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“La sabiduría viene más de la comprensión que de los conocimientos»

Anónimo

Cuando mi amiga Evelyn dijo que para ella una meta de la vida ha sido fomentar en ella misma la generosidad de espíritu, esa actitud hizo eco en mí. Le pregunté qué quería decir, y me contestó: “Para mí, significa llenar esas facetas mías que podrían ser más gentiles y acogedoras, más afectuosas y pacientes. Significa encontrar las mejores cualidades de las personas en lugar de sus fallas”.

          Significa que, cuando la empleada de una tienda es una persona desagradable, en vez de reaccionar con enojo, yo medé cuenta de que es muy probable que tenga algún motivo. Es posible que su clienta anterior haya sido grosera con ella, o que esté preocupada por un hijo enfermo.

          Significa que cuando alguien se me atraviesa en la autopista, yo suponga que lo hizo sin intención, y lo pase por alto. El otro día estaba conversando con Arnie, el dueño de nuestro gimnasio, que es un fornido levanta pesas de treinta y nueve años de edad. Me dijo que creía haber crecido mucho como persona en los últimos años, sobre todo después de casarse con Lynn, una mujer afectuosa y gentil. “El mayor desafío _me dijo_ se me presentó el otro día, manejando en la autopista: un automovilista se me atravesó en un mínimo de espacio, y yo aceleré para rebasarlo y le hice un gesto grosero. Luego me fijé bien en él: era un anciano, que me devolvió el ademán con una mirada de frente, llena de absoluto terror y con lágrimas en los ojos. Me sentí terriblemente mal. Nunca lo he olvidado. Mire mi brazo; cada vez que pienso en ese episodio, se me pone la “carne de gallina”.

          Un principio conductor en la vida de Helen es: “Sea generoso, amable y considerado con todos. Tenemos que vivir juntos… No puede ser de otro modo”.

          Generosidad de espíritu significa darse cuenta de que la mayoría de las personas está haciendo las cosas lo mejor que puede y por lo común siempre hay una explicación para su comportamiento.

          Esta actitud consiste en recordar que todos somos diferentes. No hay dos de nosotros que vean la vida exactamente desde el mismo ángulo; por eso, no hay dos que reaccionen de la misma manera. Entonces, ¿qué derecho tengo yo de juzgar y criticar a los demás?

          Roger, un amigo que es vendedor de seguros, nos contó que había tomado una clase de filosofía, en la que la tarea consistía leer pasajes selectos de Platón, Nietzsche, la Biblia, Bhagavad Gita y “otros individuos con los que yo nunca he tenido nada que ver, después de haber obtenido mi diploma de la facultad de ingeniería”. Al grupo se le pedía luego que compartiera su compresión de lo que los autores decían.

          “En general, de ocho personas, todas razonablemente inteligentes y bien instruidas, resultaron tres o cuatro interpretaciones muy divergentes e ingeniosas; surgieron también acaloradas discusiones, como ésta: “¡Oh! ¿de veras? pues yo lo veo muy claro. ¿Cómo pudiste verlo de otra manera?” Pero poco a poco, gracias a la intervención atinada del profesor, la mayoría de nosotros empezamos a reconocer que la realidad es que las cosas no tienen que ser blancas o negras, correctas o incorrectas. Pueden coexistir opiniones diversas y, de hecho, coexisten”.

          De los tres dogmas básicos del confucianismo, el primero es jen, que sencillamente quiere decir cordialidad humana. ¿Acaso no es muy interesante el que la filosofía que ha guiado un enorme sector de la población del mundo durante más de veinticinco centurias se basa en gran parte en conceptos sencillos de amor, bondad e interés recíproco?

          Al ir avanzando por la vida, en determinado punto se llega a una bifurcación del camino donde se tiene la oportunidad de elegir la dirección en que uno quiere seguir. La definición del sendero elevado es generosidad de espíritu. Cuando usted se descubra pensando en tono crítico o negativo, o con sentimientos de enojo, ¿por qué no rectificar su dirección preguntándose: “¿Qué pasó con la generosidad de espíritu?”

seryhumano.com / Dottie Billington

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