Haga deporte con regularidad, coma sano y… haga algo bueno por alguien. Muy pronto, este consejo podría dárselo su médico, pues cada vez son más las investigaciones sobre los beneficios del altruismo
El epidemiólogo Jame House y sus colegas del Centro de Investigación de Encuestas de la Universidad de Michigan han trabajado durante 14 años con más de 2700 personas en Tecumseh, Michigan, para determinar la manera como las relaciones humanas afectan a las tasas de mortalidad.
Llegaron a la conclusión de que la convivencia aumenta mucho la esperanza de vida, sobre todo entre los varones. La tasa de mortalidad correspondiente al periodo en que se llevó a cabo el estudio fue dos y media veces más alta entre las personas que no tenían relaciones cercanas con otras personas.
Y otros investigadores han obtenido resultados similares. Los epidemiólogos Lisa Berkman, de la Universidad de Yale, y S. Leonard Syme, de la Universidad de Berkeley, realizaron estudios con casi 7000 habitantes del condado de Alameda, en California. A lo largo de nueve años determinaron que la tasa de mortalidad de las personas solteras, y de las que tenían pocos amigos o evitaban la vida comunitaria, era más del doble que el de las personas sociables, independientemente de la raza, nivel económico, y si practicaban o no regularmente alguna actividad física.
Los expertos apenas empiezan a comprender la forma en que el hecho de vivir en sociedad propicia la salud y el bienestar. Hans Selye, pionero en la investigación sobre el estrés, consideraba que, si uno ayuda a los demás, las personas que se benefician con la acción responden con gratitud y afecto, y el calor humano resultante le protege del estrés. La base de este hecho este quizás en el estímulo a la producción de endorfinas, que son los tranquilizantes naturales del cerebro. También se ha descubierto la posibilidad de que las buenas acciones beneficien al sistema inmunológico, el cual está íntimamente ligado a la mente. El cerebro se comunica por medio de circuitos neuronales con la médula ósea y el bazo, donde se producen las células necesarias para combatir las infecciones. Por otra parte, está demostrado que los glóbulos blancos de la sangre son extraordinariamente sensibles a los neuropéptidos, sustancias producidas por el cerebro.
En un sorprendente estudio realizado en la Universidad de Harvard, el psicólogo David McClelland hizo que unos estudiantes vieran una película sobre la madre Teresa, personaje altruista por antonomasia, y sobre su trabajo entre los enfermos y menesterosos de Calcuta. Luego se llevó a cabo un análisis de la saliva de los estudiantes, y se descubrió que había aumentado su contenido de inmonuglobulina A, anticuerpo que puede ayudar a combatir las infecciones respiratorias.
Independientemente de que se confirme o no esta relación, algunos investigadores consideran que el riesgo de un padecimiento cardiaco depende en gran medida de nuestra actitud hacia los demás. La hostilidad, sostienen, aumenta ese riesgo.
Charles Spielberger, psicólogo de la Universidad de Florida, se propuso arrojar luz sobre esta nueva hipótesis de que las emociones negativas afectan al corazón. Ya se había demostrado que las personas emprendedoras, apresuradas y competitivas, es decir, de personalidad tipo A, corren mayor riesgo de sufrir un mal cardíaco. Pero cuando Spielberger analizó parte de la información al respecto, descubrió que muchos rasgos de la personalidad tipo A son inofensivos; sólo unos cuantos, como la ira, la irritabilidad y la tendencia a competir intensamente, aumentan dicho riesgo.
También se ha descubierto que ciertos individuos tipo A, los hostiles, son más propensos a los males cardiacos. En un estudio realizado por el doctor Redford Williams, especialista en medicina interna del Centro Médico de la Universidad de Duke, en Carolina del Norte, se observó que cuanto más hostil es la persona, más obstruidas están sus arterias coronarias. Y, en la Universidad de Maryland, James Lynch descubrió que las personas que no suelen escuchar lo que se les dice, sino que se apresuran a rebatir, tienden a padecer hipertensión arterial.
El doctor Dean Ornish, autor de El estrés, la dieta y su corazón, señala que muchos pacientes aquejados de cardiopatías se sienten aislados, lo cual les causa estrés y, por tanto, les agrava la enfermedad. Ornish, médico internista de la Universidad de California en San Francisco, anima constantemente a sus pacientes a que hagan algo en favor de los demás.
Habrá quienes se resistan a aceptar que el altruismo sea beneficioso para la persona que lo practica. Y puede parecer que, si se hace algo bueno por alguien con la intención de obtener ese beneficio, el altruismo deja de serlo. Sin embargo, la realidad es que somos, antes que nada, una especie social, y cada uno de nosotros depende de los demás, por naturaleza. Así pues, cada vez que ayudamos a alguien, nos estamos ayudando a nosotros mismos, porque en el nivel más profundo de la existencia, no hay diferencias. Siempre se ha dicho que nuestra felicidad se basa en la felicidad de los demás seres humanos. Ahora, podemos añadir: nuestra salud también se basa en el bienestar de los demás.
¡Mantente sano, ayuda a alguien!
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