“En todas las tierras el sol sale al amanecer” George Herbert
Según su origen etimológico, es una palabra que significa igual y consiste en dar a cada uno lo que le corresponde según sus necesidades, méritos, capacidades o atributos.
Por la característica constelar de los principios, la equidad está estrechamente relacionada con la justicia, entendida ésta como la virtud mediante la cual se da a los demás lo que es debido de acuerdo con sus derechos.
Entendido como igualdad, este principio o valor tiene varias acepciones:
Igualdad de cada uno de nosotros ante la ley: éste es un aspecto de suma importancia porque permitió el tránsito de sociedades fundadas en privilegios a sociedades democráticas.
Igualdad social: universalizada gracias al Estado Social de Derecho, el cual nos otorga a el derecho de acceder a los bienes culturales, materiales y espirituales, tales como seguridad social, empleo, educación, vivienda y salud, entre otros.
Igualdad para participar en la toma de decisiones que nos afecten, y, también, igualdad de oportunidades: determina que los estados y las sociedades deben compensar nuestras desigualdades naturales, sociales y de nacimiento para que todos podamos acceder a beneficios sociales y a posiciones de interés.
La equidad se refiere también a los criterios para la distribución de bienes y servicios, así como derechos y deberes, libertades, poderes y oportunidades, de modo que todos podamos beneficiarnos de los resultados del trabajo colectivo, y participar en la toma de decisiones y en la dirección y administración de los asuntos comunes.
Todas las acepciones anteriores se fundamentan en un concepto mucho más profundo, en el que se reconoce que todos somos iguales en dignidad y por lo tanto merecemos igual consideración, trato y respeto.
La dignidad es una cualidad que nos hace únicos e irrepetibles, y, por consiguiente, inviolables y sagrados. Reconocer nuestra dignidad implica aceptar que estamos llamados a ser el centro, la razón de ser y el objetivo fundamental de cualquier proyecto de desarrollo político, económico y social.
Pero ser iguales no significa que seamos idénticos; considerados uno a uno, todos somos diferentes. La equidad, sin embargo, supone que más allá de cualquier diferencia racial, sexual, cultural, psicológica, generacional o de cualquier otro tipo, todas las personas tenemos en común el hecho de ser humanos, razón por la cual nadie es más humano que otro, ni tiene más derecho que otro a vivir humanamente.
Como la equidad exige el reconocimiento de la dignidad y los derechos de las personas, es un valor asociado al respeto y la justicia, que, aparte de ser primordial en las relaciones interpersonales, nos permite trazar acciones dirigidas a aumentar y fortalecer la igualdad entre los seres humanos para construir sociedades justas.
La equidad es un principio invocado de forma recurrente cuando se crean políticas públicas, pues se trata de una responsabilidad del Estado, enmarcada en la tradición moral, política y jurídica de los Derechos Humanos, y relacionada de forma específica con los derechos económicos, sociales y culturales de la humanidad.
Desde esta perspectiva, la equidad se relaciona con otros valores y principios como la justicia y la diversidad. Los seres humanos somos iguales en dignidad y por tanto debemos tener las mismas oportunidades para nuestro cabal desarrollo humano. Pero, a la vez, somos diversos: por esto la equidad también debe expresarse en reconocimiento, inclusión y ausencia de discriminación por cualquier condición o situación.
La equidad se relaciona también con la solidaridad. Mientras exista exclusión social, económica, política y cultural, el Estado y la sociedad deben dedicar recursos y esfuerzos de manera prioritaria para restituir las garantías y derechos de las personas excluidas y vulneradas, con el fin de hacer perdurable y estructural la igualdad social y la igualdad de oportunidades en nuestra sociedad.
Por lo tanto, son deberes de Estado y de cada ciudadano colaborar con acciones concretas en:
– Redistribuir la riqueza social y económica, dándole prioridad a quienes estén en condiciones más críticas de pobreza y vulnerabilidad.
– Ampliar el acceso a la educación, la salud, el empleo, la seguridad social, el crédito y la vivienda.
– Lograr la seguridad y soberanía alimentaria.
– Promover el reconocimiento y respeto a la diversidad sexual y étnica, y garantizar a todas las personas igualdad de oportunidades para un desarrollo humano integral y autónomo.
– Garantizar la participación ciudadana y avanzar hacia la inclusión de los niños y niñas, y las y los jóvenes en los procesos de toma de decisiones.
– Brindar condiciones a todas las personas para desarrollar sus talentos y habilidades, así como para aprovechar su tiempo libre, acceder a los bienes culturales de la humanidad, y gozar de un medio ambiente sano.
La equidad en la práctica cotidiana
Para realizar el principio o valor de la equidad dentro de las instituciones de un país, en las relaciones entre las mismas y entre la ciudadanía, y, de manera más amplia, en el mundo, todos debemos:
– Tratar por igual a nuestros compañeros de trabajo y a los ciudadanos, sin distingo de raza, sexo, edad, cargo o condición social.
– Rechazar las diferencias ilegítimas entre las personas, así como la arbitrariedad y la injusticia.
– Fortalecer nuestro sentido de justicia de modo que sea éste el que oriente y presida nuestras decisiones.
– Ayudar, en todas las circunstancias, a aumentar la igualdad de los seres humanos.
– Hacer valer, desde nuestros respectivos espacios, políticas que garanticen el cumplimiento de los derechos económicos, sociales y culturales de la población.
– Decidir y obrar con base en juicios que tomen en cuenta la necesidad, la capacidad, el mérito y el esfuerzo.
– Contribuir a hacer más iguales a los desiguales, a incluir a los excluidos y a impedir que los más vulnerables enfrenten situaciones de exclusión.
– Impedir la realización de acciones que reduzcan las posibilidades, a las futuras generaciones, de disfrutar de un medio ambiente sano y de condiciones para su bienestar.
– Distribuir las cargas de trabajo de manera equitativa.
– Aplicar los mismos criterios de exigencia y estímulo para las personas que forman parte de nuestros equipos de trabajo.
– Crear, dentro de nuestras respectivas entidades, las condiciones para que todos podamos participar en las decisiones que nos afectan.
Seryhumano.com / Andrés Manuel Landaeta