El comportamiento moral no es conformarse a unas reglas externas, sino un dinamismo interno del sujeto para adecuarse a la recta razón. La templanza no la contempla la ética política pero es la base de la vida social. Hoy se minusvalora la ética personal privada teniéndola como arbitraria, a gusto de cada cual, se desplaza el acento a una ética política: paz-justicia-libertad, y se justifican pecados contra la templanza.
Templanza se refiere más a la ética personal. Para unos, un comportamiento es conformarse a unas reglas, pero no sólo es esto. La ética es un dinamismo interno del sujeto. Es adecuarse a la «recta razón», no a las reglas externas.
La templanza no es meramente dominarse, moderarse, sino que es una discreción ordenadora en orden a la armonía y perfección del interior del hombre. Ordenar por la templanza no sólo significa suprimir, sino armonizar; suprimir o incrementar. Algunos autores la conciben como «crianza»: cultivar bien las potencias. suprimir o incrementar.
«…por ser la templanza lo que es (ordenadora en lo interior) el primer y más inmediato efecto del templanza es la tranquilidad del espíritu.» (Santo Tomás)
La prudencia tiene como objeto el orden en su universalidad; busca el bien en general, ordena todas las demás potencias hacia su objeto, etc.
La justicia tiene como objeto el orden hacia los demás.
La fortaleza tiene como objeto buscar el bien sin contar con uno mismo (a pesar del cansancio, etc.).
La templanza tiene como objeto conseguir este orden dentro de uno mismo, en el propio yo. Por tanto, está enfocada sobre el sujeto mismo.
¿Y cuál es el problema?: Este orden interno no es natural ni espontáneo. Todo depende de cómo el hombre, voluntariamente se ordene a sí mismo.
Las fuerzas intrínsecas del ser humano, llamadas a conservar, edificar y perfeccionar el ser más que ninguna otra potencia, son a la vez las que antes se prestan a la autodestrucción de la personalidad moral: «Estas fuerzas de las que se hace cargo la templanza son las que más discordia siembran en el espíritu; y esto se debe a que tales fuerzas forman parte de la esencia del hombre». Son la propia conservación, y la propagación de la especie.
Al mismo tiempo, es de la esencia natural y de la estructura volitiva del hombre el que éste ame a Dios más que a sí mismo. No es que ame a Dios por el culto, manifestaciones de religiosidad, sino que hay un impulso más fuerte que el alimento y el sexo, que es la búsqueda del bien y de la verdad, que tiene relación con el Bien y la Verdad. El hombre tiene que buscar el bien y la verdad siempre. El puramente inmoral no existe. Todo el mundo tiene una regla interna que busca el bien y la verdad.
El desorden en el interior del hombre viene cuando se trastoca la razón. La razón tiene dominio político sobre las pasiones. No un dominio despótico (como el cerebro sobre la mano). Las pasiones pueden oscurecer y anular el uso de la razón y actuar por su cuenta.
Por tanto, la templanza defiende como potencia la realización interior. Pues el principal elemento del desorden es el propio interior del hombre. El principal elemento del discordia es uno mismo: el yo. Es uno quien quiere el mal personalmente, no el hombre viejo, como si éste fuera alguien ajeno.
La naturaleza humana no es una lista de mandamientos, ni producto evolutivo de la cultura. La naturaleza humana es la recta razón. Sabe descubrir la verdad interna de las cosas. No meramente la verdad sino la verdad interna. No se puede prescindir de esta recta razón. Por tanto, su desorden es desastroso para el hombre, pues se produce en el núcleo de sí mismo.
Ámbitos del posible desorden de la templanza:
– Sobriedad: ordena aquello que se refiere al la propia conservación. Vicio opuesto: gula.
– Castidad: ordena la sexualidad. Vicio opuesto: lujuria
– Humildad: ordena la propia excelencia. Vicio opuesto: soberbia.
– Mansedumbre: ordena la restauración de un orden lesionado. Vicio opuesto: cólera
– Estudiositas: ordena el afán de verdad y conocimiento. Vicio opuesto: curiositas.
«La revelación íntima con Dios, por el Espíritu (Dios y hombre como imágenes mutuas) hace que el hombre se comprenda a sí mismo y comprenda de un modo nuevo a la humanidad. Así se realiza plenamente aquella imagen y semejanza de Dios, que es el Hijo desde el principio.» Esta es la verdad íntima e interna del ser humano: esta imagen y semejanza es plenamente desvelada en Cristo.
Encíclica Dominum et Vivificantem:>
No quiere decir que la unión fe-razón sea artificial. Es más, se respeta al hombre sólo en culturas donde está el cristianismo, o vestigios o asomos de cristianismo. Sólo donde está el Espíritu Santo, se ama al hombre por sí mismo, y no sólo por lo que aporte o tenga: culturas del ser, y del tener. Cuando se pierde la verdad sobre Dios, también se pierde la verdad sobre el hombre.
«mantened el cuerpo en santidad y respeto». El cuerpo es parte integral y esencial de la persona humana. Es sujeto y no instrumento u objeto y tras la Providencia de Cristo, el cuerpo es templo del Espíritu Santo tal que es del Espíritu Santo. Esto es fuente de dignidad del cuerpo. Cristo redime al hombre entero, otorgando santidad y dignidad también al cuerpo.
Cuidado de la propia vida
El cuidar de la vida responde a la virtud de la caridad. La vida es un don absoluto-relativo. Absoluto, porque sin él no se da ningún otro. Relativo, porque no todos los demás están ordenado a él, sino que hay dones superiores. Por tanto, es el primero cronológicamente, pero no cualitativamente.
Cuatro formas del amor
– Amor sensual: amar algo por placer que me proporciona; peligro de tomar la parte por el todo. El hombre se convierte en placer. Es sólo un amor placentero.
– Amor natural: conservarse en el ser, buscar el propio bien. Es un amor estoico.
– Amor sobrenatural de concupiscencia: es un amor hacia un bien pero no al bien en sí mismo sino por la ventaja que se saca al amar este bien. Por ejemplo, querer ir al cielo para ser feliz; motivo formal o en la atrición, no pecar para no ir al infierno.
– Amor sobrenatural de caridad: amar como consecuencia de amor a Dios. Es el amor a Dios sobre todas las cosas y amarse a sí mismo y a los demás por Dios.
– Partes Integrales. (Hábitos que ayudan a vivir la templanza)
– Partes Potenciales: (Virtudes que en sí mismas no son templanza, pero pueden llegar a serlo) (necesitan de hábitos complementarios).
Partes Integrales de la Templanza:
1. Verecundia: vergüenza = tener temor al oprobio. Estrictamente no es una virtud. Pues uno puede sentir vergüenza por cosas buenas. Sin embargo, es un gran apoyo para la templanza si se conecta con las demás virtudes. Actuar sin vergüenza de lo malo limita al hombre.
2. Honestitas: amor al decoro. Es saber optar siempre por lo bueno, verdadero, justo. Portarse siempre de acuerdo con lo bueno. La honestidad moral además incluye el optar bien. Saber optar no sólo por lo bueno sino también por lo bello. Hacer las cosas con elegancia para hacerlas bien.
Partes Potenciales de la Templanza:
1. Continencia: No es la misma castidad. La castidad supone la continencia. En sí misma, es una virtud imperfecta, pues lo único que hace es omitir, es no hacer actos. Es el hábito que robustece la voluntad para resistir la concupiscencia desordenada. Para ser virtud, hay que ver los motivos. Es una virtud de resistir solamente, de omisión. Puede ser un vicio que puede empequeñecer la caridad. Por ejemplo, un solterón que tiene motivos no informados por la caridad sino por egoísmo.
2. Mansedumbre: Es una virtud que tiene por objeto moderar (potenciar o limitar) la ira (sea externa o interna) según la recta razón o razón práctica.
– Por falta de mansedumbre surge la iracundia: Es una ira desordenada. Puede ser interna o externa. Puede ser venial o mortal, según las circunstancias. En todos los pecados, hay como un prototipo de pecado, un punto de deshonestidad, a fin de cuentas se apuntan contra los 10 mandamientos. La ira apunta contra el 5º mandamiento – «no matarás». Si uno no controla con la recta razón los actos menores, llega a los mayores. La ira puede generar la hinchazón de la mente – deseos de venganza. Otras consecuencias son el griterio, riña, pelea, injuria, calumnia, hasta la blasfemia.
– Por exceso de mansedumbre se produce la blandura (falsa humildad)
3. Clemencia: Es una virtud que inclina al superior (cualquier tipo de autoridad) a mitigar según razón la pena o castigo del culpable, por motivos nobles (no por soborno) y sin traspasar los límites de la justicia (por ejemplo, devolver menos de lo robado).
Por defecto de clemencia surge la servicia, autoridad rígida que no contempla las circunstancias. Ferocidad, crueldad, rigorismo.
Por exceso de clemencia surge la lenidad, no castigar al culpable; traspasar la justicia. Más pernicioso que la servicia, especialmente para la vida social, comunitaria, el bien común. No castigar al culpable, y como afecta a terceros, fomenta un clima de indisciplina.
4. Modestia: virtud que inclina al hombre a comportarse, sean sus movimientos internos o externos dentro de sus límites, ingenio y fortuna: portarse de acuerdo a su propia condición.
Como podemos ver, existe mucho material que cortar en este tema, hay que educar la conciencia: Los «pecados de debilidad» son pecados. Son menos graves que los de malicia, pero son graves.
Seryhumano.com / Andrés Manuel Landaeta