento en que creía escapar. Ésta es mi cruz». Althusser, quien según sus médicos asesinó a su esposa en un «delirio de amor», cree que el mundo entero se aproxima a una época en la cual la humanidad deberá escoger entre el todo o la nada. A una situación límite. Y el paso de los días pareciera darle la razón. La tragedia humana de todos los días confirma ciertas profecías religiosas, pero, aunque todo el mundo pareciera estar concentrado en el apocalipsis, hay también mucha gente trabajando en la esperanza.
Yo también creo que la humanidad debe escoger entre el todo o la nada, creo que cada uno de nosotros debe alimentar una u otra visión del universo que nos rodea. Estamos obligados a decidir entre la esperanza y la frustración, entre la energía que crea o la pasividad que anula, entre la pasión que despierta o el frío que consume hasta paralizar el alma.
Hoy más que nunca antes, el mundo clama por los que son capaces de actuar con poco o mucho para hacerlo más vivible, más colorido. Hoy, más que nunca, desde las más pequeñas hasta las más grandes decisiones se toman desde el espacio cercano que te rodea.
Debes escoger «tú» querido lector: ¿todo o nada?
No hablo de la esperanza como un anhelo infinito e inalcanzable, sino de la que se hace con las manos cada día, de esa que no deja nada a su suerte. Venezuela no merece que la dejemos a su suerte. ¿Puedes dejar a tus hijos a su suerte?, habrá quien conteste que si, o quien tal vez sin contestarlo lo haga, pero yo estoy completamente seguro que la mayoría de nosotros no dejaría las cosas que ama a su suerte. Creo sí, en que debemos dejar de elucubrar anhelos y colgarlos en el aire. Creo sí, en que no podemos seguir esperando cosechar la siembra de unos pocos; confío en que haremos con ética lo correcto: volver a sembrar el campo.
Dejar a Venezuela a su suerte se me parece mucho al asesinato de Helene Althusser, quien murió a manos de su esposo: Louis Althusser, «en un delirio de amor» ¿Es grotesca la imagen verdad?, ¿Te parece que puedo resultar intelectual y políticamente amarillista? puede ser… pero estos últimos meses la realidad política y cultural de quienes vivimos en nuestra «amada» Venezuela ha superado con creces al señor Althusser.
Nadie dijo que transformar el país en lo que anhelamos sería fácil, un acto de magia, un abracadabra; transformar nuestro país es una tarea de todos los días que depende de las manos de todos. Nadie puede escapar de los cambios, ahora menos que antes, porque estamos cada vez más «expuestos», somos cada vez más públicos, estamos más interconectados. «Asesinar» la realidad, que significa tomar el camino de la demencia no es una opción. Debemos asumir la realidad, asumir los cambios y hacer algo productivo con ellos.
Hay una frase del budismo Zen muy interesante: «Muévete y el camino aparecerá»… ¡Hagamos que el camino aparezca!
seryhumano.com / Cedhot Arias
@CedhotArias