Esta fiesta tiene una doble proyección
- Recordar el inicio de la redención con el Nacimiento del Salvador, el misterio central de nuestra fe es la Resurrección de Cristo -la Pascua- como este suceso abarca toda la vida de Jesús, celebrar la Navidad es solemnizar el proceso inicial de nuestra salvación, de nuestra Pascua.
- Acoger ahora al Señor que quiere nacer en el corazón del hombre. La fiesta de Navidad invita a reflexionar sobre el amor de Dios que viene a los hombres. El Cristo que tomó parte en la historia de los hombres, hace dos mil años, vive y continúa su misión salvadora dentro de la misma historia humana. Navidad es un acontecimiento divino y humano, que será siempre actual, mientras haya un hombre en la tierra.
La Navidad enriquece la visión del plan salvífico de Dios y lo hace más humano y, en cierto sentido, más hogareño. Aunque esta fiesta apunta también a la celebración de la Pascua, la preparación para vivirla -el Adviento- tiene un tono muy diferente, sin dejar de invitarnos al arrepentimiento y a la conversión, el ambiente que se vive en estos días, es en general, festivo y lleno de esperanza y alegría.
La Navidad es la fiesta más celebrada por los hombres. Hasta los ateos y los enemigos de la Iglesia se detienen y celebran, a su manera, este acontecimiento de salvación. Es el recuerdo más universal y más gustado que el mundo tiene de Jesucristo. Pero, además de ser un recuerdo, la fiesta de Navidad es una acción salvadora para el hombre actual. Es el Dios inmenso y eterno que desciende a tomar la condición humana e irrumpe en el tiempo del hombre para que éste pueda alcanzarlo. Nadie, aunque quiera, puede permanecer al margen de este misterio. El mundo entero acepta el acontecimiento del nacimiento del Señor, como la fecha central de la historia de la humanidad: antes de Cristo, o después de Cristo.
La fecha del nacimiento del Señor es del todo desconocida, en Oriente se celebra la misma fiesta, el día 6 de Enero. Tanto en oriente como en occidente, la fecha fue sugerida por celebraciones paganas dedicadas al culto al sol. La Iglesia, en su afán de evangelización, igual que transformó algunos templos paganos en cristianos, cambió la fiesta dedicada al dios Helios (sol) en fiesta del Nacimiento de Cristo -auténtico Sol- que viene al mundo para iluminar al hombre. La intención fue transformar una fiesta pagana en cristiana, dándole mayor contenido e importancia.
Ya desde el año 380, la Iglesia española celebraba la Navidad el 25 de Diciembre y la Epifanía el 6 de Enero. La primera, como en Roma, para conmemorar el nacimiento de Cristo; la segunda, para recordar la manifestación del Señor a los magos de oriente, es decir a todos los pueblos.
La celebración del misterio de Navidad comienza desde la tarde del 24 de Diciembre, hasta la noche del día 25. En menos de 24 horas, la Iglesia proporciona a quienes quieren celebrar la venida del Señor, 12 lecturas bíblicas llenas de mensaje para una vida comprometida.
El día de Navidad para los católicos es día de precepto, es decir, se debe asistir a Misa aunque no sea domingo, pudiendo cumplirse este precepto si se asiste el 24 de Diciembre por la tarde o a cualquier Misa del día 25.
Con la Misa vespertina del día 24 termina el tiempo de Adviento y se entra en la celebración del misterio navideño. Se leen textos del Profeta Isaías, anunciando con alegría la llegada del Salvador a celebrar sus bodas con la humanidad; de los Hechos de los Apóstoles, con el primer discurso de San Pablo, que da testimonio de Cristo, hijo de David, que viene a salvar a su pueblo; y desde luego, del Evangelio, con el relato del nacimiento de Jesús en Belén.
Hay tres Misas diferentes adicionales durante el día siguiente, -25 de Diciembre- con lecturas que enriquecen la meditación sobre el Misterio de la Encarnación. Los católicos asistimos regularmente sólo a una de ellas, sin embargo, la Iglesia aconseja que los textos bíblicos de las cuatro celebraciones sean leídos durante esos dos días en los hogares católicos, aprovechando que las familias enteras acostumbran reunirse alrededor de la mesa. Con esta práctica se crea un ambiente propicio para la meditación y aceptación de Jesús Salvador en la vida de cada uno, motivando así a un cambio positivo en la vida.
Costumbres y Tradiciones Navideñas
Se atribuye a San Francisco de Asís, quien en 1223 en vísperas de la Navidad, montó en el bosque de Greccio, el primer nacimiento de que se tenga noticia, con hombres y animales vivos. Su deseo era celebrar una hermosa noche buena de Navidad, para vivir el recuerdo del Niño Jesús que nació en Belén en un establo. Una vez montada la escena, reunidos los habitantes de la aldea, se celebró la Eucaristía con algunos cánticos de la Natividad del Señor. Los asistentes llevaban antorchas y velas a fin de “iluminar aquella noche que debería de alumbrar a los siglos como una estrella refulgente”. Al año siguiente repitió la representación con éxito y desde entonces la costumbre se extendió a todos los pueblos cercanos. Con el paso del tiempo la falta de espacio obligó a sustituir a las personas y animales por figuras de madera o de barro.
En Venezuela, los nacimientos hicieron su aparición como producto de las representaciones que se hacían de la Navidad, hasta la fecha, en la mayoría de los hogares católicos venezolanos, hay un nacimiento durante el tiempo de Adviento y las fiestas de Navidad.
Colocar un nacimiento en la casa es para recordar el escenario en el que Dios se hizo hombre en Belén. En los hogares en donde se acostumbra poner adornos navideños, éste debe ser el más importante, el que está al centro de todo, pues lo que celebramos en Navidad es precisamente el Nacimiento de Jesús. Es una forma muy atractiva para hablar a los niños de la Historia de la Salvación. Es un medio didáctico visual que difícilmente pasará desapercibido. En la celebración familiar de la noche buena, la reunión es en torno al Nacimiento de Jesús y si éste puede ser representado de algún modo, la celebración será más emotiva, disponiendo a los asistentes a recibir en su interior a Jesús que nos trae la Salvación.
La costumbre de adornar árboles o ramas en los últimos días de Diciembre tuvo su origen en el norte de Europa, muchos siglos antes de Cristo. El follaje verde y las luces que los adornaban estaban asociados con el solsticio de invierno, cuando la naturaleza parece muerta. Se pedía entonces al dios-sol que volviera revistiendo de luz y color los campos.
Los escandinavos consideraban al árbol como símbolo de duración y renovación de vida. Los egipcios usaban hojas de palma con 12 brotes como expresión sagrada de la terminación del año y del triunfo sobre la muerte.
Los romanos celebraban sus fiestas decorando las casas con follaje verde, signo de fertilidad.
Los judíos celebraban en invierno la Fiesta de las Luces, encendiendo durante 8 días velas que ardían constantemente.
El cristianismo conocía todas estas tradiciones, pues muchos cristianos eran paganos convertidos. Comprendieron que era imposible arrancar las tradiciones y prefirieron darles un sentido cristiano. Así el árbol y las luces se utilizaron para evocar a Jesús, Árbol de la Vida, Luz del Mundo.
Se cree que las primeras veces que se utilizó el árbol adornado con luces para celebrar la Navidad fue al norte de Europa, quizá en Alemania. A cada elemento se le dio un significado cristiano que hasta la fecha conservamos.
El árbol con sus ramas verdes, simboliza la vida eterna que trajo Cristo al mundo, la perpetua primavera de esperanza. Las velas encendidas -ahora focos de colores- y los objetos brillantes colgados, simbolizan el advenimiento de la luz y la gloria de Dios que se refleja a todas partes.
La estrella que se pone en la cúspide, es recuerdo de la Estrella de Belén que atrajo a los hombres desde lejos. Los regalos que se colocan debajo de él, simbolizan la cantidad de dones que Dios nos trae con su Encarnación y que hemos de compartir unos con otros.
seryhumano.com