Por Yosmar Herrera
OTRO DÍA
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Abrió sus torpes ojos algo lagañosos aquella mañana, y lo sintió antes de enfocar la mirada y agudizar la audición. No había cantos de pajaritos, ni la hermosa vista a la ciudad a la que estaba acostumbrada; ¡ja!, esa habitación ni siquiera poseía ventanas. La alegría se quedó dormida, sumergida en la pesadilla no invocada. Hizo de la vista gorda, pues ella, _la alegría_ poseía libre albedrío y despertaría en cualquier momento, debía tener fe en ello. Entre tanto, encendió el canal de noticias para saber el reporte del tiempo.
Mientras escuchaba cómo se destruían unos a otros con nuevas armas de asalto
Mientras escuchaba cómo se destruían unos a otros con nuevas armas de asalto, o se idiotizaban con el lanzamiento de una nueva red social, levantó su pesada humanidad de las sudadas sábanas. Había aumentado de peso y aunque en apariencia era imperceptible, no se sentía cómoda con ello. Arrastró los pies al cuarto de baño y allí, frente al espejo, el reflejo de su sentir le devolvió un guiño nauseabundo.
Intentó no vomitar, pero al oír las palabras de una periodista que reportaba desde oriente medio, “hoy en día hay tantos motivos para llorar que cuesta sonreír…”, su estómago desbordó todo su contenido en el váter; arcadas tras arcadas su cuerpo se convulsionó ante la perspectiva de otro día.
¿Qué vio esa reportera para afirmar tal cosa?
Cerró los ojos e inspiró con lentitud. Tenía que levantar el ánimo que estaba contra las cuerdas, porque perdía la pelea contra el apocamiento. Buscar un motivo para seguir respirando y no permitir la invasión de pensamientos que se burlaran de ella o del mundo, comenzaba por apagar la tv y no escuchar ese “reporte”.
No precisaba saber ni lo que sucedía allá fuera, ni la visión de quienes lo informaban. Necesitaba un gran café que aplacara la angustia de sus intestinos y les diera un preaviso a las lágrimas, hoy no estarían invitadas, aunque el “reporte interno” le preocupaba más.
Pensó, sí, a veces costaba sonreír, pero seguía existiendo motivos para hacerlo, aunque en ese momento estaban ausentes y escurridizos, no debía dar rienda suelta al cinismo que convidaba a la desesperanza y al decaimiento.
Pasar del dormitorio a la cocina era evitar la tentación de quedarse estacionada un rato más en la cama; ignorarla ya era un ejercicio de perseverancia en sí mismo y, no romper en llanto al observar un apartamento casi vacío, era ganar una pequeña batalla antes del desayuno.
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Muchas veces había escrito en su diario: “un café y una sonrisa es lo que necesito para conquistar el mundo”. ¿Dónde quedó esa persona? Honestamente, se sentía más bien como un cuerpo sin ese espíritu que le hacía escribir esas palabras.
Quizás era el destierro, el finiquito de su función como madre, pasando por la soledad, la ausencia de alguien especial en su vida, el desempleo, o el simple hecho de tener que resistir a otro día, sin la fascinación de una meta, ni la inspiración de un nuevo objetivo; en realidad no sabía que era lo que tenía que la hacía sentir náuseas y desesperación, y más aterrador aún, no sabía qué quería más allá de tener que soportar otro día…
seryhumano.com / Yosmar Herrera
Tomado de https://seryhumano.wordpress.com/
OTRO DÍA…
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