Lo reconozco, soy una madrastra. Pero tal vez, puestos a encontrar similitudes con los cuentos, me parezco más a la alocada hada madrina, que a la horrorosa señora con cara de acelga que intenta convertir la vida de sus “hijastros” en un continuo sufrimiento.
Y es que los cuentos han hecho mucho daño… y no dudo que el señor Walt Disney fuera un genio creando bellas princesas, apuestos príncipes y mundos maravillosamente esponjosos, pero sin ánimo de ofender, a nosotras las madrastras no nos han retratado con mucho cariño.
Si nos esforzamos en buscar semejanzas con esos personajes desdibujados que a veces nos representan en la ficción, podemos decir que nosotras también le damos vueltas a la cabeza pensando y repensando planes efectivos, pero no para hacer sufrir a nuestros hijastros, si no para encontrar la mejor manera de construir esta nueva familia, nuestra familia.
Este propósito no es una hazaña sencilla, hay que armarse de paciencia, compromiso y tolerancia para entender la situación desde todos los prismas, aunque a veces nos resulte dificultoso ponernos en la piel de los otros.
Cuando tu pareja tiene hijos, debes aceptar que esta relación implica dejar de lado estúpidas luchas de egos y olvidar el “cómo hubieran sido las cosas si nos hubiéramos conocido antes”. Las buenas madrastras han sabido dejar atrás estos lastres, olvidarse de culpabilidades y otros demonios, y adaptarse a la oportunidad de compartir su vida con su pareja (y otras personitas…)
Es en el momento posterior a la aceptación cuando, “sin arte de magia” sino con paciencia, recursos y dosis de humor, las buenas madrastras convertimos cualquier ocasión en momentos en familia; desaparecemos “sin polvos mágicos” para que los hijos puedan disfrutar a solas de su padre; e intentamos estar ahí cuidando y preocupándonos de nuestros hijastros aunque tengamos que hacernos invisibles como las hadas, hasta que ellos pronuncian nuestro nombre.
Pese a los prejuicios de otras personas, de aquellos que nos señalan como las malas del cuento, yo voy a seguir construyendo mi propia historia donde las buenas madrastras son hadas que han sabido adaptarse a la realidad, los hijastros son príncipes y princesas que llevan la situación de la mejor manera que saben, y el rey se ocupa y preocupa también de que “todos comamos perdices”.
En fin, no sé si Walt Disney estaría de acuerdo con todo esto…pero reconozco que tampoco me importa. Es más, me niego a continuar mi camino con esta etiqueta que lleva a cuestas connotaciones negativas.
A partir de hoy, ¡me nombro madrinastra!, es decir, persona que construye con su pareja y los hijos de ésta, una nueva familia desde la responsabilidad, el cariño y el respeto mutuo, simplificando lo complicado con humor, creatividad y un poco de magia.
seryhumano.com / Eva Hidalgo