La pianista rusa, que ha participado en el ciclo de La Filarmónica, aprendió a tocar el piano en los duros tiempos de la caída del comunismo en su país
Varvara tiene un mundo interior que parece guardado bajo llave. Tras sus ojos se esconde un pasado nada fácil y muchos años de trabajo para extraer del piano su propia alma a través de esfuerzo y disciplina. Hija de padres exigentes y curtida en el rígido sistema educativo musical ruso, ofreció un recital en España el pasado jueves, 31 de marzo, de la mano del ciclo de La Filarmónica.
A sus 33 años, Varvara es un talento a tener en cuenta dentro del mundo de las 88 teclas. Sin embargo, sus inicios y su vocación por el piano no estaban nada claros cuando era joven. “Aprender piano no fue algo que saliera de mí, sino que fue una decisión de mis padres. Yo era una buena chica y una buena hija y aunque a los 13 años lo que quería no era tocar el piano, lo hice” cuenta. Con el paso del tiempo, aquella obligación se tornó poco a poco en una manera de sacar su alma a la palestra sin tener que renunciar a una cierta timidez. “Después me di cuenta que con la música puedo expresar mis sentimientos, lo que pienso y mi vida en sí”.
Su infancia no fue sencilla en una Rusia en la que se desmoronaba el comunismo y todos se preguntaban hacia dónde caminaba el país. Pocos recuerdos tiene de 1990, cuando contaba con solo siete años, pero una sensación no se le olvida: “Tengo una hermana y un hermano, y el recuerdo que sí tengo es que teníamos hambre. Era muy difícil encontrar víveres. Y cuando íbamos a la escuela, se notaba en la misma clase los niños que eran de familias acomodadas y los que no. Recuerdo llegar a casa y preguntarle a mi madre si éramos ricos o pobres, y me dijo que le preguntara a mi padre. Él me dijo que éramos pobres, pero que no tenía que preocuparme porque él no estaba preocupado”.
Viene de una Rusia en la que, como en la mayoría de los países del Este de Europa, tocar un instrumento es casi algo fundamental entre las actividades de los niños. Sin embargo, y a pesar de los valores que pueda entrañar la práctica y la enseñanza de la música, como el trabajo en equipo, la concentración o el desarrollo de un pensamiento crítico y de la sensibilidad, la pianista no cree que la música sea motor de cambio. “Los valores del ser humano y el arte están completamente separados. No creo que la música pueda hacer mejor a una persona, hay demasiados condicionantes y aspectos a tener en cuenta como para poder creer algo así”.
En cuanto a la eterna cuestión de si el músico nace o se hace, a ella le queda claro que “lo más importante para ser un buen músico es tener talento”. “Los profesores son fundamentales y la educación también, pero si no hay talento no funcionará. Puedes tener mucho empeño y llegarás a ser un músico profesional, pero no un gran músico”, comenta.
Su último disco es un trabajo que en Rusia es peculiar, ya que no suele ser un compositor que se lleve a los conservatorios: ha grabado al piano una selección de piezas de Händel. “En la educación musical en Rusia siempre se empieza por Bach, pero no se hace nada de Händel. Después se pasa a la música clásica y romántica, pero se presta menor atención a la barroca. Esta exige diferentes sentimientos relacionados con el ritmo, los colores… Hay que mirarla con otros ojos”, dice Varvara. En sus proyectos próximos rige una lógica cronológica apabullante: tras pasar por el barroco, vendrán Mozart y Beethoven para seguir la línea del tiempo de la historia del piano.
seryhumano.com / Miguel Pérez Martín