* Apartar un tiempo delimitado para preocuparnos. Para las personas que sufren de exceso de preocupación, es muy útil apartar un tiempo concreto para pensar en esas cosas que le intranquilizan y, después de ese periodo, olvidarlo todo. Es decir, durante una hora pensar exclusivamente en todo lo que a uno le preocupa, intentando solucionarlo, pero cuando se acaba ese tiempo no pensar más sobre el tema. El problema de las personas ansiosas es que están permanentemente pensando en lo que les preocupa. Adoptar una actitud de delimitar las preocupaciones, dándoles un tiempo concreto, facilitará el descanso psicológico durante el resto del día.
* Poner en palabras lo que nos sucede. Cuando nos sentimos asediados por una emoción tóxica, hablar con otras personas nos ayudará a poner en orden nuestra mente y a empezar a andar el camino de la sanación. La conversación con amistades de confianza que pueden escucharnos activamente, nos permitirá desahogarnos y, al mismo tiempo, escucharnos para ordenar los pensamientos. Pero también es bueno hablarnos a nosotros mismos, con palabras de confianza que nos ayuden a entender cómo queremos salir delante de la angustia o la ansiedad. En este sentido, no dudemos que es más importante lo qué me diré, que lo qué me dirán. Cuando expresamos lo que tememos, deja de ser peligroso.
* Proporcionarnos buenas expectativas. Podemos crearnos buenas expectativas si nos damos más margen de mejora y si nos convencemos de que podemos dar mucho más de lo que estamos dando. Muchas veces nos quedamos tan encerrados en la imposibilidad, el negativismo o la frustración, que el mensaje que nos decimos y escuchamos es de limitación y derrota. Pero podemos provocarnos buenas expectativas si nos decimos y oímos que valemos, que podemos, que sabemos o que tenemos todas las capacidades para salir victoriosos, e incluso, mejores personas y más fuertes y capaces.
* Huir de la insatisfacción crónica. Tener insatisfacción es positivo si la convertimos en un disparador, en un motor de acción o un resorte motivador. En este tipo de insatisfacción, aceptamos que algo no va bien y optamos por esforzarnos, queriendo llegar a esa meta o a ese objetivo. No obstante, la insatisfacción es tóxica cuando está dominada por la culpa. La culpa nos informa de que no nos merecemos algo, que algo no nos pertenece, que debemos pagar un peaje para salir adelante. Es entonces cuando, por ejemplo, si se consigue un trabajo, la propia insatisfacción hace que no se pueda disfrutar del mismo, no rindiendo bien y, con el paso del tiempo, perdiendo el empleo. Por ello hemos de huir de la insatisfacción crónica, tomando actitudes resolutivas y decisivas, haciendo frente a cualquier sensación o sentimiento de que hay cosas que no merecemos o que no vamos a lograr. La mejor manera de luchar contra la insatisfacción crónica es ser conscientes de ella y de nuestra dependencia, ser muy drásticos con los pensamientos tóxicos diciéndoles ‘no’, para cambiar actitudes y, sobre todo, mirar lo que se logró, no lo que nos falta. Una persona sana es la que mira a partes iguales sus errores y sus aciertos, pero aprende de los fallos y decide probar cómo lograr más aciertos.
* Dejar lo que pasó en el pasado y mirar hacia el futuro. Muchas personas condicionan sus emociones cuando miran tanto el pasado que no ven nada del futuro. Las emociones tóxicas también aparecen cuando lo vivido pesa más que lo porvenir. Si nuestra vida es presidida por emociones pasadas, sean buenas o malas, fácilmente nos convertimos en esclavos de pensamientos y sensaciones caducadas que no tienen potestad para cambiar lo que realmente nos importa: el presente y el futuro.
* No cambiar todo; cambiar primeramente una pequeña cosa. A veces, al querer huir de las emociones tóxicas y de su círculo vicioso, tomamos decisiones muy grandes y exageradas, intentando cambiar toda nuestra vida. Pero para cambiar algo grande primeramente debemos dar un primer paso. Un pequeño cambio, perdurable en el tiempo, tiene suficiente poder como para intentar un siguiente pequeño cambio que se prolongará en el tiempo y así sucesivamente. A veces, los grandes problemas tienen soluciones sencillas y un pequeño cambio puede movilizar una metamorfosis de transformaciones.
* No hacer caso de las opiniones interesadas de las personas. Para mejorar del acoso de las emociones tóxicas hemos de saber de dónde vienen las críticas, las opiniones o los pareceres sobre nuestra vida y decisiones, porque quien quiere agradar a todos, acaba fracasando con todos. Un adagio árabe cuenta la historia de un padre y un hijo que viajaban con un burro. Al llegar a un pueblo, la gente los vio y se dijeron: ‘¡mira qué tontos, tienen un burro y no lo usan!’. Entonces el padre, escuchando las conversaciones, hizo que el hijo se subiera al burro. Llegaron al otro pueblo y la gente se decía. ‘¡mira que hijo tan desagradecido, el pobre padre caminando y el chico sobre el burro!’. Así que se bajó el chico, y el padre se subió al burro. Fueron al siguiente pueblo y la gente empezó a decir: ‘¡qué padre tan sinvergüenza!, ¡el pobre chico caminando y el padre subido cómodamente en el burro!’. El padre que lo escuchó, decidió que se subirían los dos al burro y así caminaron hasta el próximo pueblo. Al llegar, los del lugar decían: ‘¡cómo puede ser eso…¡están matando al pobre animalito, los dos encima de un pobre burro, vamos a tener que presentar una demanda por maltrato!’. El padre oyó las críticas y decidió que se bajarían del burro y llevarían el animal encima de sus hombros… Y… ya nos podemos imaginar lo que dijeron en el siguiente pueblo…. Sin duda, cuando escuchamos demasiado a los demás, terminamos cargando un burro.
* Reírnos de nosotros mismos. La risa es terapéutica porque levanta el sistema inmunológico, porque desdramatiza los hechos y también sirve para alejar los agresivos. Cuando alguien nos agrede o se burla de nosotros, reírnos de lo propio desarma a las personas agresivas y nos ayuda a adquirir confianza. Las emociones tóxicas necesitan de nuestro buen humor, para desdramatizarlas y darnos la fuerza necesaria para superar obcecaciones innecesarias.
seryhumano.com / Andrés Manuel Landaeta
Fuente: “Emociones Tóxicas” de Bernardo Stamateas